Secretos de alcoba, adicciones, egos puestos en la hoguera, vanidades trizadas, maternidades desgarradoras, neurosis por la higiene y duelos verbales escritos con soda cáustica.
Por Fernando Delgado
Un placer de sabores camp y por lejos una de las mejores series de la factoría de Ryan Murphy en toda su carrera. La más contenida, la menos estridente y la de mejor evolución narrativa, porque esta vez no hay nada que aderezar con (agradables) tonos perversos y retorcidos. En la primera temporada de la nueva serie antológica de su creador, la vida supera al arte y a la ficción. Siendo la rabia y el odio, dos poderosos motores combustionados por la misoginia y el machismo puestos en cargos de poder.
Fueron los rodajes de “¿Qué pasó con Baby Jane?” (1962), y “Canción de cuna para un cadáver” (1964), las incubadoras de la ya expuesta rivalidad entre Joan Crawford (Jessica Lange) y Bette Davis (Susan Sarandon). Dos víctimas de un sistema despótico y caníbal, enfrentadas para arrancarse la piel con las uñas bajo los hilos movidos por un titiritero abusivo; Jack L. Warner (Stanley Tucci).
Amo y señor del estudio que cobijó la realización de la película, el plan fue parte de una morbosa campaña de marketing que asegurara el éxito en manos de un subgénero al que el propio Warner se adjudica su creación; el psycho-biddy o dicho de su propia boca: Hagsploitation. Sinónimos para hablar de historias de ironía, morbo y sadismo emocional, protagonizadas por divas alguna vez deseables sexualmente y en ese entonces, olvidadas. Esto por sobre la real autoría y el talento del subvalorado Robert Aldrich (Alfred Molina), un ejecutor silente y culposo, atemorizado de ver adelantarse el ocaso de su carrera en manos de las nuevas temáticas que ofrecía la televisión de comienzos de la década del sesenta.
Acá hay tantas o más alianzas y estrategias de triunfo que en House of Cards o Game of Thrones, hay secretos de alcoba, adicciones, egos puestos en la hoguera, vanidades trizadas, maternidades desgarradoras, neurosis por la higiene y duelos verbales escritos con soda cáustica.
Es un retrato de época hecho con justicia y fascinación por los detalles, -los de enciclopedia, los de memorabilia y los del reporteo amarillista- destacando en ese trinomio Hedda Hopper (Judy Davis), la temida guardiana de la moral americana en Hollywood, o la mujer que edificó la cultura del soplonaje y del chisme cruel en post de generar ganancias y respeto basados en el pánico. Pero hay un último personaje de esta galería, el de menos poder y de un carácter marcial que ya se quisieran los demás, uno que responde al apodo de Mamacita (Jackie Hoffman), la severa ama de llaves/asistente moral/soporte mental de Joan Crawford, una que si revelara su propia y desconocida biografía, podría protagonizar su propio hagsploitation. Tal vez uno superior a los que comenzó a protagonizar su glamorosa pero decadente patrona.
Siluetas furiosas, como las del admirable opening que homenajea a Saúl Bass en su gráfica y a Bernard Herrmann en la composición incidental de espectros dispuestos en una lustrosa charola de plata pulida con demencia.
Feud es transmitida por el canal FX, pero también puedes encontrarla en tu Torrent más cercano.