¿Qué puede pasar en una quinta entrega de una película sobre dinosaurios vs humanos? Más de lo mismo.
Por Ignacio Basualto
En 1993, Steven Spielberg revolucionó la industria con Jurassic Park, una película de aventuras que no solo se encargó de posicionar a los dinosaurios en la gran pantalla, sino también de seguir con el dilema moral humano-ciencia-animales (es decir, el de la modificación genética) a la esfera cinematográfica. Veinticinco años después llega Jurassic World: El Reino Caído, quinta entrega de la franquicia y uno de los estrenos más esperados del año.
Si bien no es una gran película, en 2015 salió Jurassic World, la primera película de la trilogía “Jurassic World”, que se encargó de recordarle al público que los dinosaurios aún son un tema para la ciencia ficción. La nueva entrega se sitúa años después del final de la primera trilogía, en medio de un debate político y social sobre si los dinosaurios que viven en la abandonada Isla Nublar deben ser salvados de una inminente explosión volcánica. ¿Debe el humano interceder por estas criaturas y prevenir una nueva extinción? ¿O el camino indicado es dejar que la naturaleza siga su curso?
Juan Antonio Bayona (El Orfanato) asume la dirección de esta secuela y desde las primeras tomas su trabajo se hace evidente. El Reino Caído es visualmente alucinante y no necesariamente por los increíbles efectos especiales en el diseño de cada uno de los dinosaurios (algo que a esta altura es casi un requisito mínimo). La gran fortaleza del filme es su meticuloso juego de cámaras y CGI; cada toma y secuencia parece cuidada al detalle, utilizando con ingenio las sombras, colores y sonidos para crear suspenso en varias secuencias.
Bryce Dallas Howard y Chris Pratt repiten sus roles de Jurassic World, pero, sin embargo, los momentos más emotivos de la cinta provienen de la
velocirraptor Blue, particularmente cuando conocemos en profundidad los orígenes de su relación con el personaje de Pratt. Y aquí es donde comienzan los problemas, que no son
pocos, pues resulta bastante decepcionante que la emoción venga de los dinosaurios con poco y nada de tiempo en pantalla, en lugar de los humanos que transitan por la película durante más de 2 horas. Colin Trevorrow, guionista del filme, abusa de la repetición de la fórmula clásica de Jurassic Park, cayendo en varios lugares comunes de la
franquicia. Si bien el primer acto (el rescate de los dinosaurios de la isla) logra grandes momentos visuales y de tensión, la película toma una decisión en cuanto a su narrativa para convertirse en algo completamente distinto.
Y claro, es efectivo, divertido a ratos, aunque tristemente poco ingenioso. Ya dijimos que Jurassic World no es una gran película, pero al menos sale adelante con algunos conceptos nuevos, como la creación de un dinosaurio híbrido (Indominus Rex) o la relación que puede existir entre humanos-raptores. Por el contrario, en El Reino Caído hay muy poco para descubrir, muy poco que nos pueda sorprender. Esto es algo decepcionante, tratándose de una franquicia cuya lógica inicial siempre fue dejar al espectador (de la mano de los propios personajes) con la boca abierta, impactados por ver algo que se creía imposible.
El gran pecado de esta entrega es apuntar ser una cinta excesivamente transitoria, más preocupada de atar cabos para el siguiente film de la trilogía que de elaborar una historia coherente, potente y con personajes que estén a la altura. Está bien hecha desde lo visual, maravillosamente dirigida y filmada, pero con muy poco que aportar desde lo conceptual y narrativo. Probablemente sea un buen rato, una buena tarde disfrutando de la aventura con dinosaurios devorando gente y destruyendo todo lo que encuentran a su paso. +
Y eso es divertido. Nada más.