Para mi cumpleaños una amiga me regaló Mi vida querida de Alice Munro, autora que yo no había leído -francamente- no sé por qué.

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Leer a Alice Munro, debe parecerse a la sensación que tuvo Alicia (lo siento, pero el alcance de nombre no podía quedar impune) antes de meterse en ese agujero por donde la guió el conejo blanco. Porque una Alicia en el País de las maravillas se parece a esta Alicia, en su país, lleno de bosques y de trenes y de montañas, pero sobre todo, de mujeres.

El país de Alice Munro, me digo, debe ser parecido a un bosque muy oscuro, por donde se pasea la decisión de estas mujeres (y de algunos -pero pocos- hombres). Cada cuento parece situarse en un lugar apacible; un momento de tranquilidad en la vida de estas protagonistas que, de pronto, naufragan en una situación extraordinaria. Inesperada. Misteriosa.

Y hay algo de La Señora Dalloway en cada una de estas actrices, sin embargo, los cuentos (formato que admiro por su dificultad -al menos para mí-) en general son breves. Y el tipo de prosa, rápida, tanto que cuesta dejar de leerla.

En este sentido, los cuentos de este libro son circulares o, en algunos casos, espirales. Llevándonos a los pozos profundos donde sus heroínas: modernas, graciosas, escépticas, independientes, fuertes, nos muestran un pedazo de sus vidas. Un momento crucial en que todo cambia: una escena, una situación, un diálogo, una acción con la que se pierde la inocencia (si es que alguna vez la hubo) o el rumbo -o el control, me digo yo-.

Así, de nuevo, un tren, las montañas, un sanatorio, un pueblo perdido en medio de la nada, la ciudad como un lugar lleno de extrañeza, el país que Alice inventa para decirnos su vida, se llena de símbolos que, de nuevo: su prosa, su prosa, su prosa, nos revela con elegancia y risa. Un mundo de mujeres demasiado solas. Mujeres en un país sin maravillas.

(Por María Paz Rodriguez. Puedes seguir las opiniones sobre libros de María Paz en su Tumblr)