La chilena Beatriz Bataszew padeció en carne propia las torturas sexuales de Íngrid Olderöck y su perro Volodia. A casi 50 años de haber vivido estos episodios, Bea vio el corto chileno nominado al Oscar “Bestia” y dice que no está conforme con la producción. En esta entrevista habla de hechos que parecen sacados de una película de horror, pero no son ficción, sino parte del triste guión de Chile. 

Por Jocelyn Escárate, Marcela Tapia y Nancyloreto Muñoz.

Beatriz Bataszew tenía 20 años la noche del 12 de diciembre de 1974, cuando agentes de la DINA la apresaron y la llevaron al centro de tortura La Venda Sexy. Y a pesar del irreparable daño que le infringieron a su psique y a su cuerpo, hoy es reconocida como una importante activista por los Derechos Humanos y de las mujeres. 

Hace unos días Bea vio el corto ‘Bestia’. La pieza nominada al Oscar que recrea el universo de la ex agente de la DINA Ingrid Olderöck y su perro Volodia, el que usaba para violar hombres y mujeres detenidos por agentes del Estado en la dictadura de Augusto Pinochet.

No soy especialista en cine. Desde el punto de vista técnico está bien hecho y es profesional, pero esa es una manera de abordar los temas o hacer historias que a mí no me satisface, porque yo creo que el tema queda centrado en una persona y en la maldad o una supuesta patología de ella”, dice Bataszew. “Aquí se vuelve más importante el espectáculo y el producto, que la historia de las mujeres que sobrevivimos”.

Han pasado casi 50 años y Bea recuerda estas imágenes. “Cada vez que uno iba al subterráneo de la casona, los gallos gozaban con lo que te estaban haciendo”, rememora. La noche de su llegada a la residencia ubicada en Macul, Beatriz visitó el subterráneo en tres oportunidades. “Yo creo que fue la noche más violenta desde el punto de vista de la tortura”, reflexiona.

La activista estuvo vendada en todo momento. Cuando la llevaban al subterráneo, lo primero que hacían los agentes era desnudarla. Ella dice que percibía que en ese lugar había cuatro o cinco hombres que eran los encargados de hacer ruido mientras otros le inferían daño físico.

Un método que ocupaba la DINA para que los vecinos de la casa no escucharan los gritos de los prisioneros mientras los torturaban, era poner la música a un volumen muy alto. Por eso este lugar también era conocido como la Discoteque.

“Deberías estar en tu casa, hueona culiá”, le decían los hombres mientras la golpeaban en el subterráneo. Beatriz no podía defenderse y las amenazas de que utilizarían otros métodos de tortura contra ella eran reiteradas. “A ellos les molestaba que nosotras estuviéramos metidas en política. Una mujer con proyectos propios, que tomara decisiones sobre su vida, era tremendamente subversiva y tenía que ser castigada”, dice. 

Las prisioneras de la Discoteque ocupaban diversos mecanismos para poder identificar a quienes estaban junto a ellas en este centro de tortura. Muchas veces –a pesar de las órdenes expresas de no hacerlo– se levantaban la venda para poder ver a sus compañeras. Si alguna era descubierta haciendo esto, recibía golpes como forma de castigo.

Un día los agentes hicieron que los prisioneros se sentaran en una mesa para comer. A algunos les dieron pollo. A otros sólo les dieron el agua con la que cocinaron el pollo. Beatriz recuerda que uno de los detenidos que estaba en ese lugar, Félix de la Jara, reclamó por esa situación. Los hombres se enfurecieron con él y lo castigaron. Hoy, Félix se encuentra en el listado de detenidos desaparecidos de la Venda Sexy.

Durante su estadía de seis días en la Venda Sexy, Beatriz recibió golpes, simulacros de fusilamiento y electricidad. Los agentes la obligaron a realizar prácticas sexuales con otro de sus compañeros que estaba detenido. Este hecho no fue consensuado ni por ella ni por su compañero. También la toquetearon, le pusieron corriente en la vagina y la violaron en el segundo piso de la casa.

Dentro de la casa las secuestradas siempre se mantuvieron comunicadas a pesar de estar vendadas. Cuando alguna llegaba de la tortura, le contaba a las otras qué era lo que le habían hecho los agentes para que estuvieran preparadas. “Así yo constaté que de verdad existía el perro”, cuenta Beatriz.

Además de las violaciones a las prisioneras, los agentes se especializaron en otro método de tortura: la violación con perros a las detenidas. En este centro tenían a Volodia, un perro ovejero alemán entrenado por la mayor de Carabineros Ingrid Olderöck para violar a prisioneras.

Beatriz sufrió la vejación del perro Volodia, cuyo nombre había sido puesto por los agentes como burla a Volodia Teitelboim, un alto dirigente del Partido Comunista. Estos hombres hacían que las prisioneras adoptaran diversas posiciones para facilitar la penetración del animal.

El corto animado hace énfasis en la historia de una persona que era funcionaria del Estado, y que por lo tanto, recibía instrucciones de una estrategia de violencia física y sexual contra las mujeres que luchábamos contra la dictadura, pero eso no se alcanza a ver en la historia y es peligroso. La violencia era ejercida por el Estado”, reflexiona Bea, “Y si hoy se sabe de la existencia de Olderörck y de lo que hizo, es por nuestro relato, el testimonio de las que vivimos para contarlo”

La activista dice que le preocupa que las nuevas generaciones vean este tipo de producciones. “Sólo aporta puro terror y maldad y no el otro pedazo de la historia: Que existimos mujeres que enfrentamos, que no nos doblegamos y que seguimos luchando”

Insistimos, resistimos y nos quedamos, nunca nos hemos ido dice un post de Facebook de la agrupación Memorias de Rebeldía Feminista, quienes trabajan en una intervención en la que re-instalarán una baldosa que fue vandalizada en diciembre del año pasado. “Aquí en Venda Sexy mujeres militantes, populares, resistieron y sobrevivieron a la violencia político sexual ejecutada por la dictadura cívico militar”, se lee sobre la placa.

El encuentro, en el que ella participará, será el domingo 6 de enero a las 14 horas, en el mismo lugar donde Beatriz fue torturada. “No olvidamos, no perdonamos, no nos reconciliamos y no transamos”