No entendemos nada. El proyecto de decreto es un claro reflejo de las posturas conservadoras que alejan los temas sociales de una realidad que Donald Trump quiere ocultar.

¿Qué está pasando en el mundo? Las leyes conservadoras cristianas están invadiendo la política ejecutiva. El gobierno del presidente electo de Estados Unidos, Donald Trump, ha empezado a operar con maldad. Las crudas declaraciones de Trump no se acaban, según informes, se planea una orden ejecutiva para firmar los decretos legislativos que anulan toda ayuda a las ONG que promovían y fomentaban la agenda LGBTIQ+ y los derechos de las mujeres. House of Cards se convirtió en una realidad que nadie quiere aceptar.

Haciendo un improbable paralelo, pongamos el caso de las monarquías. En ellas, todas las leyes se basaban en lo que “Dios haría en mi lugar” y cómo la Reina gobierna bajo la representación de las leyes de la Iglesia. Inglaterra es un claro ejemplo de cómo puede vivir “tranquilamente” (ojo, nada es perfecto) una comunidad LGBTIQ+ bajo la representación de las leyes que hablan por “una iglesia”, sin nunca dejar de lado la importancia y el respeto que se necesita tener entre seres humanos. El Reino Unido, por estos días, indultó a 50 mil hombres condenados por ser homosexuales.

Del otro lado del océano, las cosas son muy distintas. En Estados Unidos, ahora se gobierna con odio y maldad, simulando una postura política conservadora que no es nada más que un escudo para disimular el odio que se esconde en él.

De acuerdo a esta política ultraconservadora, el sexo prematrimonial es incorrecto, el matrimonio “debe ser reconocido” entre un hombre y una mujer, y la vida humana comienza en su concepción. Ok, son posturas y puntos de vista distintos. Pero ¿dónde queda la empatía humana y “cristiana” de los conservadores al momento de gobernar? Todo lo que necesitamos es un mundo que respete las decisiones del otro, no que nos represente un ombligo egoísta que sólo se mira a sí mismo. Me refiero, en este caso, a que nos represente. En este sentido, tenemos que entender que Estados Unidos gobierna a la gran mayoría del mundo, nosotros incluidos.

La comunidad LGBTIQ+ estadounidense ha luchado contra la discriminación desde antes de la existencia de Harvey Milk, hasta nuestros días. Retroceder en estos temas es quitarle años de lucha a miles de voces que luchan todos los días por el derecho a simplemente ser, de amar a las personas de las que estén enamoradas y tener las mismas condiciones humanas que un matrimonio “entre un hombre y una mujer”. Siempre van a existir heterosexuales y homosexuales; siempre van a existir personas que seguirán reproduciéndose en los matrimonios. Van a existir personas que van a odiar y amar a sus hijos; van a existir personas del mismo sexo que se amen hasta el día de sus muertes y existirán enfermedades en todos los tiempos, como la homofobia, la pedofilia y la zoofilia, entre otros.

De eso se trata la diversidad: de gente estresada, gente adicta a las bocinas, gente honesta, gente de mierda, gente alegre, gente amargada, gente cristiana y gente amanerada. El miedo de vivir en una sociedad diversa es el talón de Aquiles de todos los conservadores que censuran el estilo de vida del resto, sólo por pensar distinto a ellos. ¿Dónde está la empatía “cristiana”? Yo aquí no la veo.

En su totalidad, las creencias específicas que están entre las que “el orden busca proteger” de la acción bajo las reglas de exención son: “la creencia de que el matrimonio es o debe ser reconocido como la unión de un hombre y una mujer, y que las relaciones sexuales están debidamente reservadas para este matrimonio, masculino y femenino, y sus equivalentes se refieren al sexo biológico inmutable de un individuo objetivamente determinado por la anatomía, la fisiología o la genética en o antes del nacimiento, y que la vida humana comienza en la concepción y merece protección en todas las etapas de la vida”. Desarrollar estas ideas no van al caso, considerando que el sexo anal entre parejas heterosexuales es aceptado como practica sexual para llegar vírgenes al matrimonio, estamos todos cagados.

Chile no se aleja de esta realidad. De hecho, es lo más cercano que tenemos a la “Trumpmanía” que se vive por estos días, donde los políticos deciden por los derechos y la forma de vida de una población que, según ellos, no tiene voz. Hay que dejar en claro que la comunidad LGBTIQ+ no está sola, las mujeres no están solas, los inmigrantes no están solos, los niños no están solos, ni mucho menos los perros están solos. Tenemos que aprender a separar las cosas que queremos y las que no, creer más en nosotros y cuidarnos entre todos para que la maldad no siga expandiéndose más, para empezar a vivir en paz. ¿Es mucho pedir?