La serie de Netflix producida por Selena Gómez cuenta la historia de una adolescente que se suicida y deja sus razones en cintas de cassette que enredan a sus cercanos en un espiral infinito de dolor y confusión.
Ser adolescente es, francamente, una mierda. Además de lidiar con papás exigentes, amistades demandantes, primeros amores y calificaciones, tuvimos que comprender que ese período es uno de descubrimiento total. Unos encuentran su camino, otros lo pierden y algunos simplemente terminan por asumir que la vida es un peso demasiado difícil de sostener. William Styron, famoso novelista y autor del reconocido libro Sophie’s Choice, escribió un ensayo completo, Esa visible oscuridad, sobre la depresión y el suicidio. Estas palabras son las que más resuena en mi mente, hasta el día de hoy: “La depresión es un desorden del carácter, tan misteriosamente doloroso y elusivo en la manera en la que se da a conocer al yo –al intelecto intermediario- que se sitúa al borde de lo indescriptible”.
La legitimidad de tomar la decisión de terminar con la propia vida es un debate milenario, y uno que no nos corresponde juzgar valóricamente. Según la OMS, el suicidio es la segunda causa de muerte de las personas entre 15 y 29 años y más propenso a ocurrir en países con ingresos medios y bajos, con un 75% de prevalencia.
Desde el país que emana esta reseña, Chile, la tasa de suicidios juveniles es la segunda más alta de los países OCDE. Demás está decir que las condiciones sociales en las que se encuentran nuestros niños, una mezcla de radical exigencia por ser “mejores” que el resto y el desmedro de los pares en pos de la aceptación social, dan un resultado deprimente. Todos lo sabemos, pero pocos se atreven a contarlo.
Decir que 13 Reasons Why, serie de Netflix que adaptó un best seller del mismo nombre y producida por Selena Gomez, es una inesperada sorpresa, es dejarla corta. Con momentos más oscuros que series con alto contenido de gore (The Walking Dead, Game of Thrones, Six Feet Under), es capaz de sacarte de tu eje y llevarte a esos momentos dolorosos de tu propia adolescencia. Que levante la mano quien no pensó que terminar con todo se podía convertir en la solución a nuestros dolores. Y si soy más sincera: se me hace un nudo en la garganta el recordar una situación específica en mi vida, que incluye una sala de clases y una ventana lo suficientemente alta para saltar, sin medir consecuencia de los daños. El aire fresco de una tarde de primavera y un hoyo perpetuo en el alma.
Hannah Baker (Katherine Langford), en cambio, dio el paso que ni tu, ni yo dimos, y mucho tiene que ver con la forma en que lidiamos con nuestros problemas y las redes de apoyo que encontramos en el camino. A la joven estudiante le fallaron todos, o casi todos, y lo dejó en claro. Cambió la clásica nota de suicidio, tan característica en estos casos y que se escribe en formato de despedida, por 7 cassettes, cuyos lados explican las 13 razones de su suicidio. Cada cinta tiene un sujeto en particular y que ponen en evidencia las terribles acciones que minaron la confianza, el autoestima y la sanidad mental de la chica.
Narrado por la propia Hannah, la historia comienza cuando el set de cassettes llega a las manos de Clay Jensen (Dylan Minnette), un ex compañero de escuela y de trabajo. La voz de Hannah a través de las cintas sirve como narrador no confiable y se contrapone a la visión de los personajes mencionados en ellas, confundiendo al espectador. ¿Quién dice la verdad? ¿quién mató a Hannah Baker? ¿existe realmente un culpable en esta situación?
Lidiar con el suicidio de alguien, ya sea un familiar directo, un gran amigo o una persona con la que compartiste en un momento, no es fácil. Tampoco vivir con la estela de dolor y sufrimiento que deja detrás. Como pocos productos audiovisuales lo han hecho, 13 Reasons Why también se encarga de mostrar el lado amargo de la muerte de Hannah, enfocándose particularmente en la lucha de los padres de Hannah, Olivia (Kate Walsh) y Andy Baker (Brian d’Arcy James), que desean otorgarle justicia a la imagen de una hija torturada por el bullying; la de aquellos que se sienten culpables del hecho, y de otros que quieren hacer oídos sordos a una epidemia que consume la vida de muchos. También, es un claro mensaje a ver al suicidio como un problema y no como una glorificación de un hecho que genera mucho dolor.
No es una serie para ver en una sentada. El tono, las escenas y la temática no me lo permitieron, pero sé de gente que logró pescarla en una noche. Pero si es una serie para mostrársela a aquellos que sufren o han padecido los embistes de una pandemia, la depresión, que no tiene por donde terminar. De alguna manera media torcida, también es una serie para ver en familia y crear un puente entre ese abismo generacional que separa a padres de sus hijos.
https://www.youtube.com/watch?v=taMknA8wFrY
Mención honrrosa: el soundtrack es de lujo. The Cure, Woodkid e incluso Joy Division aparecen en algunos episodios y te da razones para seguir perpetuando tu pena emo/gótica que llevas cultivando por años.