Mientras Evelyn Matthei se escandaliza por el comercio sexual desde la criminalización, a 120 kilómetros de Santiago se esconde una realidad que no parece preocupar tanto a los políticos.
Esta semana le han dado tanto color con la prostitución en Providencia que necesito aclarar un par de cosas: Soy de Rancagua pero viví la mayoría de mi época universitaria en esta comuna. Específicamente en Lyon con Lota, donde las travestis se paraban en los semáforos y nunca vi a las chiquillas afilando palos para pelear como señaló la alcaldesa Matthei en una cuña para la historia ayer por la tarde. De hecho nunca escuché de algún vecino quejarse por su presencia o de eventos fuera de lo común.
Lo otro, se contabilizaron 150 edificios “tomados” y desde ese momento comenzó una campaña ineficaz –y muy tonta- para desalojar a las prostitutas y escorts que viven en una de las comunas más caras de Chile y atienden a clientes selectos. ¿Por qué se aborda el tema desde proteger a los pobres vecinos “víctimas de la inmoralidad” y no sobre la seguridad de quienes ejercen el comercio sexual como una opción de vida totalmente válida?
Soy del campo y las casas de prostitución siempre han sido algo común entre los pueblos de la zona central. Es un espacio infaltable junto con la taberna donde los agricultores se van a tomar unas chelas.
Reporteando para mi tesis encontré una realidad deplorable sobre las condiciones de vida que tienen las mujeres que ejercen la prostitución en áreas rurales. La televisión se ha encargado de hacernos creer que las casas de remolienda son lugares folcóricos, sensuales y picarones cuando exponen la segregación femenina en su grado más marginal.
“Soy del campo y las casas de prostitución siempre han sido algo común entre los pueblos de la zona central. Es un espacio infaltable junto con la taberna donde los agricultores se van a tomar unas chelas”.
Negro quedé al toparme con una casa de huifa que ocupaba toda una esquina: completamente enrejada, con latas en el techo sostenidas por piedras y condones secos en la vereda que contrarrestaban con la enorme antena de Direct TV y el cartelito de expendio de alcoholes sostenido en el techo.
Hablé con Rocío Cruz, medico obstetra, matrona del policlínico de Pelequén para que me explicara un poco más de la situación. La tasa de VIH en pueblos cercanos como Malloa y Peumo superan tres veces la media nacional. Atiende a más de 200 prostitutas que afirman estar limpias de ETS pese cobrar más por tener sexo sin condón.
Cruz dice: “Las prostitutas no hacen maravillas. No son profesionales ni tienen el glamour o la picardía que se cuenta de antaño. Las que ha atendido son de bajo nivel, mujeres obligadas a aceptar la cultura del macho chileno que se mantiene hasta el día hoy y que rechaza el uso del condón”.
Los detractores de la prostitución aseguran que el negocio no es seguro para quienes la ejercen porque muchas veces sus clientes les pegan o involucran en asuntos donde no pueden aplicar denuncias ante la ilegalidad de su profesión.
Por esto la fiscalización es primordial porque nunca, pero nunca, dejarán de existir prostitutas. Lo único que se conseguirá con este desalojo en Providencia es mover a las trabajadoras a otras zonas, pero no que dejen de ejercer. Si realmente les importara la prostitución la discusión sería acerca de las mujeres y su protección en lugar del pechonismo conservador que no nos representa como sociedad. La educación y formación siempre estará un paso más adelante que la prohibición. Y si a las autoridades les preocupara realmente un poco la situación de las mujeres, un mínimo, viajarían un poco, solo un poco, más al sur.