Esta semana una serie de políticos y celebridades aparecieron en la investigación de Pandora Papers, uno de los escándalos más grandes del último tiempo, que develaron cómo personalidades con poder y privilegios, engañan continuamente al sistema para beneficiarse de maneras poco morales. Y aquí cabe la pregunta: ¿Qué hacemos? ¿Queda alguien que no quiera robar por ahí afuera?
Desde la liberación de los Pandora Papers la palabra corrupción está en boca de todos. Si bien esta llevaba meses formando parte de diversas portadas, poco se habla de qué hace que alguien sea corrupto. Porque la respuesta no es tan obvia, ¿o sí?
Primero hay que saber qué significa realmente. Por su parte, la RAE define esta palabra como la “acción y efecto de corromper o corromperse”, y también como una “práctica consistente en la utilización de las funciones y medios de aquellas en provecho, económico o de otra índole, de sus gestores”. ¿Te recuerda a alguien? Probablemente a varias personas.
Una de las figuras públicas más apuntadas tras la filtración de los Pandora Papers fue el Presidente Sebastián Piñera, quien figuró en distintas portadas mediáticas como uno de los corruptos. Incluso en febrero estuvo envuelto en una querella interpuesta por la Comisión Chilena de Derechos Humanos, la que lo responsabilizaba a él junto a otras autoridades de su gobierno a diversos actos de corrupción realizados durante la gestión de la crisis sanitaria.
Y no es primera vez que la palabra corrupción tiñe su nombre. Sin profundizar en detalles, en 1982 el entonces juez Luis Correa Bulo declaró como reo al actual presidente y ordenó su arresto por fraude al Banco de Talca. Piñera estuvo prófugo por más de 3 semanas, hasta que sus abogados, junto a la Ministra de Justicia de la dictadura, Mónica Madariaga, lograron conseguir su libertad.
Para el académico de la Escuela de Psicología de la Universidad Mayor y experto en emociones, Rodolfo Bachler, la corrupción no es algo natural en la humanidad. “Se produce dado un contexto cultural, social y una cierta valoración del beneficio personal y de la competencia”, explica, “Son una serie de variables que hacen que yo tienda a creer que es justo y necesario que gane mucho más que el resto; es quebrantar leyes únicamente por el placer de ganar y del riesgo que eso implica sin que sea necesario para una estricta supervivencia, sino que lejos de aquello”.
Sin embargo, también existen algunos rasgos en la personalidad de las personas que las hacen propensas a la corrupción. “Los que no controlan sus impulsos, que disfrutan mucho del riesgo y que tienen aversión a perder”, por ejemplo. Pero es enfático en decir que es necesario un contexto cultural, “para que el hecho como tal se consume y se transforme en un eje vector de una sociedad”. Y aquí es cuando entra el poder a las variables que permiten la corrupción.
PODER Y CORRUPCIÓN
En este contexto la adicción al riesgo y al poder son factores importantes. “Hay algo de adrenalina por querer ganar y no es solo en términos económicos, sino que también de poder”. Y esto no solo sucede en las élites políticas, “la corrupción es mucho más normal de lo que nos gustaría creer”, sentencia el doctor en psicología. “Tener un problema de control de impulsos, de adicción a ganar o de un cierto disfrute por el riesgo pueden ser características de un deportista o de un gamer”, dilucida.
Eso sí, Bachler asegura que estar en la élite económica sí contribuye a caer en actos de corrupción. “La condición de estar en un lugar de mucho poder se traduce en una fuente de desconexión respecto del resto”, indica Bachler. “Empiezo a experimentarme a mí mismo en un momento como una persona diferente que tiene derechos que otros no y también como un mecanismo donde lo justifico internamente y empiezo a generar una especie de autovalidación”.
Ahora, insiste en que el contexto social es fundamental. Para Bachler esto es algo que estamos experimentando en Chile últimamente. “Llevamos varios años dando malas señales respecto a la corrupción”, comenta, “El mismo Délano que está implicado en el negocio de Piñera, es el que antes estuvo metido en el caso Penta. ¿Y qué hicimos con ese caso? Los mandamos a clases de ética; hemos estado dando señales muy débiles en cuanto a no tolerar estos actos”.
DISONANCIA COGNITIVA
Esta autovalidación y justificación interna tiene un nombre en la psicología: disonancia cognitiva. “Los seres humanos no aguantamos mucho esta sensación de contradicción interna”, dice el académico de la Escuela de Psicología de la U. Mayor. Es así como empiezan a surgir las autojustificaciones del tipo: “No, lo que pasa es que soy muy inteligente”, “lo que pasa es que soy una persona muy especial”, “yo y solamente yo puedo estar en este cargo”.
Esto hace que las personas entren en un estado de, “pseudo coherencia que me hace sentir que lo que yo estoy haciendo no es tan malo porque soy distinto”. Y es en esa diferencia donde encuentran la justificación que necesitan para seguir corrompiendo las reglas a su favor. “Vivir en una burbuja de élite te aísla de las necesidades de la mayoría de la gente y favorece que te sientas como una persona especial que tiene derecho a actuar de una manera distinta”, explica.
¿Las personas te caen peor que antes?: se llama hastío social 😱
¿Y cómo se puede frenar a alguien corrupto? ¿Se puede dejar de ser una persona corrupta? “Si disminuimos la distribución inequitativa del poder en la sociedad, como la capacidad de decisión, podría disminuir la incidencia de corrupción”, asegura Bachler, “Las sociedades menos desiguales son las menos corruptas”.
El patriarcado y el género también juegan un rol en esto, según explica el doctor en psicología. “La literatura muestra diferencias entre hombres y mujeres respecto a este tipo de cuestiones”, señala. Una de ellas, según el académico, tiene que ver con que las mujeres tienen menos tolerancia al riesgo y disfrutan menos con el ganar. “Esas son características que se dan en un cierto contexto social y pueden favorecer la corrupción”, añade.
Pero también dice estar de acuerdo con que esto responde a una opresión histórica del género femenino que las alejó de las esferas de poder durante tanto tiempo. En ese contexto, sería imposible afirmar si la corrupción no existiría sin patriarcado o si un matriarcado daría pie a un caldo de cultivo para ejercer actos de corrupción. “Finalmente es algo que te podría pasar a mí o a ti también, no es algo de un individuo que esté loco”, concluye. La decisión está en tus manos.