Ad portas de la segunda elección primaria de Chile, el fantasma de la abstención cobra protagonismo una vez más, pero hay otra opción.
En las primeras elecciones primarias realizadas en Chile el 2013, solo votaron un poco más de 3 millones de personas de un total de 13.573.088 habilitados para emitir su sufragio. Finalmente ese año Michelle Bachelet ganó su segundo periodo con un 62,17% de las preferencias, pero dentro de un contexto en el que la abstención alcanzó 58,02% en el balotaje.
A pocos días que se realice la segunda elección primaria este domingo 2 de julio, el fantasma de la abstención comienza a cobrar protagonismo, más aún cuando esta fecha electoral coincide con la final de la Copa Confederaciones.
La posible baja de votantes el día de domingo puede ser en parte por el fútbol, pero lo cierto es que la mayoría de los votos no emitidos son a propósito del descontento con la clase política que existe hoy en día tras darse a conocer en los últimos años los casos de financiamiento irregular como el Caso Penta, SQM y Corpesca.
En la última encuesta Adimark, correspondiente al mes de mayo, si bien las preferencias las lideran Sebastián Piñera, Alejandro Guillier y Beatriz Sánchez respectivamente ante la pregunta: “Si las elecciones presidenciales fuesen el próximo domingo, ¿Quién preferiría Ud. que fuera el próximo presidente o presidenta de Chile?”, se puede observar que la opción más seleccionada por los encuestados fue “No sabe, no contesta ninguno” con un 26% de las preferencias. Por otra parte, la última encuesta CEP, correspondiente a los meses de abril y mayo, solo un 44% de los encuestados afirmó que iría a votar con toda seguridad en las próximas elecciones presidenciales.
El fin del voto es que cada persona pueda por el candidato que más le acomoda o que calza con sus principios y se siente cercano a sus propuestas, pero ¿Qué pasa cuando ni uno de los que aspira llegar al sillón presidencial cumple dichos requisitos? La tendencia en los últimos años ha sido simplemente no levantarse el domingo a votar.
En el Chile de hoy, aparentemente más polarizado que en alguna elección de los 90 o de los nacientes 2000, se ha manifestado de manera más pública, gracias a las redes sociales y la propia calle con sus manifestaciones, que la ciudadanía parece tener más claro quien no debiese ser Presidente más que quien debiese tener la piocha de O’higgins.
De esta forma se han podido ver distintas campañas que llaman no solo a no votar por Sebastián Piñera, sino que llaman a dar el voto en la primaria de Chile Vamos al senador Manuel José Ossandón, con el propósito de llevar a primera vuelta a el ex alcalde de Puente Alto quien, según encuestas Adimark, Cep o Cadem, tiene menos posibilidades de ganarle tanto a Alejandro Guillier como a Beatriz Sánchez.
Por otro lado también han surgido grupos y movimientos que llaman a votar por el sociólogo Alberto Mayol en la primaria del Frente Amplio bajo la misma lógica que el llamado a votar por Ossandón: el triunfo de Mayol beneficiaría a Sebastián Piñera de pasar él a primera vuelta.
Experiencia francesa
“No hay otra opción que votar contra la extrema derecha. Votaré, por tanto, a favor de Emmanuel Macron“, dijo el candidato de la derecha tradicional francesa Francois Fillon tras reconocer su derrota en la primera vuelta electoral de Francia de este año. A sus palabras también se sumó el derrotado abanderado socialista Benoit Hamon. “Llamo a derrotar al Frente Nacional, a la extrema derecha, votando por Macron, aunque este no pertenezca a la izquierda y no tenga vocación de representarla”, afirmó el socialista tras reconocer su derrota producida por no alcanzar más allá del 7% de las preferencias.
Posturas tan contrarias como las que pueden representar entre sí las ideas de Fillon con las de Hamon a pesar de todo coincidieron en un punto: derrotar al Frente Nacional liderado por su abanderada Marine Le Pen. Finalmente Emmanuel Macron se convirtió en Presidente de Francia con el 66,10% de los votos. Votos que vinieron de sectores tan distintos como el socialismo y la derecha tradicional francesa.
De la reciente experiencia se puede rescatar la unificación de las dos coaliciones más poderosas del país que, ante la derrota de ambos, tuvieron que unir sus votos y votar por Macron con el fin principal que Le Pen y su ultra derecha no llegara a la presidencia. La actitud francesa se puede entender bajo la nueva lógica que presenta la existencia del voto voluntario: ya no se vota necesariamente por quien tú prefieras, sino que también se vota por el candidato que puede ganarle a quien tienes clarísimo que no debe salir.
Si bien ir a votar ya sea en blanco o nulo es legítimo, de por sí no es práctico, pues no afecta los porcentajes de los candidatos con sus votos válidamente emitidos. Ganarían igual las primeras mayorías aunque existas muchos votos nulos, blanco o abstenciones. Como estrategia, si no se tiene claro por quien votar, pero sí por quien no votar, sería dar el voto a esa otra opción que tiene chances reales de derrotar a quien no quieres que acerque sus pasos a La Moneda, ya sea del Frente Amplio o de Chile Vamos.
Puede que sea cuestionable entender el voto desde la motivación de querer que un candidato no salga dando la preferencia (aunque no compartas sus ideales) a quien puede sacarlo de la carrera presidencial, pero si es mucho más efectivo que un voto nulo o en blanco que solo muestran un descontento que en la práctica no consigue efectos.