Según la Sociedad Chilena de Psiquiatría, “es un sentimiento normal de temor ante situaciones amenazantes o difíciles”. ¿Pero qué pasa cuando el día a día y las circunstancias más comunes nos parecen amenazantes?

Todos nos hemos sentido colapsados. Todos hemos sentido que ni el tiempo ni nuestras aptitudes son suficientes para sobrellevar la vida. Pensar en el mañana es difícil porque no estamos tan seguro de que pasemos este día. Ganas de vomitar, nudos en el pecho, mareos, fatiga, taquicardias, insomnio, sudoración, temblores, falta de apetito o por el contrario querer comerse todo son algunos de los síntomas físicos comunes de la ansiedad.

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He pasado por momentos oscuros en mi vida. Semanas completas en las que solo he podido dormir 5 horas en total, porque aunque durante el día mi cuerpo y mente no puedan más del sueño, al apagar la luz y acostarme una sinfonía de voces empieza a cantar (o gritar) en mi cabeza.

El insomnio se ha convertido en miedo. Miedo a la oscuridad, a fantasmas en los que nunca he creído. He visto cosas que sé que no están ahí y he escuchado ruidos que jamás sonaron. Me he visto pidiendo, como deseo de cumpleaños, poder sentirme tranquila. Porque la tranquilidad llega a parecer un lujo, un sueño lejano cuando sufres de estrés y ansiedad.

Según la Sociedad Chilena de Psiquiatría, la ansiedad “es un sentimiento normal de temor ante situaciones amenazantes o difíciles”. Pero ¿qué pasa cuando el día a día y las circunstancias más comunes nos parecen amenazantes?

 

La ansiedad puede llegar a ser realmente invalidante. Puede alejarnos de las cosas que más nos gustan, de las personas que más queremos y por sobre todo, puede distanciarnos de nosotros mismos.

El primer paso es ir al psicólogo. Pero si los síntomas son muy fuertes, serás derivado al psiquiatra y lo más probable es que te receten ansiolíticos  como las benzodiacepinas (clonazepam, alprazolam, etc). Puede parecer una buena opción a corto plazo, te pueden ayudar a dormir y a dejar de comerte las uñas. ¿El problema? producen una alta dependencia en menos de dos semanas, y la abstinencia puede generar una ansiedad incluso más fuerte que antes.

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Debo admitir que cuando ya no tengo fuerzas para lidiar con los miedos que me provoca la ansiedad y mi mente ya no funciona ni a un 30% de su capacidad por la falta de sueño, daría la vida por algún clonazepam para poder dormir un rato o dejar de tenerle susto a la gente en la calle. Pero después recuerdo que todo está en la mente. Y si bien a veces pareciera que ella nos domina y nosotros no tenemos ni voz ni voto en sus decisiones, hay que recordar que nosotros somos los “dueños” de ese cerebro que a veces se comporta como quiere.

¿Qué tipo de padre te gustaría ser?

La primera relación de maternidad (o paternidad) que tenemos es con nuestra mente, y como buenos padres y madres, es nuestro deber educarla. Algunos padres son duros y estrictos, otros son amables y conciliadores. Algunos no tienen tiempo, no escuchan mucho y deciden tapar los problemas de sus hijos con pastillas.

Aunque aún no sé si los hijos sean para mí, sé al menos que no puedo escapar de mi cerebro. O él no puede escapar de mí (y creo que algo así es la maternidad). Estamos unidos y nuestro bienestar depende de la sanidad de nuestra relación. No me gustaría tener un hijo dopado en pastillas, ni me gustaría acallar su voz con reglas e imposiciones. Sí me gustaría escucharlo, tratar de entenderlo. Si tenemos diferencias, buscar acuerdos. Ser amable y cariñosa. 


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Eso es lo que hay que hacer con la mente. Si la tratamos mal, se volverá un adolescente rebelde que nos hará pasar muy malos ratos. Por eso es necesario detenerse y escuchar. Hay que tratar de entender no solo lo que pasa por nuestra cabeza, sino que tenemos que aprender a manejar los momentos de ansiedad y estrés con tacto, porque sino pueden empeorar. 

Consejos para sobrellevar la ansiedad

Deja las drogas (por un tiempo)

Si empezaste hace poco a sufrir episodios de ansiedad o las taquicardias se están haciendo constantes, te aconsejo alejarte un poco de todas las drogas. No te expongas a ataques de pánico ni “pálidas”.

Desconéctate

Vivimos en un mundo hiperconectado que puede sofocarnos. El acceso a información a cualquier hora y en cualquier lugar es bueno, pero también puede hacernos sentir más ocupados de lo que en realidad estamos. No es necesario que borres tus redes sociales, pero limita el tiempo que les dedicas. Estar al tanto de todo y de todos todo el tiempo no es sano para tu mente. Lee un libro, anda a una plaza, conversa con amigos. Sal de internet. 


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Deja los modelos a seguir

Las redes sociales y el internet nos acercan y hacen visibles las vidas de jóvenes que a tu edad ya lo han conseguido “todo”, mientras tú yaces acostado en tu cama con caña. No vivas de expectativas ajenas cuya comparación solo te producirán angustia y ansiedad. Vive tu vida, sigue tu propio ejemplo, sé tu propia inspiración.

Revisa tus hábitos alimenticios

Las frituras, el azúcar refinada, la cafeína en exceso y las bebidas pueden empeorar la ansiedad. Es importante comer cosas que relajen el estómago y el alma. El pescado, el yogurt griego, los frutos secos, la avena y las verduras verdes son aliados de la tranquilidad. También la hidratación. Si no te gusta tomar agua, puedes probar con infusiones. El té de manzanilla, la melisa, el cedrón, la menta y muchas más sirven para relajar y ayudan a conciliar el sueño.

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Conversa con los tuyos

Hay veces en que parecerá que el mundo se viene encima y no tienes como agarrarlo. En casos así, tienes que pedir ayuda. Tienes que conversar con tu familia, amigos, pololo(a) o cualquier persona de confianza. A veces no podremos terminar solos ese trabajo con fecha límite que nos tiene al borde del colapso. A veces no podremos siquiera ir al supermercado solos. Es importante sentir que tienes una red de apoyo. Y nunca asumas que la gente sabe lo que te pasa. 

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Aprende a decir que no

A veces creemos que no somos capaces de las cosas que normalmente sí podríamos hacer, solo porque estamos recargados de tareas, lo que nos hace sentir inútiles. Como dice mi abuelita, el que mucho abarca poco aprieta. No te sobre-exijas, no aceptes trabajos que no tienes tiempo de hacer ni te ofrezcas a favores que después solo serán un peso más. Mantén tu agenda y tu cólon lo más limpio posible.

Busca tus momentos felices

Hazte un tiempo para escuchar música, leer, salir o ver películas. La ansiedad puede hacerte creer que no disfrutarás nada de lo que intentes hacer, pero no es así. Aunque no tengas muchas ganas de hacer las cosas que normalmente te harían feliz, “oblígate” a hacerlas. Es la única forma de empezar a salir de la oscuridad.

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Vive en el presente

Por alguna razón, las personas tendemos a pensar más en el pasado y en el futuro que en el presente. Esto es terrible porque 1) el pasado ya fue, no se puede cambiar, y 2) el futuro aún no sucede así que no gastemos energías en pensar cosas que no tenemos idea de cómo resultarán finalmente. Por eso cuando el pasado parezca una mochila pesada que no te deja avanzar y el futuro parece estar prendido en llamas, recuerda que primero tienes que sobrevivir este día. Respira, y recuerda: un día a la vez. 

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