ArteBA acaba hoy martes veintidos. Fuimos a la inauguración el pasado jueves acompañados de una petaca de whisky barato, una cámara de fotos, una libreta de notas, chaqueta de cuero y bastante ánimo por descubrir que tenía para ofrecer la feria este año.
El año pasado había estado floja, decían, pero repartían champaña gratis. Una por otra. Nos confundimos entre la gente bonita luego de bajar del colectivo y, aún sin alcanzar la entrada, grafittis sobre las paletas luminosas de los paraderos nos ponían en contexto: de aquí en adelante todo sería llamado obra de arte.
Arte en las bicicletas amarradas contra las rejas, arte en los vestidos de colorinas, en los zapatos, sobre las chicas orientales, bajitas, las altas, rockeras, hippies, cascadas de kate mosses y un cuanto hay de hombres con actitud de marina mediterránea, de punkie, metrosexuales andrógenos que disparaban feromonas, brillantes orientales del tipo yakuza, dandys maltrechos james-deanescos, unos sorbos de whisky de la petaca para hacernos la idea y entrar en onda, sin perder la calma. Prensa? Pasá por acá, por favor. Las bellas recepcionistas nos hacían sentir bienvenidos con sus cortas faldas. Bienvenidos a ArteBA. Gracias.
Las galerías se encontraban dispuestas en el centro de una elipsis comercial que comprendía todo el enorme galpón acondicionado para la ocasión. Miles de personas deambulaban por entre los pasillos, encontrándose, detenidos frente a algún lienzo o a alguna escultura, apoyando la barbilla en una mano y sosteniendo el codo con la mano restante: la concentración era imposible. ¿Dónde está la barra? Lo primero es lo primero, querida. Luego el resto. Sígueme. Una rápida vuelta por entre las galerías y encontramos mesas de champaña Chandon que vendían su champaña por 10 pesos disfrazando la transacción de donación caritativa para una fundación que no recordaré jamás. Y bueno, me parece un abuso -le dije al barman. Es por una buena causa -me respondió. Una buena causa, repetí, desembolsando los 10 pesos falsos ya que fue Olivia la que me invitó la copa que no quise pagar. Una vieja gorda e impecablemente vestida regateaba por una segunda copa gratis mientras nos íbamos del lugar y me guiñaba el ojo.
Nos adentramos en el espacio artístico: el contingente humano hacía difícil la posibilidad de abstracción, de observación. Difícil fue obviar a la multitud para depositar la atención en las obras. Caminamos entonces por los pasillos no sin llevarnos gratas sorpresas estéticas, pero el valor de la interacción social pareció primar. Cómo olvidar aquél momento en el que un tipo que caminaba junto a su esposa, cámara al cuello, apoyó sus codos sobre un rectángulo blanco que sostenía un simple vaso de vidrio con agua que parecía estar a punto de caerse, cuando una rubia y esbelta alemana, al ver esto, levantó los brazos y se acercó corriendo a él: This is Art, This is Art! Ambos rieron incómodos y ambos volvieron a sus menesteres, haciéndose más de una pregunta.
Luego de fabricar preguntas falsas para acercarme a las promotoras y ya habiéndole perdido el rastro a Olivia, me hube de encontrar con el joven galerista y curador chileno Trafixxx que venía envuelto en un terno pintado con gruesos brochazos de óleo de todos colores. El año pasado había expuesto en el ala llamada “Barrio Joven”, la guapa apuesta de ArteBA por el mundo de los artistas nuevos y sus colectivos. Este año no aceptaron mi propuesta -me confesó, riendo. Pero vengo de todas formas cruzando la cordillera entre videos y armando un discurso de galería móvi: yo soy la galería. Fantástico, hombre. Vamos a la galería XS, ahí deben estar los chicos. Pero primero vamos a por una petaca de whisky -le dije, ya que la mía ya se había acabado-. Yo sé dónde venden, terminé.
La Galería XS es la única galería que representa a Chile en la feria (también encontramos la Galería Daniel Morón, con espacio en Barrio Joven). Estaban ahí las obras de José Benmayor, Margarita Dittborn, Paula Dittborn, Nicolás Radic, Pablo Serra, Francisca Valdivieso y Carlos Zúñiga. José nos saludó profusamente, Margarita estaba ahí también, sonriente, saludando. Las ventas habían ido bien considerando que solo era la primera noche de exposición abierta, las expectativas estaban altas aún. Buen ánimo. La copa de champaña benéfica finalmente encontraba su utilidad al ser rellenada por el whisky barato comprado en los chinos a unas cuadras. La feria parecía ahora una fiesta llena de las mujeres más hermosas de Buenos Aires y chicos taquilleros y extravagantes. Caminamos dirigiéndonos hacia Barrio Joven, la gente en el piso, sobre enormes cojines y sillones de colores, todo dispuesto como en una feria menos formal que la anterior, más festival, más juglaresca; pequeños stands transformados en espacios que contenían situaciones íntimas y curiosas, peceras en el piso, plantas de loto, música casi imperceptible, un ambiente de celebración delicioso.
Ya andaban las diez con treinta y sentimos hambre. Partimos todos los de la XS a una pizzería y dejamos atrás el gran galpón del arte oficial. Afuera, las cosas seguían donde mismo, pero -quizás el whisky, quizás la forzada y agradable perspectiva reciente- reacomodaba los elementos de la hermosa Buenos Aires. Reímos en la pizzería y celebramos acontecimientos recientes. Fuimos a dejar a Margarita a su hotel y nos dirigimos caminando a una estupenda fiesta. Recuerdo haber botado la copa de champaña en un basurero que bien parecía una obra de arte, qué se sho.