Desde depresión, hasta trastornos en la conducta son algunas de las secuelas que puede dejar la pandemia en nuestros niños, niñas y jóvenes. Sin embargo, no todo es tan oscuro según la neurocientífica Maya Rosen y otros ocho investigadores de Harvard. Las redes sociales podrían estar sustituyendo de manera efectiva la socialización cara a cara y entre los Z el cyberbullying estaría disminuyendo  ¿Será esta la nueva normalidad? Estos especialistas nos dan una luz de esperanza.

Maya Rosen es neurocientífica especializada en desarrollo cognitivo, doctora en Ciencias Psicológicas y del Cerebro de la Universidad de Boston, y actualmente integra el Laboratorio de Estrés y Desarrollo de la Universidad de Harvard. Ella forma parte del estudio a Promoting youth mental health during COVID-19: A Longitudinal Study spanning pre- and post-pandemic

Este monitoreo incluyó a un grupo de niños y adolescentes entre los 7 y 15 años, que pertenecían además a distintos niveles socioeconómicos dentro de los Estados Unidos. Para determinar qué causas influían o no en su salud mental, es que identificaron diversos estresores directamente relacionados a la pandemia como: el aislamiento social, la inestabilidad económica, el miedo a enfermarse, la exposición a las noticias, etc. 

Los resultados, en primera instancia, resultaron un poco obvios: en aquellos hogares de estatus socioeconómico más bajo, el nivel de estresores causados por el COVID-19 eran mucho mayores.  Sin embargo, la investigación también generó sorpresas: la sobreinformación podría ser beneficiosa para la salud mental de los adolescentes, a diferencia de lo que sucede con los niños que al estar más expuestos a noticias sobre el tema tienen más riesgo de generar psicopatologías relacionadas al estrés.

Por otro lado, también se descubrió que el uso activo de herramientas digitales para interactuar con otros (Facetime, chats, redes sociales) ha actuado como una especie de sustituto a la socialización cara a cara previa a la pandemia, generando también un impacto positivo en los adolescentes y combatiendo beneficiosamente el aislamiento social provocado por las estrictas cuarentenas.

Eso sí, Rosen señala que a pesar de que existen similitudes entre experiencias traumáticas como la violencia y el abuso, y la pandemia como fenómeno social, no podríamos dilucidar las verdaderas consecuencias del estrés pandémico en las generaciones más jóvenes hasta que ya sean adultos. ¿Qué podemos hacer para que no sea demasiado tarde? Aquí la experta nos explica.

¿Podríamos considerar la pandemia como un tipo de trauma? ¿Qué la hace similar a otros traumas como las guerras, los desastres naturales, etc.?

“Claro que puede ser considerada una experiencia traumática, pero también depende de quién la está viviendo. La idea de que todos estamos viviendo lo mismo no es verdad, debido a las desigualdades que tenemos como sociedad. 

Definitivamente estamos viendo similitudes entre la pandemia y otros eventos como los desastres naturales o los ataques terroristas, eventos estresantes a un nivel comunitario y que impactan la salud mental de los más jóvenes.  Sin embargo, lo que diferencia a la crisis sanitaria es que en el caso de estos ejemplos, normalmente se trata de eventos que suceden repentinamente y luego lidiamos con las secuelas de forma inmediata. Lo que vivimos hoy es una situación prolongada en el tiempo, que cambió los recursos que teníamos disponibles y recién vemos cómo afecta a la salud mental, por lo que nos demoraremos años en descubrir cómo nos impactará a nivel biológico, por ejemplo.

Pero evidentemente existen estresores como la pérdida de trabajo, la inseguridad alimentaria, no poder pagar el arriendo. Por el lado de la salud, influye también si es que en una familia existen trabajadores de la primera línea, si alguno se ha enfermado con el virus o conocen a alguien que haya muerto de él. Por último en el estudio encontramos estresores sociales relacionados con el aislamiento, el tener problemas con quienes se comparte el hogar, intentar estudiar desde casa, e incluso el hacinamiento. 

Mientras más estresores de este tipo veíamos, más problemas de salud mental encontrábamos, lo que se traduce en psicopatologías internalizadas como la depresión y la ansiedad, y otras externalizadas como problemas de conducta”

Si el trauma afecta la manera en que nuestro cuerpo y nuestro cerebro funcionan, ¿qué significa eso para las generaciones más jóvenes que están viviendo la pandemia? ¿Cómo puede influir en su desarrollo a futuro?

