No es primera vez que un secretario de Estado banaliza la muerte de una indefensa menor y eso es algo inaceptable.

El diputado del Movimiento Autonomista hizo sentir la furia que le provocó el discurso de Jaime Campos, Ministro de Justicia al comparar el recinto del Sename en que murió Lissette Villa con el internado en que vivió durante su juventud.

“Llegué predispuesto por medios de comunicación y me encontré con un centro modesto, limpio y ordenado en el que no advertí hacinamiento y no corresponde la visión dantesca que se ha dado”, expresó el ministro ante la Cámara de Diputados, y de inmediato Boric sintió la necesidad de intervenir la liviandad de sus dichos. “Que venga un ministro de Estado a decirnos que el centro donde murió Lissette es mejor al liceo donde estudió… ¡Que se vaya a la cresta! No puede ser que nos quedemos impunes a una declaración de estas características”, disparó el parlamentario.

Ante este intercambio, conviene que nos detengamos un momento y entendamos la magnitud de lo enunciado por Campos. Cuando se relativiza la muerte de una de las cientos de menores que murieron en recintos del Sename en los últimos años, se desprende una apatía institucional que nos deja más que intranquilos.

El episodio del ministro Campos al instante nos recuerda otro episodio con un ministro. En 2001, Jorge Burgos, a cargo de la cartera de Interior hasta junio de este año, oficiaba como subsecretario del mismo sector. En ese contexto, y con la contingencia de los crímenes cometidos por el psicópata de Alto Hospicio, Burgos no tardó en declarar que las víctimas “abandonaron voluntariamente su hogar motivadas por situaciones de violencia intrafamiliar, promiscuidad y extrema pobreza”.

Pese a que las familias de las víctimas protestaron cuando Burgos fue nombrado en el ministerio de mayor relevancia, éste nunca pidió perdón por sus declaraciones y siguió en el cargo hasta su renuncia voluntaria. Del mismo modo en que nos causó impotencia que este tipo de “opiniones” fuesen avaladas por autoridades de gobierno, es que nos frustra que no exista una voz más clara respecto de esta comparación que banalizó la discusión respecto de las precarias circunstancias en que viven miles de niños internados en centros del Servicio Nacional de Menores.

La indignación de saber que no existirá un castigo más allá del odio en redes sociales y de un par de columnas en medios de comunicación es la que nos hace estar de acuerdo con Gabriel Boric. Aprovechando la situación de encontrarse frente a frente con Jaime Campos, tuvo la suficiente valentía para establecer lo inaceptable que es bajarle el perfil a un hecho que dio pie a la muerte de una niña.

Ministro Campos, ex ministro Burgos: también los habríamos mandado a la cresta.