Se habla de que así como hay un desastre financiero, los millennials entramos en una recesión sexual. Y ni hablar del amor. Se piensa que en el contexto frágil en el que estamos, junto a la crisis climática, se acabará el mundo. Y dentro de este caos, naturalmente, nosotros buscamos evadirlo a como de lugar. La periodista y filósofa argentina Tamara Tenenbaum tiene algo qué decir al respecto: “Sufrir es parte de la vida. Lo problemático pensar que lo tuyo es sagrado y que por eso puedes exponerte menos” ¿Somos una generación de cristal?
La argentina Tamara Tenenbaum (33) es una de las voces jóvenes más punzantes del cono sur. Periodista y filósofa, a través de sus libros -y generalmente partiendo desde sus propias vivencias- desmenuza el comportamiento de los millennials. Y particularmente, las veces en las que nos hemos encontrado, siempre ha sido dentro de un contexto caótico.
La primera fue cuando estaba promocionando en Chile ‘El fin del amor: querer y coger en el Siglo XXI’ en pleno estallido social. Después volvimos a hablar cuando comenzó la pandemia y los confinamientos se hicieron obligatorios. Y mientras la población estaba recluida en sus casas aprendiendo a hacer pan o cayendo en la tendencias de TikTok, Tenenbaum me dijo que lo que más le parecía interesante en ese momento era ver “cómo la gente se está aburriendo de encontrarse consigo misma”. Ahora, en un contexto político mundial polarizado y frágil, ella dice que en nuestro país está comenzando algo y que eso es positivo, mientras que en el suyo apenas ven cómo seguir.
“Por suerte la gente lo está olvidando todo muy rápido: me parece alentador cómo las personas retoman su vida de normal”, dice sobre la post pandemia, “por supuesto que hay secuelas económicas y sicológicas, pero nunca fui del team ‘no hay que volver a la normalidad, porque es el problema’, la normalidad no era el problema, el virus fue el problema, la normalidad tiene cosas en las que trabajamos, pero tener la posibilidad de retomar la vida que elegiste o te tocó, mal que mal, era lo necesario”.
Se habla mucho de la generación de cristal, ¿crees que nuestra generación no sabe lidiar con el malestar?
“Ninguna generación sabe, pero el problema es creer que eso es una identidad y es algo valioso y no parte de la vida. Sufrir es parte de la vida, pero es problemático pensar que lo tuyo es sagrado y que por eso puedes exponerte menos, porque tienes derecho a eso.
Pienso que hay algo de este concepto de los espacios seguros, de la seguridad como el valor más importante que busca la juventud, que para mí es problemático. La juventud en la historia nunca pensó en la seguridad como lo más importante, sino lo contrario, correr peligro era lo más anecdótico de la juventud. El espacio para el error o la incertidumbre. Pero también entiendo de dónde viene eso y viene de, sobre todo en América Latina, la precariedad laboral, económica y la violencia en la que vivimos”.
Sumándole a eso que tras la inestabilidad política, el covid, la guerra y la crisis climática, hay una sensación del fin del mundo.
“Esa es una idea narcisista, muy clásica de la juventud. Todas las juventudes creen que son las primeras y también las últimas. Es algo que tiene que ver con la edad. Son los primeros que llegan a romperlo y cambiarlo todo y son los últimos en presenciarlo. Es saludable pensarlo igual. Ahora si la gente de 50 lo viera así, sería raro (…)”.
Hace unos años The Atlantic publicó que los millennials enfrentaban una recesión sexual, ¿cuál es tu análisis de eso?
“Nunca pensé que eso fuera cierto. No al menos en América Latina. ¿Qué significa tirar menos que tus abuelos? Tus abuelos estaban casados y tenían más sexo con sus parejas probablemente, pero te puedo asegurar que ninguna de tus amigas ha estado con menos parejas sexuales que sus abuelas.
Hay desencuentros, las personas tal vez sienten que tienen menos sexo del que deberían tener, y estamos muy angustiados porque tenemos muchos desencuentros, pero lo paradójico del asunto es que tenemos muchos desencuentros, pero porque hay muchos encuentros. Nos rechazan 50 personas por día, porque hablamos con 50 personas por día, que era algo que nuestros abuelos no hacían, Nos exponemos mucho más. ¿Está bien o mal? No sé, es la vida. Si te mueves en un lugar donde circula más gente, va a haber más rechazo, incomodidad”.
Y aparece esta idea marketera de la salud mental.
“Las formas en las que se entiende el bienestar también. Lo que veo es que se resguardan de todo peligro: el emocional y vital, y eso produce subjetividades que celebran el miedo, la ansiedad. Hay quienes piensan que no tienen que aprender nada y dicen ‘yo soy así’. Se celebra mucho eso hoy, o el ‘esto me da angustia’ y toda conversación termina ahí. Por supuesto que yo estoy a favor de construir espacios donde la gente se sienta cómoda, pero me parece que hay una idea instalada hoy de que cualquier sensibilidad que uno tenga es sagrada, intransformable y parte de la identidad.
Hay gente que goza con tener muchas etiquetas y bueno, si te hace feliz, qué le vamos a hacer, sin embargo la identidad es flexible y varía a lo largo de la vida, pero si alguien le sirve para vincularse con el mundo, está perfecto, Lo que a mí me preocupa – o no comparto- es la idea de las identidades entendidas de manera tan cristalizadas, y eso es una pésima lectura de Butler y de lo que venimos trabajando de la identidad de los 80 para acá. Me gusta pensarlas como algo más fluído y hoy se usa como algo inamovible”.
¿Somos una generación infantil?
“Hay una juvenilización del mainstream”.
¿Estamos renunciando a la idea de envejecer o alargando la idea de la juventud?
“Las dos cosas (se ríe)”.
Tenenbaum visitó el país para participar de las Cátedras Abiertas de la Universidad Diego Portales y aprovechó de promocionar los tres títulos suyos que circulan en Chile El fin del amor (2019), Nadie vive tan cerca de nadie (2021) y Todas nuestras maldiciones se cumplieron (2020).