Una crónica frita que te hará crujir el estómago y babear, de verdad. Disclaimer: este post está MUY foodporn.
Es extraño pero pasa que cada invierno, cuando el frío desciende de Los Andes y los días se acortan, surgen en mí las insaciables ganas de comer frituras. Para dar un ejemplo, no podría decir cuando fue el último día que no comí papas fritas. Me lo justifico creyéndome un oso grizzly en preparación para una larga hibernación. O algo por el estilo. Igual tiene cierto sentido, ya que nuestros cuerpos deben trabajar el doble para mantener estable nuestra temperatura interna cuando por fuera pueden hacer cinco grados o incluso menos. Como sea, siempre tengo ganas de comer frituras y me encanta saciar esas ganas con un buen churro.
Mi primer acercamiento al churro fue durante mi niñez en California. Allí, los mexicanos venden un tipo de churro que viene con canela y azúcar. Piensa estilo rollo de canela pero en forma de un churro. Nunca he encontrado de esos en Chile y es una lastima. No sería muy difícil hacerlos. Después de freírlos, en vez de echar azúcar flor se pasan los churros por una mezcla de azúcar y canela para que se pegue a la masa frita y listo.
Mi segundo acercamiento al churro fue durante una estadía en Madrid, verano 2010. Fui a un café tradicional de churros y los comí junto con chocolate a la taza. Nunca había probado esa preparación y abrió la posibilidad en mi mente de que los churros se pueden comer de formas distintas. En mi ignorancia siempre había pensado que el churro era mexicano. La verdad es que es una comida internacional que se come en muchos países, como Portugal, Francia, Filipinas y Bélgica.
Mi tercer acercamiento al churro fue aquí en Chile y pasó afuera de una salida de un metro, cuando gracias a una combinación de hambre y curiosidad me compré un churro con manjar de una señora en la calle. La verdad no me gustó mucho. Pero en otra ocasión probé un churro caliente en Bellavista y me impresionó demasiado. Desde entonces he tenido una pequeña obsesión con esta variedad, más aún cuando se derrite un poco el manjar.
Cuando quiero comer un churro y ando en Providencia, mi local de preferencia es Soy Churro, un emprendimiento local del periodista Amaro Gómez-Pablos. El espacio, tiene toques que evocan a España como mesas de madera, azulejos y ladrillo en la parte interior. Antes de que abriera, Mathieu Michel, el chef belga a cargo hizo investigaciones en español donde se “tituló” en churrería.
La receta que creó es simple pero exigente en términos de ingredientes. La harina que usan la importan de Italia, le echan sal de mar solamente y optan por aceite de alta calidad. No sé cómo lo logran, pero estos no son tan acetosos como otros que he probado. Claramente, estos no son los mismos churros de la calle.
Al momento de pedir, tienes varias opciones, incluyendo dos de los tres tipos que mencioné arriba. Puedes pedir el churro con chocolate a la taza o con relleno. Los rellenos disponibles son nutella, manjar y vainilla. También existe la opción de pedir churros acompañados con helado. Para tomar, tienen cafetería de máquina.
Soy Churro queda en Nueva de Lyon #45, Providencia. Está abierto de lunes a viernes, de las 8:00 am hasta las 20 horas y sábado de las 11:00 am hasta las 17 horas.