“Para los adolescentes que están en una etapa donde quieren independizarse y salir por su cuenta, el estar en una situación donde no tienen permitido hacerlo y además tampoco pueden ver a sus amigos, definitivamente puede influir en su desarrollo después. Pero no todo es negativo. Mi colega Alex Rodman está trabajando en un paper que está siendo revisado, y que examina la socialización digital especialmente en la parte más tardía de la pandemia. 

Hasta ahora, se ha podido encontrar que si los jóvenes ocupan el internet de una manera activa, es decir, buscando conectar con otras personas, esto puede ser beneficioso para su salud mental. Obviamente la socialización digital no reemplaza el cara a cara, pero es interesante el fenómeno a corto plazo”

La adolescencia es la etapa de la vida donde los jóvenes crean su propia identidad al generar relaciones con otros. Ahora que están privados del contacto cara a cara y sólo pueden relacionarse directamente con sus familias, ¿cómo has visto que les ha afectado según tus investigaciones?

“Es interesante porque tenemos la creencia de que el aislamiento social puede ser estresante, y uno esperaría que ya que los jóvenes están usando aún más las redes sociales para interactuar con sus pares, el cyberbullying aumentara. Sin embargo, al menos en las muestras que recolectamos para nuestro estudio, el matonaje online ha disminuido, un fenómeno inesperado y además positivo

Los jóvenes de hoy son nativos digitales y entienden el internet mucho mejor que los adultos, pero no deja de sorprendernos que el que estén relacionándose digitalmente con sus amigos de forma activa ayude a mejorar su salud mental. No creo que todo esté perdido aún, pero hay que estar atentos a la transición que significará volver a los colegios, por ejemplo. Esa transición será realmente importante para entender cómo esta generación se siente realmente. Este proceso será otro cambio repentino y potencialmente otro tipo de estresor para ellos

¿Crees que en este contexto de crisis es aún más importante que los gobiernos consideren políticas públicas respecto a la salud mental?

“Sí, porque creo que la salud mental es un problema de salud pública tal como en estos momentos lo es el Covid-19. Uno puede tomar sus propias decisiones respecto a qué riesgos está dispuesto a tomar, pero aún existe una gran incertidumbre respecto a aquello que los gobiernos determinan como seguro o riesgoso, limitando por ejemplo las opciones que tenemos para actuar en pro de nuestra salud mental. 

Hay que tener pautas claras sobre qué podemos hacer para sentirnos mejor sin exponernos al virus, porque aún existe una gran discrepancia entre lo que la gente hace y lo que es efectivamente perjudicial para su salud o no -en términos del contagio-. Balancear esta crisis con la pandemia es importante a largo plazo, ya que las generaciones más jóvenes van a crecer y debemos asegurarnos que estemos fomentando el que estén sanos mentalmente

¿Cómo podemos revertir las consecuencias negativas que la pandemia ha tenido en la juventud con tal de que no les afecte cuando sean adultos?

“Sobre esto me gustaría destacar la resiliencia de los seres humanos, especialmente de los más jóvenes. Algo que vimos no sólo en este estudio sino que también en otros, es que cuando las personas se enfrentan a algún tipo de estresor, el resultado más común es de hecho la resiliencia. Muchas veces ante este tipo de situaciones sólo se experimenta una pequeña reacción inicial que no trasciende a problemas de salud mental después. Es importante tener eso en mente. Más a largo plazo, creo que es importante escuchar a los niños y adolescentes sobre lo que están viviendo, comunicarse con ellos de forma clara cuando hablamos de lo que sucede, sobre todo cuando transicionemos a aquello que vayamos a considerar como normal después de esta pandemia, porque ese será otro período de adaptación. 

De hecho, no creo que esta vaya a ser una generación dañada. ¿Habrá consecuencias en su futuro? Quizás, pero no veo este momento como una situación de oscuridad humana de la que no vamos a recuperarnos. La juventud es muy resiliente, y es de suma importancia que hoy le demos a las familias los recursos para ayudar a los más jóvenes a navegar por todos estos factores de estrés. Ahí es donde hay que poner el foco hoy”