Desde el 18 de octubre de 2019, Chile ha vivido 513 días en toque de queda: 7 de esos fueron por el estallido social, y 506 por la pandemia. La académica de la Universidad de Chile y experta en Psicología Social, Isabel Piper, habló con POUSTA de las consecuencias de una medida como esta en un país que tiene aún a la dictadura militar en su memoria reciente y cómo lo hemos normalizado, hasta el punto de estar dispuestos “a renunciar a nuestras libertades personales”.
Desde que se inició el Estado de Excepción constitucional por la llegada de la pandemia a Chile, han pasado más de 16 meses. En esos más de 500 días, en el país ha regido también un toque de queda que según declaraciones del Ministro de Salud, Enrique Paris, en marzo de este año se justifica ya que “tememos que que la gente no mantenga las medidas sanitarias al sentirse con libertad para organizar fiestas, para trasnochar, para consumir alcohol y no tener control sobre su posibilidad de cuidarse”.
Aunque Chile no es el único país que implementó un toque de queda como norma sanitaria -actualmente estamos cuartos en el ranking latinoamericano de países con más días de encierro nocturno, siendo superados sólo por Perú, Haití y Honduras-, este llegó en un momento álgido socialmente para el país: unos meses antes del primer caso detectado de covid 19 en territorio nacional, la revuelta social terminó con Fuerzas Armadas en las calles y múltiples denuncias de violaciones a los Derechos Humanos.
Para Isabel Piper, psicóloga y Doctora en Psicología Social de la Universidad Autónoma de Barcelona, cuando Sebastián Piñera declaró el 19 de octubre de 2019 un Estado de Emergencia para restaurar el orden en las calles, se volvieron a replicar de manera “material y simbólica el peligro, el miedo, la amenaza, la represión y la impunidad” que el toque de queda significó para la generación que se crió en los 80’s.
Y ahora, esas mismas memorias amenazan con irrumpir en los más jóvenes luego de los meses de revuelta social y los casi dos años de toque de queda por la pandemia. Para la experta, no existen “razones sanitarias” para sostener el encierro nocturno por tanto tiempo y afirma que lo único que lo mantiene hasta hoy son “justificaciones políticas”.
¿Cuál es el significado simbólico del toque de queda para las y los chilenos?
“El toque de queda fue un gran tema durante la dictadura porque marca de manera muy material y simbólica el peligro, el miedo, la amenaza y la impunidad. La noche supuestamente cuidada por las Fuerzas Armadas, pasaba a ser el espacio de la mayor vulnerabilidad y fragilidad, porque te podían hacer lo que fuera, donde fuera y a la hora que fuera. No sólo implicaba la imposibilidad de salir, sino que el peligro de hacerlo bajo la brutalidad del ´disparo y después pregunto´
Cuando fue el terremoto del 2010 recuerdo que criticaron mucho a Bachelet porque se demoró en aplicar el Estado de Excepción. Ella decía que ´en este país llamar al toque de queda es una cosa muy fuerte´ porque apela a la memoria de la represión, no a la de la protección. Esta medida no es control de la delincuencia y la posibilidad del cuidado de la ciudadanía. Es arbitrario, es como la alerta máxima de amenaza y de peligro. Entonces cuando empieza el toque de queda durante el levantamiento social, aparecen de inmediato las memorias del miedo de la dictadura, y también fuertemente las diferencias generacionales. Para las personas que vivimos la dictadura el toque de queda era impensable de romper, porque el riesgo era demasiado. En cambio la gente más joven salía y decía ´el toque de queda no va a detenerme, no me voy a quedar en mi casa´. Entonces para muchos generaba espanto ver cómo la gente joven salía y desafiaba esta medida. Era a la vez maravilloso y atemorizante”
Claro, y en ese sentido frente a una medida como esta se reacciona con temor pero también con resistencia.
“Así es. Resistir a este decreto es también resistir a la impunidad, al miedo, a la violencia represiva, es contestarla. Eso fue lo que pasó durante el levantamiento social, y fue una muestra de cómo las memorias del miedo que fueron paralizantes durante mucho tiempo, se convirtieron en un motor de lucha.
