Que Villouta haya renunciado a “El Interruptor” luego del asqueroso ataque homofóbico del autodenominado “Pastor” nos debería avergonzar, o al menos apenar, a todos.
El manejo de los episodios homofóbicos perpetrados por el “Pastor” Soto dice mucho de nosotros como país.
Un amigo argentino que estuvo por Santiago hace unos meses, me comentó sorprendido lo “agringados” que somos en Chile y pude ver a qué se refería: Starbucks en todas partes, autos grandes para calles pequeñas y letreros en spanglish pobre del tipo: “50% off this monday on sale OMG!”.
Sin embargo, la influencia occidental que tanto abrazamos como una equívoca cualidad de desarrollo ha traspasado las barreras del consumo para plagiar un discurso de intolerancia reflejado en la impunidad con la que se llevan a cabo los episodios de violencia y discriminación.
En otras palabras, el hecho de que el Pastor Soto camine libre y continúe despotricando en contra de la comunidad LGBTIQ+, demuestra lo poco que somos como un país de tendencia eurocentrista que habla sobre un acercamiento con el primer mundo pero que niega las libertades personales a sus ciudadanos de forma contraproducente.
El diario El País de España publicó una nota completa sobre el episodio donde el “Pastor” pisoteaba la bandera LGTBIQ –que finalmente resultó ser la de Cuzco- y el video de PlayGround que viralizó el acontecimiento por todo internet tiene más de 10 millones de reproducciones. Mientras el mundo espera una respuesta de las autoridades frente a lo ocurrido, en el único debate presidencial de cara a estas primarias, no hubo una sola mención al tema.
¿Pero por qué la renuncia de José Miguel Villouta de El Interruptor (tras denunciar que la línea editorial del programa habia girado hacia el espectáculo y hacia exponerlo a situaciones de homofobia para hacer show) se convierte en un nuevo triunfo de la discriminación frente a la diversidad?
En primer lugar, este programa se convirtió desde el año 2005 en el único espacio de conversación donde la temática homosexual era abordada con naturalidad y altura de miras.
Temas como la visibilidad lésbica:
Y la aceptación de los niños transgéneros:
Pero todo eso se fue a la mierda. Ante el episodio del Pastor Soto, el cambio editorial del programa que lideró durante 12 años, y la indiferencia de las autoridades frente a una agresión que al ser tolerada da pie para iniciar otras peores, es normal que Villouta sintiera la frustración que finalmente lo hizo renunciar.
Nunca le han preguntado a Rafael Arenada que piensa sobre Martín Cárcamo, o cómo se siente el Huevo Fuenzalida sobre los memes de Luis Jara. Sin embargo, a Villouta se le preguntó durante años sobre Jordi, si encuentra mino a Neme o que le parece la figura de Cañulef (o Caniulef o Can You Left), denotando siempre un trato menos profesional hacia su figura tan solo por su orientación sexual.
Y a pesar de todo, Villouta tuvo el mérito de querer hacer algo distinto para un público que buscaba una salida a las frivolidades de la televisión. Pero le respondieron pisoteando el símbolo por el que tanto ha luchado.
YouTube por su lado, tuvo la decencia de cancelarle la cuenta a Soto, haciendo un poco de justicia, algo que acá en Chile ha sido demasiado débil.