Todos hemos experimentado la culpa, e independiente de los lugares desde los que nazca está presente casi por obligación en nuestros cuerpos, en nuestras cabezas y en las maneras en las que nos relaciones con el otro, con sentimientos que nacen desde esta misma culpa como el miedo o las inseguridades.
Sentir culpa parece ser algo natural, algo con lo que te enseñan a vivir y despojarte de ella y sus consecuencias puede llegar a parecer imposible. Pero no lo es. Sin embargo, hablaremos sobre cómo esa culpa infantil, que nace en los primeros años de vida puede mutar hasta una depresión severa en la adultez.
E incluso podría ir más allá de eso. Los científicos de la Universidad de Washington en St. Louis descubrieron que la culpa “excesiva” en niñes podría estar relacionada con la parte del cerebro que está conectada a los controles de trastornos mentales.
Durante 12 años los investigadores observaron la ínsula del cerebro, en ella se regula la percepción, la autoconciencia y las emociones. Las ínsulas se han vinculado con la ansiedad, depresión, esquizofrenia y otros trastornos del ánimo.
Tomaron una muestra de 145 cerebros de niñes en edad escolar, además pidieron a sus apoderados que identificaran sentimientos de culpa en la cotidianidad de la vida de estos menores. Uno de los hallazgos fue que los sentimientos de culpa extrema estaban altamente relacionados a las ínsulas más pequeñas del cerebro.
“En los niños que tenían altos niveles de culpa, incluso los niños que no estaban necesariamente deprimidos, tenían un volumen de la ínsula más pequeño, y ese menor volumen de la ínsula anterior predice la aparición posterior de depresión”, dijo Joan Luby, una de las científicas a cargo de la investigación a The Atlantic. “Esta investigación sugiere que las experiencias de la primera infancia afectan la forma en que se desarrolla el cerebro”.
Estos son unos de los primeros estudios relacionados a los sentimientos de la culpa en los niños y sus consecuencias físicas en los cerebros. “Se han realizado muchos estudios de comportamiento con niños”, continuó Luby. “En términos de cambios cerebrales en los niños … hay muy poca información sobre eso”.
En un estudio publicado el año 2013 por científicos de la Universidad de Jyväskylä, Finlandia, se encontró que las técnicas de crianza que crearon culpa en los niños ayudaron a desarrollar angustia e ira durante días.
Otro estudio demostró que los padres que inducían la culpa hacía que los niños se internalizaran con sus problemas. La depresión y la ansiedad son enfermedades clásicas de trastornos internalizables.
Una de las preguntas que nacen a partir de estas investigaciones es si la vida posterior del niño es la que le lleva a desarrollar estos trastornos o si es algún factor biológico. New dice que no importa en los contextos clínicos.
“No es que ese síntoma vaya a desaparecer”, explicó. “Lo importante es que practicamos la intervención temprana y la prevención”.