Julio llegó a su vida de una manera muy casual. Ella estaba segura de que no quería tener mascotas, pero vio a una mujer en la calle con una caja llena de conejitos y Edith se enamoró inmediatamente de él. Sintió la necesidad de rescatarlo y darle una buena vida. Desde ese día en 2017 que se transformaron en una familia Sobre todo con la llegada de la pandemia y las medidas de confinamiento, donde fueron la única compañía presencial del otro por más de un año. Esta es la historia de un encuentro inesperado que llenó de cariño la vida de dos compañerxs.
Fotos por Mila Belén.
Edith Isabel había descartado la idea de tener una mascota en su departamento. No porque no le gustaran, sino porque no tenía mucho tiempo libre por su carrera como diseñadora de una revista. Para los cierres de edición semanales solían quedarse escribiendo y diagramando hasta tarde, así que si tuviese un perro no podría pasearlo. También pensó en un gato, pero vivir en un piso 15 le hacía pensar lo peor al imaginarlo escabulléndose por alguna ventana. Todo cambió en el verano de 2017, cuando conoció a Julio en una caja de zapatos.
Iba caminando por Providencia cuando vio a una señora con una caja con conejos adentro. Al asomarse se enamoró de uno que tenía las orejas caídas y que era más pequeño que su mano. No estaba segura de si estaba bien comprar un animal, pero supo que no podía dejarlo ahí y que podría darle un hogar. Lo tomó, pasó por unas zanahorias y algunos artículos para su nueva mascota y se la llevó pensando que era una coneja. Decidió llamarla Julia.
Edith instaló a su nueva acompañante en el balcón que había cerrado recientemente y cuando llegó la noche fue a dormir para salir temprano a trabajar. “Al otro día no lo vi”, recuerda, “mi puerta aún no tenía un burlete, entonces tenía un espacio de 3 centímetros por el que pensé que podría haber pasado”. Después de estar horas buscándolo por el departamento y el edificio salió a trabajar desolada. Incluso le pidió al conserje que les avisara a todas las personas que estuvieran pendientes si veían una “bolita blanca”.
En la tarde volvió a su casa y seguía pensando en Julia cuando notó un agujero en uno de los muebles de la cocina. Abrió la puerta y ahí estaba su mascota mirándola. “Tapé la puerta y después me iba tranquila. Él es súper independiente y me pide comida y me cobra su cariño una vez al día”, cuenta Edith. Al poco tiempo la llevó al veterinario y descubrió que en realidad era Julio y, “ahí entendí por qué era tan pesado”, dice riendo.
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Edith lo describe como un “viejo chico” al que le habla y que siente que de cierta manera le responde. Cuenta que él hace lo que quiere, pero siempre está pendiente de dónde está ella. “Ahí me siento conectada con él, digo ‘Algo de cariño me tiene”’, dice, “Me relaja ver a Julio y estar con él. Además es suave y su olor me recuerda al tuto que tenía cuando chica”. El conejo se transformó rápidamente en parte fundamental de su vida y de su familia.
“A los conejos les gusta morder y si te descuidas va a morder, pero es parte de ser animal”, cuenta cuando le preguntamos si es un destructor. Ahora lo deja solo y cuando vuelve todo está en orden. Él defiende su territorio en el balcón, incluso llegando a atacar la escoba cuando Edith sale a limpiar. Cuando ambos están en el departamento Julio puede ir por donde quiera, pero cuando se queda solo se va a su casa de soltero donde tiene su cama y su comida.
Hay veces en que Edith piensa mucho en un tema y llega a un momento de crisis existencial. En marzo de este año recuerda que no le encontraba sentido a seguir viviendo en este mundo pandémico y con restricciones. “Pero después pensaba que no po, al Julio tengo que cuidarlo. Es un incentivo extra porque estás haciendo feliz y cuidando a un animal”, expresa.
Con la llegada del coronavirus al país Edith dejó de salir de su casa por completo. Comenzó a teletrabajar como diseñadora del área de Comunicaciones del Ministerio de Educación (Mineduc) y a pasar todo el día con Julio. Incluso fue la única compañía que tuvo para su cumpleaños en 2020. Ambos se unieron más, pero ella afirma que él no cambió su forma de ser, sigue igual: organizado, limpio, chistoso y cariñoso cuando quiere. “La gente de afuera puede pensar que está más regalón, pero yo que lo conozco sé que no”, cuenta mientras lo acaricia.