Empezaré esta columna con un cliché: no hay peor ciego que aquel que no quiere ver.
Nuestros centros de investigación electoral no tienen la mejor reputación, pero negar el amplio margen de popularidad que llevaba el apruebo por sobre el rechazo no es una cuestión muy académica. Lo indicaban todas las encuestas en enero: según Pulso Ciudadano el rechazo alcanzaba apenas el 14 %, en Cadem llegaba al 25 % y en CEP un 12 %.
También era cosa de comparar las multitudes de los viernes con las de los sábados, o de no sé, mirar un poquitito alrededor, vivir en la realidad.
Entonces. Que venga una senadora a decir que el rechazo “iba como avión” abre dos posibilidades: es una ciega porque no quiere ver, o cree que la población es estúpida y por eso se da el lujo de decir senda patudez. Ambas alternativas son igual de canallas, proviniendo de una autoridad.
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Eso sí ninguna de las dos cosas sorprenden, considerando que lxs políticxs chilenxs en general destacan históricamente por su desconexión con la realidad, por un lado; o que la UDI tiene en su manual de operaciones comunicacionales los principios nazis “de vulgarización” y “de orquestación”, ambos orientados a considerar que la población es tonta y por eso se le puede mentir en su cara.
Si creen que lo anterior es una exageración cito de forma textual ambos puntos del documento, respectivamente: “la capacidad receptiva de las masas es limitada y su comprensión escasa” y “si una mentira se repite suficientemente, acaba por convertirse en verdad”. Esto en un archivo oficial firmado por Jaime Guzmán.
Lo peor de este tipo de afirmaciones en específico, es que diversos estudios sostienen que muchas personas se suman a la opción ganadora, por lo que distorsionar la opinión pública afecta directamente en ella. A esto se le llama el carro de la victoria: si la opinión pública muestra a X persona como preferida, mucha gente votará por X para sentirse ganadora.
Podemos debatir que, ok, la parada winner en cualquier elección es algo básico y no necesariamente maquiavelíco. Pero acá ahondaré en un tema que va más allá del descaro de afirmar que el rechazo “iba como avión”.
“Ibamos subiendo con el rechazo fuertemente. Íbamos subiendo justamente porque estábamos hablando de política. En Chile, más allá de que había gente que decía ‘si usted cambia la Constitución, vamos a poder tener en su barrio más áreas verdes’, que era una falacia, a la gente en Chile le gusta el orden, la posibilidad de salir adelante, quiere un trabajo digno, quiere poder ganarse la vida sin tener que mendigar, quiere que las cosas funcionen, que las cosas sean justas y ese es el discurso nuestro”, dijo en una entrevista a Canal 13 que fue replicada íntegramente después por La Tercera sin ningún cuestionamiento.
Lo miserable de todo esto es usar a la pandemia como herramienta política para hacer campaña por el rechazo (o hacer campaña por cualquier cosa, francamente); y peor aún, argumentar la inviabilidad de una nueva constitución.
No olvidemos que en enero el argumento favorito de la UDI y JVR era “la violencia” (o sea, las manifestaciones): “No es posible redactar una nueva Constitución, ni siquiera ir al votar al plebiscito, con los niveles de violencia de hoy”, decía la misma Jacqueline en febrero.
Fancamente la desesperación de la UDI por buscar razones para no realizar el plebiscito es evidente. ¿Por qué tanta preocupación, si iba como avión?
Y JVR plantea algo bien interesante. “La gente va a darse cuenta lo que hemos perdido y por otro lado van a querer salir adelante. Hoy gente que antes estaba dispuesta a hacer el proceso ahora va a decir ‘dediquémonos a trabajar”.
Porque para ella, la gente –los patipelaos como dijo un día en un impresionante lapsus- están para trabajar. No criticar ni menos participar en procesos políticos.
Entonces pregunto: ¿Todo bien en casa, tía Keka?
Parece que no.