Cada vez la sociedad está más abierta al consumo legal, recreativo y medicinal de marihuana. Pero consumir cannabis, algunas veces, no resulta en un bajón de hambre o risas, sino paranoia y pánico. Aquí cuatro chilenxs cuentan el día en que se fueron en pálida. (Y un experto nos explica por qué pasa y cómo evitarla) 

Publicada el 20/04/2021.

Para quienes no han padecido la sensación de un mal viaje por marihuana o cannabis en primera persona, tenemos la definición científica: la pálida es una descompensación fisiológica provocada por un consumo excesivo o no controlado de drogas. Se presenta con una disminución de la presión, la cual genera dilatación de los vasos sanguíneos y entorpece la llegada de la sangre de forma adecuada al cerebro, de acuerdo a René Vidal, doctor en ciencias y neurociencias e investigador del Centro de Biología Integrativa de la Universidad Mayor.

La estructura química del THC, el ingrediente activo de la marihuana, es reconocido por algunos de nuestros neuroreceptores, afectando la forma de funcionar de las células nerviosas y la comunicación entre estas. El resultado se traduce en cuadros de excesivo relajo, o también de euforia, dependiendo del organismo que consuma la droga y de la dosis ingerida.

¿Cómo salvarse de la pálida? “Para remediar estos efectos se recomienda como medida inmediata consumir azúcar para aumentar los niveles de glucosa y respirar en ambientes abiertos. Y cuando las cosas se ponen más difíciles, es recomendable acudir al médico para realizar un lavado digestivo”, explica el experto.

Aquí cuatro historias de consumidores (o no tanto) que tuvieron experiencias dignas de ser contadas.

Laura probó la marihuana por primera vez a sus 51 años. Maneja sus propios emprendimientos de decoración y es mamá de 4 hijos de entre 20 y 30 años. Se describe a sí misma como una persona mística: practica yoga, meditación y lee el tarot. Por lo mismo, aconsejada por uno de sus maestros, decidió probar la marihuana en 2019 para potenciar su creatividad y su conexión con lo divino. Pero no sintió nada del otro mundo, sólo mucha risa.  

Su segunda experiencia la describe como salvaje. Una noche del 2020 estaba sola en su casa y bajó a la cocina. Sobre la mesa había un queque de cannabis de su hija menor, y aunque le habían advertido que tuviera cuidado con su consumo, Laura probó un pedazo y después se tragó un trozo completo. 

Media hora más tarde los efectos se manifestaron. Comenzó a sentir que flotaba sobre su cama, la veía más grande y los objetos alrededor parecían alejarse. Ella dice que estaba viviendo un estado de conciencia alterado. A pesar de entender que se trataba de los efectos producidos por el cannabis, lo que la aterró fue la duración de los eventos. Llevaba casi dos horas en un mal viaje. Y entre esto, apareció el espectro de su mamá, quien había muerto hace 8 años

Su imagen era vívida, la miraba directamente, y Laura dice que la intimidaba con regaños. “¿Por qué te pusiste a comer tonteras?”, le decía. Y en medio del trance, ella no entendía si estaba en su casa actual o en la de su infancia. Estaba completamente desorientada. 

En la escena, angustiada, del más allá irrumpió otra voz que le recomendó: “Come algo dulce”. A rastras volvió a la cocina y sacó cucharadas de dulce de leche. Sintió cómo rápidamente se disiparon los efectos. Intentó mantener la calma y se acostó en la cama hasta que se quedó dormida. Hoy, mirando este episodio con distancia, dice que lo volvería a hacer, pero no sola.

Ilustración por Christopher Cea.

El poder del K-pop

Andrea (24) se culpa por la pálida que vivió. A lo largo de su vida ha fumado pocas veces, generalmente lo hacía en reuniones sociales y porque alguien más le ofrecía. El principal efecto que le causaba la marihuana normalmente era la visión alterada: el mundo, según ella, se movía en cámara lenta y lo que miraba tenía márgenes oscuros, como las viñetas de un cómic. Pero para entender su mal viaje, primero hay que recorrer su historial médico.

En marzo de 2017, mientras organizaba una mudanza, un insecto le picó el tobillo. Tuvo una reacción alérgica inmediata en la zona, terminó en urgencias y sin poder caminar. En el hospital le diagnosticaron un problema renal y permaneció en la Unidad de Cuidados Intensivos por 13 días. Luego de varios estudios, los especialistas le dijeron que tenía vasculitis. Este padecimiento provoca la inflamación de los vasos sanguíneos, dificultando el paso de la sangre, pudiendo causar peligrosas hemorragias internas. Andrea se sometió a diálisis casi a diario y terminó con anemia severa.

La mañana del 5 de octubre de 2018  pasó al hospital para el tratamiento de rutina contra la anemia y después se juntó con una amiga cerca del cerro Santa Lucía. Después de almorzar, su amiga le ofreció marihuana y ella aceptó. Comenzó a sentir cosas raras, dice. Recuerda que empezó a ver todo en blanco y negro, y los sonidos se distorsionaron. “Era como si estuviera escuchando debajo del agua”, recuerda. “También empecé a ver puntitos, se me aceleró el corazón y sentí que me iba a desmayar”

Arrepentida, pensó que se iba a morir, y estuvo así por una hora. Su amiga, preocupada, le dijo que no se moviera, que ella conseguiría algo dulce para que pudiera recuperarse del mal viaje. Andrea se puso los audífonos y escuchó Seesaw, una canción del grupo BTS.  Pese a no conocer el idioma, sintió que podía entender cada palabra de la letra, y que podría, incluso, haber hablado en coreano. Estaba en el cielo.  

