Adiós 2018.

Anoche una turba iracunda pateó en el suelo a un grupo de cinco carabineros. Horas antes una turba iracunda de carabineros pateó en el suelo y dejó inconsciente a un joven que los increpó por casi atropellar a su perro.

Ayer un diario de circulación nacional sacó indecentemente de contexto a Maite Orsini para hacer parecer que la diputada de RD estaba haciendo un llamado a la violencia política cuando en realidad lo que había dicho era que consideraba legítimo el derecho a no dejarse asesinar.

El fin de semana vimos el cobarde y vil ataque de un conductor de radio Agricultura, Gonzalo de la Carrera, difundiendo una mentira terrible: republicó una falsa entrevista a Camila Vallejo donde hacía apología de la pedofilia.

Vimos a dos tipos entrando a un casino en auto intentando destruir todo y a todos a su paso.

Todo eso en menos de una semana.

Haciendo recuento del año y solo a vuelo de pájaro:

Escuchamos al comandante en jefe del Ejército reconocer que había militares que le vendían armas a los traficantes de drogas.

Vimos a carabineros de Chile asesinando a un joven mapuche por la espalda. Los vimos bajar su cuerpo del tractor en el que iba como si fuera un saco de papas. Los descubrimos mintiendo respecto a lo que había pasado en no una ni dos ni tres veces sino que casi una decena.

Nos enteramos de tres mujeres que fueron acuchilladas mientras marchaban exigiendo sus derechos reproductivos. Vimos el surgimiento de una policía paralela agredir y secuestrar en buses municipales a vendedores ambulantes. Nos enteramos que el VIH se disparó en Chile y entendimos de inmediato que los culpables eran quienes durante años entorpecieron y boicotearon las campañas de educación sexual, prevención y tratamiento.

Hemos visto con horror el surgimiento de espantosos “nuevos referentes” políticos que han encontrado en la confusión y la frustración y el miedo un caldo de cultivo para buscar conducir al país a la intolerancia y al engaño de que darle más poder a los más poderosos es sinónimo de estabilidad y seguridad, en un mundo que no es estable, que no es seguro.

El 2018 será, dentro de muchas cosas, recordado como el año en que la derecha “salió del closet” y se reconoció pinochetista, o ya bueno, siendo más rigurosos, aceptó que dentro de “la diversidad” de sus filas había harto pinochetismo y que exigían que eso se respetara. Y están dispuestos a mentir y agredir para lograrlo. Y que están dispuestos también a cargarse a los que menos pueden defenderse para demostrar su maldad: migrantes, minorías sexuales, enfermos, menores.

Son tiempos violentos. De eso no cabe ninguna duda. La violencia ya no se manifiesta solamente en la brutalidad de la desigualdad. Ahora es pus caliente y espeso brotando de una cicatriz quebrada e infectada que cubría las heridas de un país enfermo, uno que nunca sanó realmente y está endeudado, desilusionado, cansado, triste.

Nadie sabe lo que va pasar, pero todo parece indicar que la violencia solo irá en aumento. No es por ponerse hippie, pero hay que abrazarse harto, con las amistades, la familia, quererse y disfrutarse. Meterle energía de amor a esta mierda.

De acá para adelante solo queda apretar los dientes y seguir trabajando con la finalidad de que el 2019 sea luego recordado como el año en que se demostró que no hay espacio en este mundo para la intolerancia ni para el avance de estas fuerzas siniestras, con corazón, razón, sentido común, humor, empatía y unión.