por Hernán Melgarejo
Cabinas habilitadas para tener sexo y mirar cómo otros lo hacen; una pieza erótica a la que se entra con los ojos vendados; y una pirámide humana de cuerpos desnudos son algunas de las cosas que vimos en un evento subterráneo contrario a todos los prejuicios.
Jóvenes profesionales que uno podría toparse en cualquier Starbucks de Providencia. Gays y lesbianas con sus parejas. Personas de más de 40 años. Gente con atuendos sadomasoquistas; gringos notablemente empastillados; zorrones que podrían ser miembros de la banda “La dieta del Lagarto”; amantes de la música electrónica; drag queens; performers; transexuales; gente curiosa; parejas de casados; un hombre en silla de ruedas. En total son más de 700 personas compartiendo en un mismo evento: la fiesta FAE, la fiesta erótica más impresionante y diversa de Santiago.
Desde que bajé al subterráneo donde se hizo la fiesta vendría una sorpresa tras otra: una amplia barra de bar con nada que envidiarle a la de cualquier discoteque de Santiago; un guardarropía un piso más arriba; y dos baños en otro piso. Sonaba Donna Summer con Hot Stuff y ya había cerca de 300 personas bailando.
Estaba claro de que no se trataba de una fiesta roñosa e insegura. Sino todo lo contrario: de un espacio cómodo habilitado para vivir una nueva experiencia. Era como haber entrado a una realidad paralela donde a diferencia de lo que sucede en lo cotidiano, no existía ningún prejuicio de género ni sexual. Todo esto me quedó claro en los primeros minutos. Y eso que a esa altura de la noche aún no había pasado nada de lo que iba a pasar.
Aún no empezaba la experiencia erótica.
La historia de las fiestas FAE
En 2014, Beatriz Saldaña junto a un grupo de colaboradores fundó en Chile el “Festival de Arte Erótico”, pensado originalmente como un espacio donde la gente pudiese ir y debatir sobre erotismo, sexualidad y arte a través de charlas, exposiciones y performances en distintos formatos. Este evento sigue desarrollándose el mes de diciembre de cada año de manera completamente auto-gestionada. Y como forma de reunir dinero para llevarlo a cabo, nacieron las fiestas FAE.
Carol Mockridge, productora general del evento, me contó sobre la misión de estas fiestas que versión a versión ganan más público: “El objetivo es crear un espacio seguro donde las personas puedan vivir su sexualidad. Es una instancia donde la gente entra, se siente cómoda, se siente en confianza para liberarse y sacarse los prejuicios. No es una fiesta erótica para cuerpos hetero normados. Todo lo contrario: es una fiesta erótica para cuerpos que quieren disfrutar y quieren sentir placer”.
Aunque que no sea hetero normada no quiere decir que sea una fiesta exclusivamente LGBTI. “Esta no es una fiesta homosexual, no es una fiesta lésbica, no queremos trabajar con clasificaciones. No nos interesa clasificar a las personas por su condición o su identidad sexual. Es un espacio libre para quien quiera disfrutarlo. Lo que sí nos interesa es el consentimiento”, dice Carol, que enfatiza en la importancia de la experiencia. “Tú entras a la fiesta y te encuentras con un espacio que está armado estéticamente y performáticamente para que la gente vaya y viva una experiencia”.
Y efectivamente los objetivos se cumplen.
La experiencia erótica
En la fiesta hay cinco instancias que completan la experiencia erótica. La primera es la básica: la pista de baile. Desde techno hasta funk brazuca sonaron durante las casi ocho horas de fiesta, y en la pista las personas bailaban de forma sensual y expresiva. Ver tríos y hasta cuartetos besándose no eran algo fuera de lo común. Ver hombres y mujeres a torso desnudo estaba completamente normalizado. Tampoco me pareció extraño, en este contexto, que alguien se me acercara a pedirme un beso y que después de habérselo dado se haya perdido en la multitud.
