Tratamos de desenredarlo para que se lo expliques a tus amig@s y quedes como un Raúl Sohr. Lo principal e inquietante es que no necesariamente gana el que saca más votos. Con eso, (casi) te lo decimos todo.

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Mañana son las elecciones presidenciales en Estados Unidos. Todos hablan sobre ellas, pero no todos entienden el mecanismo para definir quién gana. ¿Una persona, un voto?…Ehhh, no. ¿El Congreso decide? Tampoco. En Pousta hicimos la pega latera de ordenar el puzzle para que entiendas este enredo, que puede definir el futuro del planeta.

La cosa es así: como los gringos no se pudieron poner de acuerdo si al Presidente tenía que elegirlo la gente o el Congreso, idearon un sistema mixto donde la responsabilidad máxima recae en el Colegio Electoral; no es un lugar o institución, sino un grupo de influyentes conformado por 538 electores, divididos en los 435 representantes de la cámara baja, más 100 senadores y 3 votos que se le da al distrito de Columbia en Washington, por ser capital.

Corta: si un candidato suma 270 o más votos electorales se convierte en el puto amo, vale decir, en Presidente de Estados Unidos.

Pero, ¿cómo funciona e-xac-ta-men-te el tema de los distintos Estados?

Cada estado tiene un número determinado de electores, dependiendo de cuántos representantes tenga en la Cámara Baja y en el Senado; esto último no es problema, porque tienen dos cada uno sin importar su tamaño. Por lo mismo, se entiende que los estados con mayor población tengan más representantes en la Cámara Baja y, por ende, más electores en el Colegio Electoral. También se desprende que haya estados muy importantes porque tienen muchos electores, como el caso de California (que entrega 55 votos electorales), lo sigue Texas (38) y después Nueva York y Florida (29 cada uno). Sin embargo, los expertos siempre dicen que esto se define en los llamados estados “bisagra”.

Entonces, como somos adivinos: sabemos qué te estás preguntando…

¿Qué es un estado “bisagra”?

Es un estado que no tiene una inclinación política clara y, dependiendo de los candidatos, puede variar su voto. Para seguir con los ejemplos del párrafo anterior, Florida ha sido habitualmente catalogado como un estado bisagra, a diferencia de California – que históricamente ha estado ligado a los demócratas – o Texas, en la otra vereda, marcado por el voto republicano.

Dichos estados se transforman en sitios clave durante las campañas, porque los candidatos saben que cuando las encuestas son parejas, el trabajo de convencimiento que hagan en esos lugares puede definir la elección.

De todos modos, ¿para qué gastarse en hacer campaña si finalmente votan los electores?

Pasa que como es un sistema mixto, los estados igualmente realizan sus elecciones presidenciales internas. Entonces, cuando un ciudadano gringo emite su voto, lo que está diciendo es que quiere que tooodos los votos electorales correspondientes a su estado, se vayan a su candidato y los miembros del Colegio Electoral así lo hacen. Ojo que no es obligación en todos los estados, pero sí existe el compromiso de que los electores no sean tan caras de palo y hagan efectivos esos votos a favor del candidato que ganó en los lugares que ellos representan.

Ésa es la razón por la que los estados bisagra son determinantes y el esfuerzo de los candidatos se centra ahí. Para las elecciones de este 8 de noviembre, podemos nombrar diez dentro de esta categoría: Pensilvania, Carolina del Norte, Virginia, Ohio, Wisconsin, Colorado, Nevada, Vermont, Iowa y “la madre de las batallas”, Florida.

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¿Por qué decidieron hacerlo así, si parece algo tan enredado?

Bueno, los jefes de los estados reunidos para conformar la república (a fines del siglo XVIII) pensaron que era la mejor manera para evitar que todas las decisiones fuesen tomadas por los estados con más gente, en perjuicio de los menos poblados. Eso tiene sentido, ¿no? Por ejemplo, en ese entonces, los estados sureños con muchos esclavos, donde no todos tenían derecho a votar, sentían que en una votación popular directa su voto era más bien penca y no ejercía influencia.

¿Tiene problemas este sistema?

Obvio, como casi todos. Algunos se quejan: dicen que para obtener los votos, los candidatos van a los estados a prometer lo que necesitan ahí, y después se van a otro lado y hacen lo mismo. Sin embargo, entendiendo que estamos hablando de políticos, eso pasa hasta en las elecciones de un curso de colegio. ¿O la eterna promesa no es parte intrínseca de un candidato?

Dentro de los problemas también encontramos la posibilidad de empate y la falta de representación. Los expertos ya han encontrado decenas de combinaciones donde se podría dar un empate, situación que forzaría a la Cámara Baja a elegir al Presidente. En cuanto a la falta de representación, la principal crítica apunta a que el que gana en el estado se lleva todos los votos electorales que corresponden a ese estado y no un proporcional, vale decir, la teoría del “todo o nada”. La gran cagada queda cuando el ganador tiene menos votos populares que su contendor…y ya sabemos que shit happens.

Otro cacho con el que tienen que lidiar es que, al no ser obligación que los electores voten de acuerdo al voto popular directo en su estado, una sola persona (sindicada en esos casos como elector infiel) puede definir el futuro de todo un país. En este caso, la elección presidencial real tendrá lugar el 17 de diciembre, cuando las 538 personas que componen el colegio electoral se reúnan para votar.

El resumen de estos dos puntos es que no está 100% garantizado que el candidato que más votos populares directos tenga, sea finalmente el que gane.

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Al menos por ahora, el sistema se mantiene intacto y éste es el mecanismo con que se elegirá al próximo Presidente de los Estados Unidos de América, que tendrá la difícil tarea de gobernar bajo la sombra de la comparación con Barack Obama, el mandatario más cool de su historia.