Cuando uno va al aeropuerto, no es mucho lo que se ocupa Foursquare para gritarle al mundo donde uno esta. Es un lugar de tránsito, un intermedio entre las personas que literalmente vuelan y se separan o un trampolín para conocer el mundo y dejar todo de lado un rato. No es un lugar para quedarse.
Muchos quieren salir, pero también son hartos a los que les toca recibir o despedir. Quien piensa en un aeropuerto, debe pensar en las emociones. Debe tratar de entender ese egoísmo natural de las personas de aferrarse a la tierra y lo difícil que es separarnos, más aún cuando la autopista es el cielo. En cualquier caso, la dieta es de sentimientos encontrados.
Si uno pone atención y observa, es fácil identificar la historia de cada maleta. De repente es normal escuchar “Daría lo que sea por quedarme un día más contigo” o simplemente encontrarse con la señora peleando por el asiento de emergencia.
Hay de todo, pero un pequeño detalle que me llama la atención y revuelve la innecesaria estupidez humana de un país con falta de empatía y delicadeza.
No hace mucho tiempo y gracias a la democratización del crédito – y también del famoso lucro que hoy se cuestiona- muchas familias de clase media-baja se sintieron orgullosas de que al fin sus hijos podrían entrar a la universidad. Hoy, guardando las proporciones, para muchas personas volar y subirse a un avión es una experiencia que pueden vivir por primera vez. No se trata solamente de un ticket de vuelo, si no de permitirnos sentirnos orgullosos.
En un intento de comprensión antropológica y social, hace un buen tiempo la PDI (A cargo de la policía Internacional y de Inmigraciones) tomo una “sabia” decisión de tapar los vidrios entre la entrada del sector de aduana y las casetas de control de pasaporte, para que las personas no pudieran ver absolutamente nada. Si bien la razón lógica y respuesta es la seguridad. Nadie entiende de que protección se habla y cuanto esto efectivamente podria influir en los procedimientos.
Si bien uno esta consciente de la rigurosidad de la seguridad de los aeropuertos, esto raya en lo insensato. Somos un país que merece poder despedir a su gente. Somos artistas de pancartas, hinchas de nuestra gente y nos gusta celebrar como corresponde las partidas. Irse de viaje, no es tan simple como subirse a un taxi.
¿Para que hacer mas difícil llenar nuestros espacios vacíos?
Mientras la mayoría debe tragarse la rabia, el pillo chileno puede raspar un poquito y así tener una vista parcial de sus seres queridos.
Disfrazar la estupidez con la excusa de seguridad no es un argumento. Seguridad es poder mirar a los ojos a la persona que se va y que quizás no tiene fecha de regreso.