Con sus felicitaciones que cayeron en la adulación al nuevo presidente de Brasil, Sebastián Piñera demostró que su autoimpuesta definición de “ser de centro derecha” no fue más que una careta que terminó de caerse.


¿A dónde va América Latina? Es la pregunta que nos hacemos tras el triunfo de Bolsonaro. La pregunta adquiere una preocupación más cercana cuando vemos que la respuesta de nuestro gobierno y su coalición ha sido derechamente de adulación al ahora presidente ultraderechista de Brasil.

El gobierno lleva coqueteando lo suficiente con la ultraderecha en el mundo como para darnos a entender que su discurso hacia el centro cambió de forma definitiva, incumpliendo una vez más la promesa de ser el organismo conciliador entre las ramificaciones políticas del continente.

En su primera entrevista como presidente electo, Sebastián Piñera defendió su gabinete asegurando que gobernaría bajo los preceptos de la centroderecha -liberal en lo económico y transigente en ciertos temas sociales-, haciendo un mea culpa hacia su primera gestión gubernamental.

“Yo no soy el mismo del año 2010. Y tengo plena conciencia de que me va a tocar liderar un Chile en un mundo nuevo, con desafíos y oportunidades nuevas y una ciudadanía muy distinta, más empoderada, muy consciente de sus derechos y a veces no tanto de sus deberes” aseguró para El Mercurio.

A menos de un año de esta afirmación, el panorama discursivo del presidente -y la falta de menciones hacia temas de contingencia- ha cambiado de forma radical.

La primera gran contradicción de Sebastián Piñera con su discurso inaugural fue la falta de consecuencia para responder al petitorio de las manifestaciones feministas a principio de este año. Tras lanzar una agenda a favor de la igualdad de género -en la que no mencionó la palabra feminismo durante los 24 minutos en los que conversó sobre los tópicos a tratar- reconoció no saber que significa el término cuando fue cuestionado por la periodista Mónica Rincón.

También conforme pasaron los meses han transcurrido una seguidilla de comentarios impropios como cuando le dijo a la diputada Maya Fernández (PS) “Tan linda que se ve y tan dura que es” además del reciente principio de la minifalda que desató críticas en los medios de comunicación.

Ambas -y más- situaciones son tildadas de Piñericosas como un método disociativo ante la falta de empatía en una época donde los cambios deberían comenzar con el ejemplo del poder ejecutivo.

El mismo mes, el presidente presentó al Grupo Fuerza Especial de Tarea de Carabineros en la Región de La Araucanía compuesto por 80 oficiales entrenados en Estados Unidos y Colombia con el objetivo de “contener el terrorismo en la región”.  Dentro del plan se contemplaron dos camionetas Tundra, dos carros Mowag además de drones.

Pero el acercamiento progresivo a una tendencia culminativa que abandona el centro tuvo su punto de inflexión con la reunión con Donald Trump. Criticado por la forma en que se presentó frente a uno de los gobernantes más criticados de la época contemporánea, Piñera llegó con un meme que aseguraba plena lealtad al gobierno norteamericano.


Pero la principal causa de este acercamiento a la derecha radical funciona como una respuesta a las críticas impuestas por personajes que componen esta ala conservadora.

José Antonio Kast, por ejemplo, afirmó de forma enfática para una entrevista a la Tercera que “este es un gobierno que la falta carácter”.

La respuesta gubernamental ha sido complacer a los sectores más radicales como sucedió el sábado durante la “Marcha por Jesús” que terminó con miembros de la comunidad LGTBIQ+ agredidos por grupos homofóbicos. Pese a que hubo niños involucrados entre las golpizas, el gobierno castigó el actuar de la llamada izquierda radical recalcando la función de la marcha (que se congregó como una forma de respuesta en contra de la llamada ideología de género).

Hasta Unión Demócrata Independiente (UDI) se mostró molesta luego de la visita de Jaqueline Van Rysselberghe y José Antonio Kast a Bolsonaro previa a las elecciones. Sin embargo, Piñera continua por esta línea felicitándolo tras su triunfo e invitándolo a nuestro país.

El mensaje dio resultado y Chile será el primer país que Bolsonaro visite como gobernante.

Pero respondiendo la pregunta inicial, América Latina se encuentra en la entrada de una tendencia alarmista acompañada de un discurso de odio que nuestro gobernante acepta y promueve. La mejor estrategia fue convencer a los votantes de una centroderecha resolutiva que nunca llegó y si hacemos una pequeña introspección, descubriremos que nunca fue.

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