Sudáfrica es conocida como una de las naciones más prósperas de un continente azotado por la desigualdad, intervención extranjera, guerras civiles y pobreza extrema. Sin embargo, tras el término del apartheid, la sociedad del país ha visto problemas dentro de sus fronteras tan graves como la histórica desigualdad racial que combatieron figuras como Nelson Mandela.

Una de ellas es la desigualdad en términos de distribución de la riqueza. El Banco Mundial sitúa al país como uno de los más desiguales del mundo y la situación no ha hecho sino aumentar desde 1994. La clase media del país es pequeña y la concentración de los recursos se encuentra en manos de una pequeña minoría caucásica (¿te suena familiar?)

La poca movilidad social -producto de carentes políticas de infraestructura para fomentar la industria además de hechos estacionarios como las sequías- aumentó la delincuencia a un punto de inflexión terrible: cerca de 57 sudafricanos mueren asesinados al día producto de la delincuencia.

Una consecuencia directa de la marcada desigualdad es el uso de drogas como una válvula de escape, y la gente pobre de los barrios marginales de Sudáfrica usa lo que tiene a mano para olvidar la realidad en la que nacieron.

Johannesburgo

Una consecuencia directa de la marcada desigualdad es el uso de drogas como una válvula de escape, y la gente pobre de los barrios marginales de Sudáfrica usa lo que tiene a mano.

Sudáfrica no ocupa los primeros puestos de consumo y muertes relacionadas a las drogas. De hecho, son los países del primer mundo quienes encabezan esta lista.

En la mayoría de los casos, las sustancias que más llevan a la muerte son los opiáceos, principalmente la heroína y el fentanilo. En Venezuela, en cambio, prevalecen la cocaína y sus derivados, que ocupan el segundo lugar en Estados Unidos. Las anfetaminas y los tranquilizantes aparecen segundos en Noruega y Finlandia. En Irlanda, Reino Unido, Suecia y Australia, ese lugar lo ocupan los tranquilizantes.

Sin embargo, es muy difícil contabilizar los casos de muerte y uso relacionado al consumo de drogas en las zonas de Sudáfrica, puesto que ni siquiera las autoridades se adentran a zonas donde viven hacinadas 400 mil personas bajo un complejo sistema de anarquía.

Whoonga/ Nyaope

Otro factor que separa a Sudáfrica del resto de los estudios sobre consumo de drogas, es que el tipo usado en sus calles difiere mucho del que conocemos comúnmente. Hace poco se dio a conocer una mezcla de marihuana, heroína, veneno para ratas, detergente y fármacos para tratar el VIH.

De esa mezcla nació el Whoonga, también conocido como Nyaope.

La droga se inyecta o se fuma, dependiendo el contenido. Para los occidentales, el uso de medicación para contrarrestar el VIH parece inimaginable, pero en Sudáfrica, 4 país con más incidencia de esta enfermedad en el mundo, su uso es extendido y gratuito.

Por esta razón se utiliza para mezclar junto a otros drogas, produciendo problemas inmediatos para la salud además de provocar una rápida tolerancia a los fármacos. Las personas requieren de dosis cada vez mayores para sentir los efectos iniciales, y cada porción de Whoonga cuesta alrededor de dos dólares (no es barato considerando los ingresos mínimos de la población sudafricana).

Los efectos secundarios de Whoonga se presentan entre 6 y 24 horas posteriores al consumo e incluyen: diarrea, vómitos, ataques de pánico, depresión, ansiedad, dolor muscular, transpiración y calambres.

Las autoridades sanitarias dicen que les faltan medicamentos para ayudar a las personas con síntomas de abstinencia. Mientras tanto, centros de rehabilitación sin licencia se multiplican alrededor de Johannesburgo para satisfacer la demanda de las familias desesperadas en busca de ayuda.