Andi Zeisler, teórica de la respuesta feminista a la cultura pop, cuestiona si Beyonce ayuda realmente a la causa.
*por Estefanía Sepúlveda
Cuando un artista independiente o ‘de nicho’ lanza un álbum que lo posiciona en lo más alto de los charts, no son pocos los fans que lo “haberse vendido”. Pasó con Metallica cuando sus integrantes se cortaron el pelo. Pasó con Nirvana, cuando ‘Nevermind’ los llevó del under a la portada de la Rolling Stone. Y desde una perspectiva latina y femenina, con la decoloración literal y editorial de Shakira.
¿En qué se diferencia esto con el “feminismo capitalista” que postula Andi Zeisler en su libro ‘We Were Feminists Once: From Riot Grrrl To CoverGirl, the buying and selling of a political movement’ (‘Solíamos Ser Feministas: de chica “riot” a CoverGirl, la compra y venta de un movimiento político’, 2016)?
Entre músicos, la decisión de volverse “comercial” no daña a nadie. Cuando los ojos de los empresarios encuentran un apetitoso mercado en quienes abrazan la lucha por la igualdad de derechos entre los géneros, ahí es cuando peligra la integridad de una revolución histórica.
Andi Zeisler se la jugó desde antes que el mencionado ismo se pusiera de moda no solo entre las redes sociales, sino que desde la perspectiva que daban ciertas marcas a sus productos ahora que el feminismo logra ser servil al capitalismo. La estadounidense fundó, con un poco de ayuda de sus amigas, la revista ‘Bitch’ en 1996. Un atractivo nombre que tenía la intención de re-significar al término, una des-estigmatización del ser ‘perra’, con una promesa en el slogan que hasta ahora mantienen: “la respuesta feminista a la cultura pop”.
Con el correr de los años, la publicación devino en un podcast, un portal y una serie de libros que toman, precisamente, la perspectiva pop de un movimiento que se pone en tela de juicio cuando por ejemplo Beyoncé iza la bandera feminista al tiempo de amasar una incalculable fortuna en base a un sistema económico que instala el régimen contra el que dice luchar.
¿Hay feminismo en el pop? El libro intenta descifrarlo.
La razón de ser del movimiento más comentado en el último tiempo es desmantelar al patriarcado, es decir, el sistema de prácticas que perpetúan desigualdades de género instaladas de manera histórica. Sin embargo, la “segunda ola” del feminismo trajo consigo una concepción de la emancipación de la mujer asociada a la libertad…de comprar productos. Ahí es cuando el siniestro y mítico sistema opera, siempre de acuerdo a nuestras capacidades económicas, alejando las posibilidades de las mujeres y reduciéndolas a decir que las cosas han cambiado para mejor a través de sus decisiones de adquirir uno u otro producto, especialmente influenciadas por la tendencia de crear comerciales que, de buenas a primeras, podría verse como feminista, pero que la autora es clara en denominar “publicidad del empoderamiento (empowertising)”.
Desde la campaña de “belleza real” del jabón que utilizó mujeres photoshopeadas para su campaña, hasta la emotiva campaña “Like a Girl”, que nos hizo cuestionar cómo es que asociamos las conductas femeninas a ser débiles, Zeisler raya la cancha: las marcas hacen creer que tienen una bandera de lucha, cuando en realidad – y ya deberíamos saberlo – solo están aprovechando un boom mediático. Ponerle “feminista” a una línea de ropa interior o lanzar una gama de maquillaje “para la mujer fuerte” no quita que, después de todo, lo que se quiere es que compres, para luego destacar en la esfera pública que la igualdad ya se alcanzó.
No nos engañemos: mientras las mujeres sigan siendo minoría en, prácticamente, todas las áreas laborales, bien poco podremos creer que hemos llegado a algún tipo de equidad de género.
El libro avanza en ejemplos de toda índole para dejar en claro que la cultura pop tiene bien poco de feminista: desde la baja cantidad de directoras de cine, hasta las trabas que éstas tienen para perseguir un futuro laboral en las artes, la autora no descansa en señalar que la batalla no se ha ganado aún. En un mundo que aún considera que existen películas “para mujeres” y que pone ojos atentos ante cualquier esfuerzo de levantar temáticas igualitarias, para luego deshacerse en críticas si es que algo se hizo mal, por supuesto que conviene decir que hemos ganado y que ya somos iguales. Por muchos “Mad Max: Fury Road” que existan, hay un aspecto aún cierto: el sistema económico imperante fue muy hábil en robar el término y mercantilizarlo hasta el absurdo.
La tarea de integrar visión de género a nuestras vidas públicas y privadas es un pendiente que no se soluciona comprando una blusa con la leyenda “así se ve una feminista”, sino desde el crear conciencia y no creer que los productos son nuestros aliados en la lucha.