Desde el comienzo de la pandemia hay sesgos de racismo y xenofobia que comenzaron a afectar duramente a las personas de Asia; para empezar: se hablaba del virus chino. Un año después, con tanta variante y mutación del covid dando vuelta, los más afectados cultural y mediáticamente serían los países del tercer mundo. Como si no tuviéramos suficiente. Hablamos con un experto sobre este fenómeno.
El domingo pasado, el Ministerio de Salud de Israel – lugar que está a punto de declararse covid free– alertó la presencia de algunos casos de la variante chilena. “Nuestro laboratorio identificó el sublinaje C37 en una ciudadana israelí que venía llegando de Latinoamérica, y en una clasificación interna el hallazgo se le rotuló como variante chilena, pero por un lamentable error se difundió públicamente este concepto”, declararon más tarde.
Y así, no sólo la variante chilena, sino que la brasileña, la india y la mexicana, han acaparado los portales de noticias este último tiempo. En POUSTA nos preguntamos: ¿Ponerles una nacionalidad a las cepas tiene un sesgo xenofóbico? El académico de la escuela de sociología de la Universidad Mayor y doctor en urbanismo, Nelson Morales, responde tajantemente que sí. “Hay un trato mediático distinto a las mutaciones que tienen que ver con el tercer mundo: vienen de los países pobres, los que no están inmunizados, los que perdieron el control de esta batalla”, comenta.
El especialista reafirma que esto no sucede sólo hoy, sino que desde un principio la xenofobia partió con el término de “el virus chino” y que afectó a la población asiática. Ahora estas etiquetas estigmatizan a los países más pobres. “No hablarían igual de una mutación danesa, que de la chilena, o de una africana”, agrega.
La filósofa española Adela Cortina acuñó en 2016 un término que engloba esta situación: La aporofobia o miedo al pobre que, según Morales, también tiene que ver con el miedo al fracaso o al fracasado. “En ese contexto, darle una nacionalidad genera una minusvaloración y desata la xenofobia. Cada día se habla más de las mutaciones del tercer mundo, porque somos los que no tenemos los recursos que, bajo el criterio del capitalismo, mostrarían que estamos fallando. Esto es aporofobia”, explica.
Y esto se extiende incluso a las vacunas. Morales cuenta que hace poco vivió una situación donde una persona hacía alarde del origen de su inyección. “Hoy la gente agrega el nombre de origen a la vacuna, porque le incorpora un elemento de distinción, se vuelven a repetir los patrones clásicos de la discriminación: si la vacuna viene de Europa está por sobre la que viene de China bajo esa misma lógica”.
Recientemente la revista The Lancet -la publicación científica más reconocida a nivel mundial- dio a conocer la eficiencia de la vacuna de Sinovac y resulta que es mejor que Astrazeneca y tan buena como la Pfizer. Aunque hasta la fecha los resultados de la eficacia de esta inyección eran irregulares y contradictorios, el comunicado explicó que la vacuna protegió al 94% de los sujetos de estudio.
“La mala prensa que tuvo se da en un contexto de la disputa del capitalismo. No hay que ser científico para ver, a través de lo que ellos mismo han comunicado, que logísticamente la vacuna china es estupenda: no necesita refrigeración especial, no tiene efectos secundarios graves tampoco en la tercera edad, usa un método comprobado y seguro, pero aún así, era mirada en menos por el lugar del que venía”, agrega Morales.
El desafío hoy está puesto en romper con la aporofobia y lograr que todxs accedan a vacunarse sin miedo, ni desconfianza en este proceso. “Lo más responsable hoy es estar inmunizado. Y el miedo y la ignorancia se están convirtiendo en los primeros frenos de este relato”, concluye el experto.