En la muestra colaborativa “Androdecadencias”, Daniel Estrada exhibe obras que incluyen a 14 mediáticos hombres para cuestionarse “qué es ser hombre en Chile”.
Por Sergio Vallejos
En su pómulo izquierdo, bajo su ojo, Daniel Estrada de la Cruz (33) lleva una cicatriz.
“Fue una paliza que me dieron cuando tenía como 22. Estaba en la calle con dos amigos, y seis tipos me rompieron la cara por nada”. Según recuerda, la herida necesitó 8 puntos de sutura.
Estrada y el pleito: “Mirando para atrás pienso que todo fue un impulso súper bestia. Hubo un cruce de palabras al principio y al final todo se arregló a los combos. Como se decía antes y se sigue diciendo ahora: a lo hombre”.
¿Pegaste algún combo de vuelta, Estrada?
No sé, quizás, todo pasó súper rápido. Igual, siempre he tendido a ser pacífico. ¿Si he pegado combos antes? Sí, me acuerdo que alguna vez le pegué un combo a un amigo, pero fue de curado. No estoy orgulloso de eso.
Lejos de su atribución de peleador callejero o de bebedor carismático, el señor Estrada es desde hace algún tiempo artista visual de la U. de Chile, labor que últimamente lo ha tenido observando lo que él llama “ser un hombre en Chile”. Parte de esa visión la plasmó en “Androdecadencias”, exposición colaborativa presentada en Galería Nemesio Antúnez (UMCE, José Pedro Alessandri 774, Ñuñoa), donde nuestro protagonista mostrará hasta el jueves 24 dos obras.
Su primer trabajo está formado por 4 placas de acrílico, iluminadas por una lámpara que proyecta y amplifica la imagen en cuestión: el rostro del futbolista Arturo Vidal, estilizando todos sus rasgos y su mohicano tan característico. Su título es “Vidal Pantokrator”.
La segunda obra es un vitral empotrado en una ventana de la galería, compuesto de 13 retratos pertenecientes a personajes conocidos en Chile en ámbitos como la cultura, la política, el deporte y la farándula.
Ahí aparecen entre otros Tito Fernández, Álvaro Corbalán, Johnny Herrera y Miguel Piñera, junto a figuras de monstruos y marcas publicitarias. La creación fue bautizada como “La iglesia del hombre (carece de muros)”.
“Yo presento una suerte de experiencia iconográfica, remitiendo a ciertos actores que identifico como hombres hipermasculinizados o que han cultivado una excesiva masculinidad, que podríamos llamar incluso como tóxica considerando los resultados de algunas de sus acciones. Eso es lo que une dentro del imaginario a figuras tan complejas y divergentes como ellos”.
¿Por qué ellos y no otros chilenos?
Si bien hay una decisión personal, me interesa rescatar ese desajuste entre la persona y el personaje mediático que representan. Hay algo también ahí que no es muy distinto a la estrategia del pop en utilizar figuras de la farándula, de la TV y de la música, pero desde una estrategia de cuestionamiento a lo que genera el ícono, a la figura, la estrella. De alguna u otra manera, todos estos personajes tienen o han alcanzado ese estatus.
¿Qué te pasa con Arturo Vidal?
Veo a Vidal como un héroe nacional para muchos, también imagen icónica del ser masculino chileno. En estos tiempos el deporte no sólo emerge como aglutinador del patriotismo, también construye y levanta imaginarios de hombría e ideal masculino. Vidal salió de la nada para volverse una superestrella millonaria, atleta talentoso y exuberante en todo sentido: tiene una capacidad física impresionante, juega en el mejor equipo del mundo, choca Ferraris, toma cuando quiere, veranea donde quiere, hace lo que le plazca. Todo en su vida parece un exceso. Pero eso no creo que sea algo exclusivo de Vidal, yo creo que él replica algo que sintió desde joven: que el éxito venía de la mano con esa forma de ser. La valía del hombre tiene que ver con ciertas cosas, que ojo, no siempre se leen como negativas. Yo sé que Vidal por ejemplo, a través de lo que muestra, es un buen hijo con su madre, buen padre con sus hijos, eso también refleja sus valores tradicionales.
¿Y Tito Fernández?
Ocurre algo interesante con el ídolo, pareciera que ellos viven ajenos o impunes a la realidad que después les explotan en la cara. Ese mismo círculo donde se van formando estos ídolos los inhiben de reconocer esas prácticas como cuestionables. Piensa lo que pasó por ejemplo con Kevin Spacey, que tenía ciertas conductas y mucha gente alrededor, a pesar de verlas y saberlas, no hacía nada por detenerlas. Me pasa un poco lo mismo con Tito Fernández. Él literalmente construyó un culto en torno a su figura.
También incluiste una imagen de Rafael Garay.
Antes de sus líos judiciales referentes a sus estafas, y antes de que afloraran todas sus mentiras, Rafael Garay era supuestamente otro modelo del chileno exitoso. Su imagen estaba vinculada al control, la seguridad, aparecía por ejemplo en televisión dando consejos con total autoridad sobre las proyecciones económicas de cualquier cosa. Lo hacía con trajes a la medida, con presencia y con voz grave.
¿Criticas a estos hombres en tus obras?
Partamos de la base que una obra artística es pensamiento hecho cuerpo, hecho objeto. No es una reclamación, no es una bandera, hay que entender eso. Se trabaja desde el principio de que es la ficción que permite reflexionar sobre algún tema muy real. Desde ese sentido la obra trasciende una idea, y va más allá de abrazar una bandera. Presenta las bases para que ese pensamiento emerja.
¿Por qué metiste a Álvaro Corbalán en tu trabajo?
Probablemente es el más violento de todos. Durante los 80 él tuvo una relación extraña con el mundo de la bohemia, la farándula, con los artistas del entretenimiento. Hay una relación paradójica entre todo ese mundo y las acciones que realizó en dictadura. Eso me interesaba. A pesar de todo, también vendía una imagen de hombre exitoso.
En uno de los retratos de tu vitral está Carlos Alarcón, el sargento de Carabineros acusado de ser el autor de la muerte del comunero Camilo Catrillanca.
Me interesan también referentes más inmediatos como el del sargento Alarcón, este efectivo del GOPE imputado por el Caso Catrillanca, quien apareció en un video que se hizo viral. Me llama la atención su manejo al hacer un video explicando lo que pasó, me llama también la atención su elección al representarse, salir hablando con esta polera-armadura de Batman, la que le habla a su propia comunidad, que es el GOPE. En su proceder de mediatizarse hay toda una construcción sutil y hegemónica de lo que es ser hombre. O sea, el hecho de que él salga como Batman, que quizás se crea Batman, es interesantísimo de notar. A mi entender pareciera que dentro de la sociedad actual no hay una identificación con modelos o ideas políticas fuertes de la modernidad. Y mucha gente se reconoce en figuras de la ficción como Batman o en marcas de lujo, que es también muy decidor del modelo mismo.
¿Qué te interesaría mostrar con todo esto?
En el campo de lo público siempre pareciera que la sociedad limita y regula el comportamiento de los cuerpos. A mí también me interesa lo que ocurre en el campo subjetivo, lo simbólico, eso me importa abordar. Me interesa qué es lo que ocurre dentro de la mente de tal persona que estaba siendo legitimada, pero que bajo este contexto ya no lo está.
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