¿Lloremos todos juntos? :'(

Teníamos 13 y 6 años, respectivamente. Era pleno invierno y salíamos temprano del colegio, así que podíamos dedicarnos a ver tele un rato antes de ir a tomar té. En Salamanca, la televisión por cable no era por VTR ni menos Movistar, sino que por una empresa que probablemente se colgaba a canales de DirecTV. No sé precisamente cómo funciona el crear un paquete de canales, pero uno de esos días logramos pescar en el canal local la transmisión de La tumba de las luciérnagas, sin saber cómo se llamaba la película, de quién era o en qué año se lanzó. Sólo éramos mi hermano y yo frente a un televisor de 14 pulgadas sentados arriba de la alfombra.

Ambos sabemos que toda esa información, y lo poco preparados para entender a cabalidad toda la historia de la película. Yo con mucha suerte había pasado parte de la Segunda Guerra Mundial en el colegio y el involucramiento de ciertas naciones en el enfrentamiento bélico estaba fuera de mi conocimiento general. En la hora y media que dura la película, fui captando las señales: dos niños huérfanos deben sobrevivir juntos el último año de la guerra, mientras su ciudad seguía siendo bombardeada por los aliados y los recursos se iban agotando con rapidez.

Ese día terminamos los dos abrazados llorando porque, definitivamente, ese no es un film para niños y menos dos hermanos. Lo miraba y pensaba qué haría yo si estuviera en esa situación, si nos quedáramos solos después de que toda nuestra casa fuera bombardeada. ¿Podría cuidar yo de él? ¿Podríamos ambos sobrevivir a un desastre de esa magnitud? Era muy chica y nunca le logré tomar realmente el peso, pero sí comenzó a generar un lazo con mi hermano a través del animé.

“Desde la destrucción de Kobe, una de las ciudades japonesas más afectadas por la guerra después Hiroshima y Nagasaki, hasta el desmembramiento de las familias y la pérdida de la humanidad, te aseguro que si no la has visto nunca vas a terminar llorando como un bebé”.

Es una película que guardo muy cerca de mi corazón y que, extrañamente, nos ha acompañado en momentos clave de nuestra vida. Hace un par de días cumplió 30 años de haber sido estrenada en Japón y era un buen momento para volver a verla y recordar su importancia en la cultura popular. Hotaru no Haka o La tumba de las luciérnagas, en español, fue lanzada el 16 de abril de 1988 en Japón, en una función en conjunto con Mi vecino Totoro. La decisión fue para que el estreno de La tumba de las luciérnagas potenciara a Totoro, una película de Hayao Miyazaki con una temática fantástica sobre la postguerra, y, al final, fue al revés. Totoro terminó convirtiéndose en un éxito automático y a La tumba le costó un poco más ganarse el título de “clásico” del cine.

La película de Studio Ghibli, dirigida por Isao Takahata, está inspirado en la historia corta del mismo nombre escrita por Akiyuki Nosaka. El escritor declaró que el cuento está basado en su propia vivencia personal como un sobreviviente de la guerra, sólo que intentó dibujar a un Seita mucho más compasivo y guardián de su hermana Setsuko. En la realidad, Nosaka vio efectivamente morir a su hermana en las mismas circunstancias que muestran en la película, sólo que él en la realidad fue mucho más egoísta y cobarde: vez que encontraba comida, terminaba ingiriéndola él. “Creo que no hay nadie en el mundo más desesperanzado que yo, y eso no lo puse en la novela”, dijo en una entrevista a la revista japonesa Animage.

La historia de Nosaka fue una forma de expresar la culpa sentida después de la muerte de su hermana, humanizando a Seita para hacerlo realmente un héroe, cosa que Takahata tomó para recrear en el film. Muchos críticos y listas han puesto a La tumba de las luciérnagas, junto a El Pianista y La lista de Schindler, como una de las películas antiguerra más importantes del mundo, cosa que su mismo director ha desmentido muchas veces. Es esta figura másculina de Seita la que quiere rendirle tributo Takahata para llamar a los niños y jóvenes a ser valientes y pelear en caso de que el país vuelva a una guerra.

Lo innegable,es que independiente de lo que diga su director, es una película sobre la guerra, se oponga a ésta o no. Es un retratro crudo y potente, con doble efecto porque es animación, que te llega directo al centro de la emoción en el cerebro. Desde la destrucción de Kobe, una de las ciudades japonesas más afectadas por la guerra después Hiroshima y Nagasaki, hasta el desmembramiento de las familias y la pérdida de la humanidad, te aseguro que si no la has visto nunca vas a terminar llorando como un bebé.

Mi hermano y yo no hemos visto esta película juntos hace por lo menos 12 años, cuando compramos unos DVDs con la versión doblada al latino, en quizá una de las semanas más difíciles de nuestra vida. Ya no éramos dos, sino que tres, y ese tercero estaba en el hospital peleando por su vida. Ver La tumba de las luciérnagas se transformó en una especie de consuelo entre nosotros, para dejarnos claro que estábamos juntos y no nos íbamos a rendir frente a la adversidad. Aún así, el film es parte de nosotros.

“Veintiuno de septiembre de 1945. Esa fue la noche donde morí” es una de las frases que abren la película y es una de las más crudas del cine. También, es un recuerdo vivo perfecto en nuestra memoria compartida familiar.

https://www.youtube.com/watch?v=zkdDfIuNc5Y