La película disponible en Netflix decepciona al ser otro popurrí de clichés ya utilizados y de paso entregar una premisa bastante racista. Le pongo un 2.

Como hijo de padres separados, todos los fines de semana que me quedaba en la casa de mi papá se me permitían hacer un montón de cosas que tenía estrictamente prohibidas en la casa de mi mamá.  Una de ellas era ver películas de terror, pasión que inculco desde los 7 años y motivo por el que mi abuela decía que era diabólico.

Por esta razón me alegré mucho cuando vi que en el catálogo de Netflix estaba disponible la película “Madre” del director Aaron Burns y producida por Nicolás López. El trailer proponía poner sobre la mesa la complicada situación de tener un hijo autista y recibir a una persona anexa a la familia para hacerse cargo de su cuidado.

Sin embargo, al final la película no es más que un híbrido de producciones mediocres estadounidenses que nos advierte sobre los supuestos peligros de tener una nana inmigrante porque nos puede robar nuestra familia a punta machitunes y rituales selváticos.

Una nueva desilusión que nos afirma que el cine de terror chileno es una causa perdida donde priman intentar que los efectos especiales se vean reales por sobre la línea argumentativa o dramática.

Inevitablemente, las películas de Nicolás López siempre cuentan con elementos que se repiten sin distinción de género: el uso excesivo de redes sociales como forma de comunicación y a Ignacia Allamand en su papel tipo amiga cuéntame que onda que te pasó.  

Lo que el cine de terror chileno necesita actualmente es originalidad, caras nuevas y entender lo que realmente nos asusta. La sangre y el gore de The Green Inferno –de Eli Roth y nuevamente producida por López- no logró ser más que remix al spanglish de Holocausto Caníbal convirtiendo esta gran promesa en otro reciclaje que no superó las expectativas.

Somos una sociedad forjada mediante un contexto oscuro y al alero de diferentes misticismos regionales que lamentablemente no han podido ser extrapolados de forma óptima al cine de terror.

¿Por qué diferentes cineastas eligen usar elementos norteamericanos y tratar de chilenizarlo lo más posible para presentarlo como una novedad?

Probablemente sea por un tema financiero. Quizás directores como Pablo Illanes y Jorge Olguín solo pretenden homenajear a sus ídolos de la infancia con películas como Baby Shower o Sangre Eterna sin mayores ambiciones.

O tal vez, la vida real es demasiado terrorífica como para sentir miedo con una película. Tratar de vivir con el sueldo mínimo, tener 20 años y salir de la universidad sin trabajo y con una deuda con el CAE, imaginar a José Antonio Kast de Presidente, pensar en la jubilación, subirse al metro en hora punta, son escenarios que sí dan mucho miedo. C