La exploradora de National Geographic y cofundadora de la Fundación Mar y Ciencia tenía 20 años cuando se dio cuenta que estar sumergida bajo la profundidad del mar sería lo suyo. Eso sí, con un componente adicional: comunicar y educar en lenguaje cercano todo lo que investigaba sobre el océano. Hoy, Velasco, bióloga marina de profesión, ya es una reconocida comunicadora oceánica, buzo y fotógrafa submarina, ¿Qué es lo que la empujó a querer acercar el océano a la gente? En esta entrevista lo responde.
Corría el año 2012 y una organización medioambiental estaba realizando una buceatón en la quinta región. A Catalina Velasco (30), por ese entonces estudiante de biología marina, la invitaron y le dijeron que le podían hacer un “bautizo submarino”, porque sería la primera vez que se pondría un buzo para sumergirse en el mar. La comunicadora científica se entusiasmó y se sumó a la instancia, que tendría lugar en la Posa de Montemar de Reñaca.
Pero todo cambió cuando llegó la hora de tirarse al agua. Su cuerpo le transmitió lo nerviosa que estaba, hasta que le dio un ataque de pánico en medio de la inmersión. Ella sentía la inmensidad del mar y el frío del agua en el rostro, y eso la aterraba.
El instructor del buceo la ayudó a tranquilizarse. La dejó de espaldas en el agua para que se recuperara y allí, mirando al cielo, Catalina se calmó. Ya más relajada, respiró profundo e ingresó nuevamente al océano. “Qué mundo más desconocido y calmo” pensó, y sintió cómo su cuerpo se mezclaba con la ingravidez del agua.
Esa experiencia le permitió darse cuenta a Catalina Velasco que lo que ella vino a hacer al mundo era estar bajo las profundidades del agua, dice. Pero también se propuso a sí misma otra misión: comunicar y educar a las personas sobre todo lo que podía ver en el fondo marino.
A 10 años de ese encuentro con el mar, Velasco no sólo es bióloga marina. También es comunicadora y divulgadora científica en redes sociales, buzo, fotógrafa submarina, está cursando un doctorado en Ciencias Antárticas y Subantárticas y fue escogida como la primera exploradora latinoamericana de Pristine Seas para National Geographic.
No siempre estuvo bajo el agua, buceando o investigando. Catalina nació y creció en Santiago, a cientos de kilómetros del mar. En su niñez, su relación con el océano consistía en ir a las playas del litoral durante las vacaciones o los fines de semana largos, y nada más. La comunicadora recuerda que ése era su momento favorito: estar jugando en la arena o nadando en el mar hasta que las personas en la orilla se hicieran pequeñas.
“Era un mundo inaccesible y del que conocía poco. Yo sabía que la gente andaba en barco, que las mercancías se transportaban por el océano y ya está. Pero esa percepción que tenía del océano es la que tenemos la mayoría de las personas, porque tenemos esta desconexión con él. Ya cuando entré a la carrera dije ‘wow, el océano es lo más importante que tenemos y yo no tenía idea. Ahora que lo sé, necesito que también lo sepa todo el mundo’. Por eso hay que pensar cómo rescatamos ese conocimiento y lo ponemos accesible a todo el mundo”, dice Velasco.
¿Cómo llegaste a la biología marina?
“Fue una eventualidad. Yo no tenía idea de qué se trataba la biología marina, me metí pensando que iba a nadar con delfines todo el día, que iba a estar arriba de un velero infinito y que iba a ser como Jack Costeau. No era así pero no me arrepiento para nada de la decisión, porque fue justo lo que me llevó a descubrir este mundo nuevo. Una vez alguien me dijo ‘es que el océano te llamó’ y puede que sea así”.
Y nadie más te sacó del mar.
“No, nadie más (ríe)”.
¿Y qué es lo más fascinante allí adentro?
“Los tiburones. Son organismos muy resilientes y que están en todos los océanos. Tienen una piel que es como una verdadera armadura, unos sentidos súper desarrollados, sensores con los que detectan los pulsos eléctricos y pueden oler a grandes distancias. Yo me sorprendo de cómo percibe el mundo un tiburón, pienso que ven cosas que nosotros no”.
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Durante un buceo en el Canal Beagle, Velasco tenía que realizar un trabajo de transectas submarinas para analizar qué clase de organismos había en el fondo del agua. Era una zona repleta de fiordos y canales, hasta que Catalina se topó con un territorio dominado por lobos marinos. Su terror marino más grande son estos animales por lo invasivos que pueden llegar a ser, a pesar de que se caracterizan por ser muy curiosos y juguetones bajo el agua.
De a poco, los lobos marinos comenzaron a acercarse a Catalina y su acompañante. La bióloga marina se paralizó. “Tenía mucho miedo, de repente me vi rodeada de un montón de lobos marinos tremendos. No estamos hablando de hembras, estamos hablando de machos grandes que son mucho más territoriales”, recuerda Catalina.
En ese intertanto, un lobo marino le mordió la cámara y otro empezó a jugar con su aleta. Pensó que la iban a morder a ella. En medio de esa desesperación se dijo a sí misma que tenía que terminar de realizar el buceo, porque era un trabajo. Respiró profundo y se enfocó en un solo punto mirando hacia adelante, dejando a un montón de lobos marinos detrás suyo en las gélidas aguas de la Patagonia.
