En medio de la pandemia y del estado de  catastro decretado por el gobierno de Chile, cientos de venezolanos acampan en las afueras del Consulado General de Venezuela en Santiago. Pidiendo un vuelo humanitario que los regrese a su país de origen.

Este reportaje fue elaborado la semana pasada.

Ayer se dio a conocer que dos personas de las que estaban viviendo afuera del consulado venezolano dieron positivo al Covid-19. Ambas fueron trasladadas a recintos asistenciales. Una de ellas con pronóstico delicado producto de una descompensación.

Cinco de quienes tuvieron contacto estrecho con las personas contagiadas, fueron derivadas a residencias sanitarias.

Texto y fotos por José Medina C. (lo encuentras acá)

Los hechos vienen ocurriendo desde hace tres semanas aproximadamente, mientras pasan los días más personas se suman a la petición.

Aún no obtienen una respuesta oficial por parte del gobierno venezolano.

Por otro parte, el Gobierno de Chile ha estado realizando monitoreos de la situación desde hace algunos días.

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Blanca Quiba junto a su esposo ayuda a repartir los alimentos.

Blanca Quiba, originaria de Maracaibo, salió de Venezuela junto a su esposo en junio del 2019. Duraron siete meses en Perú hasta que decidieron emprender el viaje a Chile en enero de 2020. “No tenía un buen trabajo, no me alcanzaba el sueldo, no podía mantener a mi familia y a mis hijos, por eso decidí emigrar de Venezuela”.

Según Blanca, el viernes 16 de mayo por la noche le dieron la orden a Carabineros de desalojar a las personas, pero estos se negaron alegando que ese día comenzaba la cuarentena general para la Región Metropolitana y no tenían a dónde llevarlos a todos.

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Madres con sus hijos esperan sean atendidas para recibir alimentos.

Mientras contaba su historia, Blanca ayuda a su esposo a entregar comida al resto de las personas que están en la misma situación que ella. Producto de la pandemia del Covid- 19, la despidieron del trabajo que tenía en Santiago. Quedó sin empleo, sin dinero y sin hogar.

Toda la calle frente al consulado se convirtió en un campamento de refugiados improvisado. Hay desde carpas de camping hasta toldos hechos con frazadas y cubrecamas que han recibo mediante donaciones.

Desde que se comenzaron a concentrar los migrantes en el lugar, han obtenido ayuda de ciudadanos particulares y de fundaciones.

Médicos chilenos, venezolanos y hasta la Cruz Roja se han acercado para examinarlos a todos y velar por los casos más vulnerables, como niños, ancianos y mujeres embarazadas.

Parte de los migrantes en la entrada del campamento improvisado.

Idamaidy Chacón (en la foto abajo) cuenta: “Salí de mi país por la situación económica, buscando un mejor futuro para mi bebé de 3 años”.

Ella llegó a Chile hace un año y cuatro meses con su bebé. Tenía un trabajo como personal de aseo y en sus tiempos libres cuidaba niños. En Venezuela se desempeñaba como asistente administrativo en una empresa y era estudiante de Derecho.

Hace tres meses perdió su empleo y durante la cuarentena empeoró su situación, al no tener para pagar la renta le pedieron desalojar el lugar donde vivía.

Fue en ese momento que decidió sumarse a los que piden repatriación.

Idamaidy Chacón junto a su hijo y otros compatriotas.

El intendente de la Región Metropolitana, Felipe Guevara, declaró: “no tiene mucho sentido llevarlos a un albergue, porque el albergue se justifica cuando hay un plazo acotado de permanencia”. Hizo un llamado a las autoridades venezolanas a velar por sus conciudadanos.

Walkey Manzanilla en lo que ha sido su cama durante más de 14 días.

Walkey Manzanilla, proveniente de la ciudad de Barquisimeto, era entrenador de fútbol de ligas menores. Trabajaba con el Deportivo Lara, el equipo de fútbol de su ciudad.

Hace tres años y dos meses emprendió un viaje de nueve días atravesando las fronteras de Colombia, Ecuador y Perú hasta llegar a Chile, con el sueño de poder ampliar su currículo y aprender más de su profesión.

Pero esto nunca ocurrió.

A los dos meses de haber llegado, su pasaporte venció y no pudo obtener la visa. En 2018 entró en el proceso de regularización realizado por el gobierno de Chile para los migrantes.

Quedó sin trabajo en 2019 a raíz del estallido social y en diciembre le fue negada la estadía nuevamente.

“Me cansé de esperar una respuesta que nunca iba a llegar” expresó Walkey.

Luego de todo eso se vino encima la pandemia, ya no tenía dinero ni dónde quedarse. Una amiga le dio alojamiento por dos meses hasta que hace catorce días decidió ir al consulado a solicitar la repatriación.

Asegura que como adulto y “buen venezolano”, sabe que no puede permitirse ser una carga para sus amigos que le han ayudado. Prefiere regresar a Venezuela antes de convertirse una.

Oscar Castillo bajo el toldo donde ha dormido por una semana.

Oscar Castillo es de Cumaná. Antes de salir de Venezuela, pasó por varias crisis: le robaron su vehículo, quedó sin dinero, sin trabajo y no tenía cómo mantener a sus hijos.

En la temporada de pesca decidió aventurarse como pescador, pasaba días y noches en el mar para poder llevar dinero y comida a su hogar.

Al final de la temporada, quedó nuevamente sin empleo y unas personas lo animaron a trabajar en el vertedero de basura cavando zanjas en busca de chatarra para vender.

En un momento se dio cuenta de que no podía seguir de ese modo y un conocido le dijo que viniera a Chile, que también le podía ayudar con el dinero para el pasaje.

Oscar es ingeniero mecánico y llegó al país hace año y medio luego de un viaje de 17 días, en el que comía poco y tomaba agua de los baños de los autobuses.

Al llegar a Chile comenzó trabajando en la empresa de un amigo al que ayudó a elevar la clientela, pero al final, dice, no recibió la recompensa que esperaba.

Buscando más oportunidades, consiguió un nuevo empleo como ayudante de construcción: “Fui pintor, ceramiquero, huinchero, tabiquero, soldador, cañero, chofer, mecánico”, de todo, asegura.

“Pero nunca obtuve la cantidad de dinero que yo de verdad me merecía”, se lamenta Oscar. Al cabo paso de un tiempo y luego de una serie de discusiones con su empleador, perdió su trabajo y sintió que los problemas se le subían a la cabeza.

Empezó a extrañar a sus hijos y su familia. Entonces vio las noticias de los venezolanos esperando un vuelo de retorno y decidió unirse a ellos.

Asimismo, Oscar afirma que el gobierno chileno no tiene ninguna responsabilidad con ellos, los que la tienen son del gobierno venezolano.

Sin embargo, no han obtenido ninguna respuesta. Lo único que pide, según sus propias palabras, es que dejen la política a un lado y se den cuenta que los que están sufriendo son seres humanos.

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Parte de las donaciones que ha recibo por los vecinos del sector y fundaciones.
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Niño recibiendo la cena.

En el campamento hay diferentes historias, pero todas tienen lo mismo en común: el sueño roto de cientos de migrantes venezolanos en Chile, aún cuando lo han dado todo por alcanzarlo.

Sus aspiraciones, comentan, se desvanecieron en sus manos. Ellos saben a lo que se enfrentarán al llegar. Necesitan un techo y tienen niños.

La tragedia está en tener que elegir cuando las dos opciones son devastadoras.

Es ahí cuando los sueños se rompen.

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