El tripeadísimo Disney de antaño

Paradójicamente, el trabajo de Walt Disney en la década de 1940 fue muchísimo más futurista, surreal y abstracto de lo que es actualmente.

Hace más de 75 años se estrenó “Fantasia” y su fracaso en taquilla llevó a los estudios al borde de la quiebra, sin embargo, tras su reestreno en  1969 demostró que era una producción “adelantada a sus tiempos” y se convirtió en un filme de culto. A pesar de que los animadores de esta película fueron acusados de consumir alucinógenos, Art Babbit -el responsable de las callampas bailarinas- reconoció que era adicto pero a Ex-Lax y Feenamin; la genialidad era crédito totalmente suyo.

Disney contrató a uno de los artistas gráficos más power de ese entonces: Oskar Fischinger. Él influenció la secuencia “Tocata y Fuga” que combinaba elementos visuales completamente abstractos con la música del gran Bach. Nadie en el mundo había visto algo parecido.

La idea de producir “Fantasia” se originó en una cena que tuvo Disney con el gran director de orquesta Leopold Stokowski. El maestro le sugirió una colaboración en la que Mickey Mouse daría vida a una pieza de música clásica, para ser registrado por Stokowski y la Orquesta de Filadelfia.

Era algo nuevo y extremadamente innovador por lo que un gran número de músicos se molestaron con la idea de que grandes composiciones como la “Sinfonía Pastoral” de Beethoven o “Noche en el Monte Calvo” de Mussorgsky recibieran interpretaciones e ilustraciones narrativas.

Era de esperarse que se les acusara de consumir sustancias alucinógenas con semejante explosión de imaginación nunca antes vista como en el “El Rito de la Primavera” de Stravinsky, que muestra el comienzo de la vida en la Tierra y culmina con una asombrosa representación de los dinosaurios o en la “Danza de las Horas” de Ponchielli en la que avestruces, hipopótamos y cocodrilos bailan ballet ¿En qué cabeza cabe?

Una sensibilidad surrealista también encontró su camino en una de las más tiernas películas de Disney, “Dumbo” de 1941. Elefantes rosados que desfilan en una especie de alucinación causada por la embriaguez, son imágenes que no son pensadas para un público infantil pero que nos encantó y lo sigue haciendo.

Alicia en el País de las Maravillas” es mi favorita y con esa si tendría mis dudas con respecto a qué consumieron los animadores al crearla. Es una película fascinante pero muchas veces sin pies ni cabeza y es que seguramente la idea es dejarnos así; desconcertados.

Lo que podría haber sido el último -y exitoso- experimento de Disney no llegó a buen término. A mediados de la década de 1940, Salvador Dalí llegó al estudio para trabajar en un corto animado llamado “Destino” pero se fue antes de su finalización. Casi 50 años después, el sobrino de Walt Disney (Roy E. Disney), resucitó el proyecto con la ayuda del artista John Hench y el corto fue nominado a un Premio de la Academia (Óscar).

Después del éxito obtenido con “La Cenicienta” en 1950, Disney se dedicó a la diversión familiar por sobre los vuelos locos de la innovación. Se enfocaron a la creación de Disneylandia y a una serie de películas con princesas maravillosas y príncipes perfectos. La creatividad es sin duda algo que se le aplaude a Disney hasta el día de hoy, pero lo audaz de la experimentación no se vio nunca más.

El éxito nunca cambió la perspectiva de Walt; se esforzó por hacer que cada nueva historieta mejor que el que le precedió. Es más, Walt y sus artistas entendieron que hacer uso literal de color no era el punto; estaban haciendo caricaturas, no reproduciendo la acción en vivo. Y se propusieron cambiar eso, por ejemplo, cuando el Lobo Feroz intentó derribar la casa de ladrillo en tres cerditos, su cara se puso azúl y un beso se convertía en señal para que cualquier personaje se sonrojara de color rojo brillante. Tan simple como pueda parecer hoy, el uso psicológico de la paleta de colores hizo mucho para mejorar el impacto emocional de estos dibujos animados.

Disney siguió empujando sus artistas paraperfeccionar sus habilidades con clases de arte y seminarios mientras se preparaba para hacer su primera película de larga duración. Los expertos de la industria predecían que nadie aguantaría tanto rato quieto viendo solo dibujos animados, sin embargo, “Blanca Nieves y los siete enanitos” demostraron lo contrario y abrió definitivamente el camino para la industria.

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