Ese episodio en su vida no aminoró su pasión por la biodiversidad del océano y por querer concientizar sobre la importancia de cuidar las costas. En 2017, junto con su colega Felipe Pizarro creó en Valparaíso la Fundación Mar y Ciencia, con el motivo de educar a las personas sobre los ecosistemas marinos del país.
El último hito de educación ambiental que la comunicadora oceánica realizó es la publicación de Vida sumergida: por qué necesitamos el océano (La Pollera Ediciones), libro que en lenguaje cercano explica el funcionamiento de los océanos, la biodiversidad del fondo marino y el rol vital que tienen para la vida humana.
¿Cómo comenzaste en redes sociales a contar lo que veías e investigabas del océano?
“Yo era inquieta, entonces me metía a distintas cosas sin pensar que iba a estar formando mi vocación, que es comunicar. Pero en 2017 estaba explorando un naufragio en el Estrecho de Magallanes y aprovechando que estaba ahí, quise hacer fotografías más artísticas del naufragio para montar una exposición fotográfica. Lo postulé a NatGeo y les gustó el proyecto, porque mezclaba la divulgación y el storytelling. Así fue como empecé a usar las mismas fotografías submarinas del naufragio para comunicar en mi Instagram, desde entonces ha ido mutando en el tiempo. Mi idea fue fomentar la cultura oceánica y eso es lo que he tratado de hacer, pero ha sido un suceso de eventos y oportunidades que me han llevado a eso”.
Me imagino que con ese contenido puedes llegar a personas que no tienen la opción de tener el mar tan cerca.
“Sí, hay gente que ha ido a la playa muy pocas veces o que no tienen acceso tan fácil a esa información, porque tenemos una deuda histórica con la cultura oceánica. En el currículum escolar nacional no se habla del océano, ni siquiera hay ramos de educación ambiental, entonces desde el colegio ya venimos arrastrando esta ceguera oceánica que nos impide ver que el océano es el motor del planeta y que gracias a él respiramos. Eso no es algo que tengamos presente”.
¿Te consideras una influencer del mar?
“No me siento influencer para nada, cuando hablamos de influencers tal vez pienso más en marketing o en gente famosa. La verdad es que no me siento influencer del océano, pero si estoy influenciando a alguien a que cuide el océano, bacán. Me siento más una comunicadora del océano”.
¿Sientes que todavía hay una brecha de género dentro de la divulgación científica del océano?
“Sí. La brecha de género existe, es real y sigue siendo real en las ciencias y eso hay que cambiarlo. Por eso es importante visibilizar a mujeres en las ciencias en general, porque le da el mensaje a las niñas y a las jóvenes que ellas también pueden, que cada vez es un mundo más equitativo y que para allá vamos”.
Con el borrador de la Nueva Constitución, ¿tienes esperanzas de que exista una mayor protección para el medio ambiente en general?
“Tengo esperanzas porque estamos redactando una Constitución ecológica en plena crisis climática. Cuando todos los países de la OCDE están dando vueltas en círculos, nosotros estamos presentando una Constitución que reconoce que existe una crisis y que reconoce la relación indisoluble que tiene la humanidad con el medio ambiente y con los ecosistemas. Si esta no es la herramienta para generar una mayor protección, no sé cuál va a ser”.
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Un mes antes de que llegara el Covid-19 a Chile, en 2020, Catalina participó de la expedición de Pristine Seas de National Geographic, que tenía como destino final los fiordos patagónicos de la Reserva Nacional Káwesqar. Junto al equipo —que contó con la participación de representantes del pueblo káwesqar y yagán—, pudo observar cómo los bosques submarinos de esa zona son tan resilientes que continúan en un estado casi idéntico al de 45 años atrás.
A causa de esa expedición, en junio de este año el pueblo káwesqar en conjunto con científicos de NatGeo exigió al gobierno de Gabriel Boric que esta reserva natural sea declarada como un parque nacional, sin la presencia de salmoneras.
Se trata de una zona de carácter ancestral para el pueblo káwesqar y que se caracteriza por la alta presencia de especies endémicas, por lo que al elevarse a la categoría de parque nacional, la reserva podría tener un mayor grado de protección en su área terrestre y en su ecosistema marino.
“Es un gran ejemplo de cómo la ciencia se puede unir con la comunicación y la incidencia política, que es lo que necesitamos para que se haga una protección efectiva de ecosistemas únicos como lo es esta zona de fiordos y canales del sur de Chile”, dice Catalina.
¿Te imaginaste alguna vez que trabajarías con NatGeo?
“La verdad es que nunca se me cruzó por la cabeza, lo que hice fue postular a un fondo que NatGeo tenía abierto y fue como ‘vamos con la fe a postular’. Cuando me lo adjudiqué lo tomé como un tremendo honor porque es un fondo muy competitivo, donde postula gente de todo el mundo. Fue muy gratificante que una entidad como NatGeo reconociera el potencial del proyecto que le estaba presentando”.
¿Qué ves para tu futuro como comunicadora e investigadora oceánica?
“Sueño con poder bucear hasta que mis pulmones ya no quieran más, quiero estar bajo el agua lo más posible y descubrir nuevos lugares, seguir transmitiendo este amor por el océano que es lo que más me apasiona. No sé qué voy a estar haciendo o dónde, pero sé que voy a estar cerca del océano y fomentando la cultura oceánica”.