“Me gusta que cada uno esté en su volada. Nadie te obliga a nada”, me comentó una conocida que contra todo pronóstico me encontré en la fiesta. Y es que así como había experiencias que rozaban lo sexual en la pista, también había cientos de parejas y personas bailando como en cualquier otra fiesta electrónica. Como decía mi amiga, cada uno en su volada.
La segunda instancia erótica son las performances que ocurren en todo momento. Desde cosplay de personajes de ciencia ficción, hasta uno de los peak de la noche: la ya célebre Desperformance.
La cosa es así: Cerca de las 2:00 AM casi una veintena de personas se reúne en un punto frente a la barra del bar y empieza a gemir simulando un orgasmo. Luego de que el orgasmo llega, las personas empiezan a quitarse la ropa. Una vez desnudos se abrazan, se tocan y se besan. Van hacia otro lado y forman un círculo de desnudos mientras una de las performers canta ópera. Posteriormente comienzan a treparse por las paredes del lugar hasta terminar formando una pirámide humana de cuerpos desnudos.
El acto es seguido y aplaudido por la gente.
Esta “Desperformance” ha tenido tanto impacto en las últimas versiones de las fiestas FAE que ha sido llevada a cabo en otros eventos como Noche Africana, en la fiesta electrónica Recreo, y en el último video del grupo Reptilian Beats llamado “Maleza”.
La otra instancia erótica era una sesión de “Hot Cam” realizada en directo desde una especie de carpa ubicada en la misma fiesta, y transmitida dentro del evento a través de un proyector. Pero sin duda la instancia estrella de la noche era otra: la pieza erótica.
Así como Fantasilandia tiene siempre un juego que acapara la mayor cantidad de público, la pieza erótica desde que abrió -cerca de las 2:30 AM- concentró una enorme fila de gente que quería vivir la experiencia de entrar ahí. Y por supuesto, entré.
Al llegar a la puerta de la sala, una mujer con capucha sadomasoquista me vendó los ojos con una cinta negra. Luego me condujo al interior de este espacio totalmente a ciegas. Y ahí adentro comencé a sentir cómo me tomaban la mano, me tocaban la espalda, me respiraban en el cuello y me daban uva. Cuando comenzaba recién a relajarme me llevaron nuevamente a la salida. Mi experiencia se había acabado.
“La experiencia de la pieza erótica va dependiendo del consentimiento de la persona que entra”, me explicó después Carol. Así que como en toda primera vez, posiblemente mi nervio me jugó en contra.
La última instancia erótica es para aquel que va a darlo todo: la sala PUP. Se trata de un espacio habilitado con cabinas de madera donde la gente puede entrar y tener sexo. Pero a la vez estas cabinas tienen unas rendijas por donde todo interesado puede observar como las parejas o tríos tienen sexo. Aún así, algunos ni siquiera se molestaban en entrar a la cabina y tenían sexo afuera de ellas.
“Esta sala nace en la última versión del Festival de Arte Erótico y es una instalación de Gabriel Rojas, que es un artista visual”, me contó Carol. “Él ha querido seguir mostrando la obra con nosotros”.
A las 6 de la mañana Santiago amanece pero la fiesta sigue tan intensa como toda la noche. Emprendo mi retirada, pero la experiencia de la FAE no termina en la fiesta misma. En muchos casos sigue por un buen rato. “
Nos pasa que hay personas que viven en la fiesta su sexualidad y recurren a ese espacio para liberarse, pero también hay gente que nos dice oye yo nunca me había sentido bien con mi cuerpo y gracias a ustedes estoy trabajando mi rollo con mi cuerpo, con mi sexualidad” explica Carol.
Y agrega: “Queremos que el día de mañana la gente haga comunidad afuera. Que este no sea un servicio que vas a ocupar y desechas. Que la gente se sienta dentro de una comunidad. Una comunidad de respeto a la sexualidad”.
¿Llegará el día en que Chile sea una gran fiesta FAE?