Su amiga llegó con un chocolate y tras darle un par de mordidas Andrea se emocionó y comenzó a llorar. Sintió que era lo más rico que había probado. El azúcar le permitió recuperar la visión a colores, volvió a ver el cerro verde y lentamente, recuperó el control de su cuerpo. Después de ese día, y tras ser víctima del pánico y la angustia, nunca más volvió a fumar.

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Ilustración por Christopher Cea.

Todo se derrumbó dentro de mi

Mariana (33) es profesora de historia y dice que tiene una relación más bien lejana con la marihuana. La probó por primera vez en la universidad a los 20 años. Cuenta que cuando ha fumado le baja la presión, y además de lo físico, empieza a sobrepensar las cosas y termina pasándolo mal. Por eso no lo hace, sin embargo, hace diez años vivió una experiencia que le confirmó su divorcio con el cannabis. 

Ese día llegó desde su trabajo a la casa que compartía con una roomate, a quien recién empezaba a conocer. Allí había una pequeña reunión entre su compañera de departamento y sus amigos, y Mariana decidió unirse y conocerlos. Armaron un pito, lo compartieron entre todos y ella fumó un poco, mientras tomaba cerveza. Un rato después, cuando se levantó del asiento, relata que vio frente a ella un derrumbe de montañas. Pese a estar en un lugar cerrado, sin vista a ningún cerro,  recuerda escuchar y ver rocas gigantes cayendo mientras se levantaba polvo por el derrumbe. 

Pensó que estaba viviendo un terremoto de magnitudes insólitas, y aturdida por lo que pasaba, perdió el conocimiento y se desmayó. Pasaron algunos minutos y cuando despertó, se dio cuenta de que la gente con la que estaba en la mesa no había sentido lo mismo que ella. Después de explicar que estaba mejor, se volvió a unir a la reunión intentado bajarle el perfil a lo que le pasaba. “¿Por qué no lo sintió el resto?”, se preguntaba. 

Minutos después volvió a levantarse para ir al baño y revivió el derrumbe. Perdió el control de su cuerpo y se desplomó. Cuando abrió los ojos sintió vergüenza porque, mientras el resto la miraba desconcertado, ella sabía que lo que estaba viviendo era un efecto de la marihuana. Intentó por segunda vez mantener la calma y volvió a unirse al grupo. Lo que viene después es borroso: recuerda que entre cuatro personas la llevaron hasta a su cama. No entendía nada.

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El pre-infarto

Samuel (28) conoció la marihuana en primero medio fumando porro (marihuana prensada) y lo hizo de forma frecuente por al menos cinco años. A los 17 fumaba prácticamente todos los días, intercambiando entre flores y porros. Dice que podía estar volado, pero ser totalmente funcional y estar rodeado de gente, poniendo atención. Cuando se sentía paranoico luego de fumar, para evitar la pálida, su vía de escape era encerrarse en el baño de donde estuviera. Estando adentro podía sentarse en el suelo y esperar tranquilo a que pasara el efecto. 

Un día de verano, cuando tenía 20, comenzó a sentirse raro. Estaba en una convención de ufología junto a un amigo, comieron algo ligero y fumaron durante lo que duró la convención. Cuando terminó, viajó desde Maipú, donde se realizaba el evento, hasta Las Condes, para asistir al cumpleaños de una amiga.

Al llegar a la fiesta había mucha gente y siguió fumando. Pese a que no tenía ganas de beber alcohol, le ofrecieron una lata de cerveza y aceptó. Habiendo consumido casi la mitad de esta, comenzó a invadirlo una sensación corporal fría. Intentó ir al baño para poder recuperarse, pero lo estaban usando. Allí lo agarró la angustia, y para calmarse, empezó a dar vueltas por la casa. Entró a una habitación en la que se sintió seguro, pero donde empezó a llegar gente preocupada por él. 

Él relata que de la angustia, empezó a sentir dolor en el tórax. Eran punzadas en el medio del pecho, que fueron aumentando en frecuencia e intensidad. No entendía nada, y luego de un rato de soportarlas, sentía como si un elefante le pisara el torso, dice. Se recostó porque ya no podía respirar bien y las personas que lo acompañaban comenzaron a preocuparse más. 

Luego de casi dos horas de lo que describe como el dolor más intenso de su vida,  Samuel pensó que esto no era una pálida, sino algo más grave. Decidió pedir ayuda y sus cercanos llamaron a sus papás. Eran casi las dos de la mañana. Fue trasladado a una clínica del centro de Santiago, en donde contó lo que sentía. Ya más calmado, le tomaron un electrocardiograma que no detectó nada, porque es un examen que solo arroja resultados mientras el infarto está pasando.  Pero la enfermera que lo atendió le dijo que, de acuerdo a sus síntomas, había sufrido un preinfarto cardiaco y que la musculatura del corazón había resistido por ser considerado un joven sano: hacía deporte, no tenía sobrepeso y tampoco tenía antecedentes familiares.