En Chile se realizan cerca de 160 mil abortos de forma clandestina al año. La siguiente es una de esas historias.

Mi mamá es tan joven que me tengo que bancar los comentarios de los calientes de mis amigos que dicen que es una MILF. Pero lo que realmente me deja negro es soportar las opiniones de la gente pro-vida que insiste en que yo pude ser un feto abortado y que debería agradecer el hecho de que mi mamá fuera una mujer empoderada que decidiera tenerme en lugar de abortar.

Por otro lado, tengo una amiga que abortó hace un par de años. Pese a que yo mismo pude haber sido perfectamente un aborto, no la juzgo para nada. Hace unos días nos juntamos y me contó por qué fue una de las decisiones más responsables y sensatas de su vida.

Acá su historia, en primera persona:

Nunca le conté a mi pololo que estaba embarazada y nunca se enteró tampoco que aborté. Desde chica pensé en la maternidad como un derecho. Mi sueño fue y sigue siendo darles a mis hijos una vida distinta a la que yo tuve. En ese momento tenía 23 años y estaba atravesando por una depresión cuyos medicamentos podían afectar mi embarazo.

El ginecólogo confirmó que tenía cuatro semanas de gestación y le expliqué que no quería ser madre. Con calma, me dijo que en esa clínica no hacían abortos en ese momento –aunque en un pasado si lo hacían- pero que el aborto con misotrol era seguro. Me quedé tranquila gracias a su empatía y lo que pude averiguar por Internet respecto a estas pastillas, pero no podía parar de llorar al pensar los riesgos que implicaba hacer esto sola y bajo la clandestinidad.

Las pastillas costaron 60 mil pesos y me las entregó una mina bastante cuica en Providencia que me comentó que se había realizado tres abortos con esta técnica. Me fui a la casa de una amiga que estaba sola y me encerré en el baño muerta de miedo.

Eran cuatro pastillas que tenía que meterme en la vagina. A la una de la mañana empezaron las contracciones y después fueron dolores punzantes y permanentes. A las siete de la mañana estaba con fiebre y tercianas. Retorcijones, dolor de cabeza, un malestar general horrible.

Rogaba a que mi condición no empeorara porque si iba a una clínica me podían denunciar y llevar detenida.  

No dejaba de pensar en lo injusto que era pasar por esto sola sin un acompañamiento médico para controlar mis síntomas. El país obliga a las mujeres a someterse a esto. Me sentía vulnerable, muriéndome en un rincón de la calle sin poder decirle a nadie lo que estaba pasando.

La fiebre bajó más tarde pero continuaron las contracciones hasta el día siguiente. Si no sangraba en un periodo de tres días significaba que el feto iba a sufrir los efectos del medicamento produciéndose malformaciones o que tenía un aborto retenido. Finalmente, al cabo de esos tres días, después de varios retorcijones, el embrió bajó y fui al ginecólogo a ver si todo estaba en orden.

Confirmó que no necesitaba un raspaje, aliviándome porque al estar afiliada a la Isapre de mis padres ellos monitoreaban todos los movimientos de salud que hacía. Los malestares de pasar por este tipo de aborto terminan a los 30 días, cuando tu útero vuelve a la normalidad y los malestares estomacales cesan. Una agonía de un mes.   

Todo el miedo que uno siente es porque tanto la sociedad como las instituciones te hacen actuar como una delincuente: comprando pastillas escondida poniendo en riesgo mi vida y tratando de auto convencerme de que lo se está haciendo no era algo malo, que es una decisión tomada pensando muchísimo en la vida de ese supuesto ser humano que está por venir. 

No me arrepiento porque esa pila de células con potencial humano no iba a sufrir por lo que hice. Es la gente “pro vida” la que te deja cagada de la cabeza con sus juicios morales.  

No me arrepiento de lo que hice pero no sé si volvería a pasar por el pánico de pensar que me podía morir desangrada ahí mismo o que podía terminar presa.

No me arrepiento porque no podría mantener a mi hijo con una cagada de sueldo de 450 lucas. La retrospectiva solo sirve para ficcionar tu propia vida después de lo que ya está hecho.

Y finalmente, No me arrepiento porque he podido continuar viviendo como quise, como lo decidí en ese momento. Y punto.

*Si en algún momento lo necesitas puedes contactarte con la línea de aborto seguro o con la red de mujeres acompañando a mujeres en situación de aborto.