Con el retorno de las cifras elevadas por contagio, la pandemia pareciera no terminar. La variante Ómicron hizo su llegada y en Chile, hoy, tuvimos un peak histórico de contagios llegando casi a los 13 mil. Es natural que después de dos años de pandemia, el virus no sea la única amenaza, sino también la sensación de incertidumbre, ansiedad y estrés. 

“El covid demostró a las personas que la salud mental era algo real”, dice Candice Tate, directora de Magellan Healthcare, US. “Esto puede ser severo y acceder a recursos para lidiar con esto no es fácil” .Si eso lo dicen en el primer mundo. ¿Cómo será la realidad en países como los nuestros?

En Estados Unidos, un reporte de National Survey dijo que un 28% de los adultos reportó haber vivido ansiedad por primera vez en su vida y un 22% enfrentó depresión. Ni siquiera síntomas depresivos, sino que de plano cuadros intensos en los que tuvieron que buscar ayuda. 

El personal médico tampoco es inmune: el 80% dice haber lidiado con pensamientos relacionados a este trastorno, ideas suicidas, en las que pensaron hacerse daño. Tanto así, que un 50% de ese número, pensó si continuar o no trabajando en ese campo mientras siguiera la pandemia. 

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Las personas hospitalizadas por trastornos de la conducta alimentaria, como la anorexia y la bulimia, duplicaron su número para 2020. Lo mismo que los pacientes con adicción a las sustancias, que durante el encierro, recayeron en el consumo problemático. 

En los niños las cifras son igual de dolorosas: un 50% de las más pequeñas (12-17 años) manifestaron pensamientos suicidas desde la llegada del covid

“Creo que estamos en un momento de retorno para nuestros países, donde tras la pandemia, vimos la fragilidad de la salud mental y quedó demostrado que es un problema de políticas públicas”, dijo Chuck Ingoglia, MSW, presidente del Consejo para el Bienestar Mental. 

La especialista sueca Alenka Vitrioni dice que con la sensación de pérdida de control otra vez, tras la llegada de Ómicron, sumándole las noticias que provienen de la Organización Mundial de la Salud sobre el lejano fin de la pandemia, la frustración se instala como una sensación social en la que hay que trabajar. 

“Las personas pueden sentirse fatigadas, abrumadas, tener toda una rutina alterada y no saber por qué: se están enfrentando a la frustración de no tener certidumbres, y es allí, cuando hay que recordar que es algo colectivo, identificarlo, y trabajar en ello”, dice.