Para que te lo pienses tres veces antes de comportarte de forma prepotente con las personas que se encargan de llevar la comida a tu mesa.
Ya. Ya. Antes de que empiecen a apedrearnos, sí, vimos esta idea en Vice hace un par de semanas y nos picó tanto la curiosidad por conocer casos en Chile de lo mismo, que fuimos y lo hicimos. ¿Acaso no se puede?
Y bueno, resulta que como uno podría sospechar, hay un montón de casos de mozos que se toman revancha de las personas que se comportan como idiotas cuando salen a comer o tomar.
Ármese de valor para leer estos testimonios.
Jaime: “Mi jefe era un rancio que escupía en la comida de sus propios clientes”
“Siempre me he llevado bien con los clientes. He tenido buena onda todas las veces que he trabajado garzoneando de forma particular, pero también siempre he visto cosas asquerosas. La gente –sobre todo los trabajadores más viejos- se sienten pasados a llevar por los malos tratos y se desquitan escupiendo la comida de los clientes.
En un restaurant de Rosario Norte en Las Condes, trabajé con el dueño del local que también se dedicaba a atender. El tipo tenía unos 50 o 60 años y una pésima memoria, siempre se equivocaba con los pedidos y se enfurecía cuando le corregían. Cuando tenía que cambiar los platos, le echaba litros y litros de escupo a la comida y después se quedaba mirando como los clientes se comían sus babas…
La verdad es que siempre me tuvo buena y me contrataba cada vez que podía. Yo también era amigable con él, pero la verdad es que lo considero un viejo rancio.
Renata: “Les dábamos micheladas especiales”
Trabajé en un bar de Apoquindo y teníamos que tolerar a clientes muy ebrios casi a diario. De hecho, un tipo una vez se vomitó encima y apagó tele en la mesa. Tuvimos que despertarlo y limpiar su asquerosidad. En fin, este tipo de situaciones pasaban casi a diario junto a clientes prepotentes. Cuando la situación era extrema, le dábamos michelada con jugo de piña en vez de limón. Nunca reclamaron.
Sofía : “Le poníamos comida picante a los clientes”
Trabajé durante mucho tiempo en un local de Sushi en la Avenida San Martín, en Viña del Mar. Los clientes eran insoportables y su prepotencia me deba una rabia tremenda. Durante una semana vino todos los días un tipo que parece que era alemán. Un día llegó preguntando por el maricón, refiriéndose a un compañero de trabajo que es gay. Se negó a ser atendido por mi amigo, le tiró los platos por la cabeza y me rompió un dedo cuando cerró la puerta del local después de que lo sacamos a la fuerza. Ese tipo de trato recibíamos, para que se hagan una idea.
Otro tipo de cosas que me molestaban eran los chasquidos, y los comentarios como “pendeja inútil”. Ahí les servía la bebida con bombillas que habían estado en el suelo o simplemente no los atendía por maleducados.
La verdadera venganza era cuando nos poníamos de acuerdo con los chefs y le poníamos picante a la comida. Después mirábamos como los clientes transpiraban y se quejaban, pero lo tenían más que merecido.
Diego : “Los garzones escupieron la comida de Carlos Larraín”
Carlos Larraín ( ex senador RN) vino a comer al restaurant donde estaba trabajando. El come en lugares con VIP, espacios cerrados donde puede obtener privacidad. Durante su estadía, los garzones se jactaron de escupir en todos sus platos, específicamente sobre su lomo con tallarines.
Para disimular, mezclaban los escupitajos en la maicena que se usa para preparar el jugo de la carne como salsa.
Felipe : “Necesito contarles sobre las malas madres de Reñaca”
Trabajé en un restorán de Reñaca el verano del 2014. Nunca había garzoneado y no sabía qué esperar. Me tocó la terraza de noche, donde se sentaron puras señoras cuicas estilo la tía Sonia, la mamá de Nicolás Massú.
El grupo de señoras comenzó tomando pisco sour hasta que se les pasó la mano y terminaron apagadas de tele en la terraza. Como buen garzón principiante, las ayudé y no me soltaron más. Dos señoras me rogaron que las fuera a dejar a su departamento, en la esquina donde está el Banco de Chile en Reñaca. Terminé aceptando por 5 lucas y tuve que abrir la cama, acostar y cerrar por dentro el departamento con dos viejas semi moribundas.
El grupo de señoras frecuentaba tanto el lugar, que les pusimos “Las Malas Madres”: típicas señoras teñidas gastándose la plata del marido, secas para el pucho y el sour.
Jennifer : “Me vengué de un chef odioso”
“Estudio gastronomía y tengo un ramo donde simulamos tener un restaurant. Se invita gente a almorzar y cuando me tocó pasar por garzona, fue un chef invitado. Era insoportable: miraba el plato por debajo para ver si estaba manchado, decía que la comida estaba caliente, después decía que estaba fría o que las porciones eran chicas. El tipo me tenía podrida.
Cuando me tocó servirle vino, di vuelta la copa entera en su cara. Se manchó su comida, sus pantalones, todo. Se enfureció, se paró de la mesa indignado y quería que se me castigara por este “accidente”. Sin embargo mi profesor le explicó que soy alumna y que estas cosas pasan…pero obvio que lo hice a propósito”.
Braulio: “Me llegó a dar pena y asco”
“Estaba garzoneando en un restorán de hamburguesas en Providencia, había un tipo, de la tele, que siempre iba. Y la verdad nunca me hizo nada, simplemente me caía mal de presencia y sus opiniones. Solamente eso. La vez que me tocó atenderlo, fui a la cocina a buscar su pedido y de camino a su mesa, me escondí en un pasillo y le eché un escupo tremendo a su hamburguesa. Se la serví, me dio las gracias y fue muy amable. Me sentí horrible. Solo para sentirme peor por lo que había hecho me quedé viendo y te juro que me dio una sensación terrible de pena y asco. Quería ir a quitársela pero obviamente iba a ser peor. Nunca he vuelto a hacer una cosa así”.