El miedo es un dispositivo que permite muy fácilmente la dominación, el control social y también la gestión de la relación social. Y en ese sentido, el miedo a las enfermedades y el miedo a la salud es parte de ese complot. La pandemia llega a Chile no en cualquier contexto, esta surge en el contexto de la revuelta en un momento álgido, cerca del plebiscito. Esto no significa que el virus no exista, la gente empezó a morir, otros se empezaron a infectar, y aparece entonces el miedo. Y creo que el miedo y la existencia de esta enfermedad son usados como parte de este dispositivo de gestión de control. Al gobierno esto le vino de perilla, porque la pandemia convirtió la sanidad pública en un bien mayor que la reformación del país, y que la protesta. Con esto se hace más difícil habitar el espacio público y parte este control militar y policial en la ciudad, ahora ya no con el fin de controlar la manifestación popular sino que con el fin de proteger. Es como un cambio de valencia con las mismas prácticas, sin que haya, creo yo, un motivo sanitario para sostener este toque de queda.
¿Cómo atenta contra los Derechos Humanos y la salud mental el llevar más de 500 días en toque de queda?
“Yo no voy a hablar en términos jurídicos, pero creo que claramente primero es una trampa porque aparece como medida protectora cuando es una medida represiva. Una de las cosas que han pasado más desapercibidas es el nivel de represión que ha habido en las poblaciones durante el toque de queda, incluso en la pandemia. Ha existido una represión muy fuerte en sectores periféricos de las distintas ciudades de Chile amparados por esta medida, entonces se repite y se reproduce esta idea de la impunidad, de la amenaza, de que no hay ningún control porque se puede actuar impunemente desde las Fuerzas Armadas. No es lo mismo violar el toque de queda en la Villa Francia, que hacerlo en Los Dominicos”
¿Cómo podríamos diferenciar ambos períodos en este sentido entonces?
Primero hay que considerar el hecho de que la pandemia nos haya pillado en la mitad del levantamiento social. Esta nos agarró en un momento de fuerza popular, de solidaridad colectiva, y de relaciones sociales muy diferente a la de la dictadura. No estábamos en medio de la parálisis, nos pilló en un momento escéptico, en un momento vigilante. La gente comenta, comparte, critica. A lo mejor el gobierno sí ha quedado impune en términos jurídicos, pero no en términos de sanción social.
Esto creo que nos pone en una posición bastante diferente frente a estas medidas represivas que en otros momentos de la historia, porque no nos han pasado gato por liebre. El coronavirus nos pilló en un momento de mucha politización y estos son ocasiones de defensa de las relaciones, de las subjetividades. No hay mayor defensa de las subjetividades de la salud mental que la vida colectiva.
Las nuevas generaciones: ¿Participan de la democracia?
A pesar del daño que la pandemia le ha hecho a la vida colectiva y también a la salud mental, creo que si nos hubiese pillado en otro momento quizás hubiese sido mucho peor. Y hay que ver si al final de la pandemia volvemos a repolitizarnos y sostener esta vía colectiva para enfrentar conjuntamente los efectos que tuvo en nuestra sociedad.
¿De qué manera podemos volver quizás a esas relaciones sociales que teníamos antes, a volver a salir y convivir sin tener temor? No solamente el miedo a la enfermedad, sino que también el miedo al control y a la represión. ¿Cómo podremos quizás reconstruirnos una vez que esto se acabe?
“Yo creo que hay varias cosas que tener en cuenta. Primero, aquí el concepto de normalidad se puso en jaque en octubre del 2019. Ya en esa fecha se decía ´no quiero volver a la normalidad, es justamente eso contra lo que me estoy levantando´. En Chile el quiebre de la normalidad son como 6 o 7 meses más que el resto de la humanidad.
¿Qué es para nosotros volver a la normalidad? ¿Es retornar a antes de la pandemia o a la época de la revuelta? ¿Es volver al estallido? Las transiciones se plantean así, siempre se plantean desde reanudar un estado de excepcionalidad o un estado de normalidad.”
Y muchas veces esa normalidad se refiere a volver a clases y a trabajar, es decir, volver a producir como antes.
“Exacto. Estamos en un momento claramente refundacional, donde hay una sociedad que empezó a pensarse a sí misma en octubre de 2019. El estallido social implicó una sociedad que se quería repensar y que en estos momentos lo está realizando, y la Convención Constituyente es la ocasión de hacerlo. La presión de volver a la normalidad, es frenar esa posibilidad también.
Además hay que entender que existen un montón de privaciones de las relaciones sociales que han tenido que ver más con lo político que con lo sanitario. La manera de controlar la pandemia no es como lo estamos haciendo en Chile, hay muchas más formas y esta claramente sigue la lógica de la represión militarizada y del control policial. Esa es la manera en que se aborda en Chile, y no es la misma en todas partes”