Sócrates trabaja subtitulando series, mantiene una relación por chat con una chica mexicana, y su mente remixea su realidad con Breaking Bad y Big Bang Theory. Si Surinam no estuviera sobre tablas, perfectamente podría ser una serie.
En una escena teatral acostumbrada a depender únicamente de las interpretaciones y de lúgubre iluminación, lo que propone “Surinam”, de la compañía Los Contadores Auditores, es aire puro y fresco. Con múltiples vestuarios, seis actores en escena y estímulos múltiples a lo largo de sus 80 minutos, la obra de Juan Andrés Rivera y Felipe Olivares se exhibe hasta el 28 de mayo en Matucana100.
Si “Surinam” no fuese una obra de teatro, me gustaría mucho verla en Netflix. En una sala – que ojalá tuviese mayor afluencia de público – somos testigos de la historia de Sócrates, un joven retraído y de labia limitada que se dedica a traducir subtítulos de series (¿les suena esa frase “Difunde la palabra” en su torrent favorito?) y a chatear con su polola virtual de México. Todo bien inexpresivo. Esto, hasta que se entera que su papá biológico no era la persona que le habían hecho creer, sino un tío que emigró a Suecia en dictadura. Después de confrontar a quien él creía su padre hasta ese momento, Sócrates decide viajar para conocer la verdad de primera fuente y, de paso, ver en vivo a su novia por primera vez.
De inicio tibio, la tensión se rompe en cuanto Sócrates comienza a soñar. En cada fantasía surgen los fantasmas de las series traducidas, dando origen a escenas completas de Game of Thrones, The Big Bang Theory y hasta Breaking Bad. En inglés. Con subtítulos. Después, todo se mezcla y cruza con los propios recuerdos del personaje principal y su travesía en Suecia, donde se encuentra con el arquetipo del “hijo de papá”, y hay tiempo para el romance, el desamor y hasta para reírse del patriarcado.
La música también interactúa como un personaje más, encarnada en una banda de falsos indios apaches que realizan versiones electrónicas de las más disparatadas melodías nostálgicas chilenas y extranjeras. Entre Abba e Illapu; ese toque. De a poco pero seguro, el ambiente se distiende y comienzas a empatizar con las dudas y nerviosismo del protagonista. Te ríes con sus pensamientos (subtitulados en una pantalla que desnuda lo que piensa frente al público) y cómo estos difieren de sus acciones; la carcajada aparece cuando las series coinciden perfecto con el momento descrito y, como una catarsis de risa, te desbordas con las interpretaciones.
“Surinam” no se narra solo desde el texto, sino desde la imagen. “Quisimos irnos al chancho y que los personajes fueran la escenografía. Creemos que en el teatro uno tiene la posibilidad de arriesgarse y jugar”, comentan los creadores del montaje, confesos adictos a las series y atravesados por las mismas referencias pop que conectaron con los asistentes en el escenario principal de M100. Como una nueva hermandad unida por los torrents.
En los minutos que tuvimos para conversar con los creadores del montaje, se acerca una asistente para dar su impresión de la obra. Sorprendida, comenta: “¿Qué hueá tienen en la cabeza? Felicitaciones, es una hueá entre genialidad y “qué es esto”. Y algo así pasó con Surinam, una apuesta con título de país olvidado, y que narra la historia de un hombre que, de no ser por las series y los acontecimientos que generan revelaciones en su vida, tendría un relato también olvidable.
Surinam se exhibirá cada jueves, viernes y sábado a las 8PM y domingos a las 7PM hasta el 28 de mayo. Las entradas cuestan entre $2.000 y $8.000. Las entradas están a la venta en boleterías de Matucana100 y en la boletería teatral de Costanera Center.