La semana pasada el Sumo Pontífice de la Iglesia Católica habló sobre una generación que en lugar de tener hijos, prefería adoptar animales domésticos. En su discurso llamó egoístas a las parejas que no quieren traer más humanos al mundo. ¿Pero se tratará realmente de una cosa valórica? Hablamos con tres familias chilenas, de distintas realidades, que en sus propias palabras confirman el elevado coste de criar niños en un país que registró la tasa de natalidad más baja en 10 años.
Aquí se cruzan muchas variables: valóricas, económicas y también aquellas que tienen que ver con las metas personales. Pero las palabras del Papa Francisco encendieron las redes sociales cuando calificó de egoístas a aquellas personas que no quieren traer niños al mundo. En picada contra los animales domésticos, el Sumo Pontífice dijo que las mascotas “¿Ocupan el lugar de los hijos? Sí. ¿Hacen reír? Lo entiendo. Pero este hecho de renegar de la paternidad y la maternidad nos rebaja, nos quita humanidad”.
En medio de la crisis climática, en un mundo pandémico y donde la mayoría de los sistemas políticos están polarizados o fragmentados alrededor del planeta, ¿no será más egoísta traer nuevos humanos a un contexto tan lleno de incertidumbres?
La situación económica en Chile es preocupante: el 2021 cerró con su mayor nivel de inflación en 14 años (7,2%). Se anticipa que para combatir la inflación el Banco Central volverá a subir la Tasa de Política Monetaria (TPM), valor que sirve de referencia para todas las demás tasas del sistema financiero, en niveles históricos en enero. Por otra parte, las tasas de créditos hipotecarios superaron el 4% en diciembre pasado y llegaron a su nivel más alto desde 2014, lo que se traduce, según los propios bancos, en un desistimiento en la compra de viviendas.
Y efectivamente, durante enero y febrero del 2021 el Registro Civil dio a conocer 27.631 nacimientos. La cifra más baja de natalidad en la última década.
Aquí los testimonios de padres y madres que nos cuentan, más allá de los estudios y las estadísticas, cuánto invierten en criar a sus hijos.
“No sé qué va a pasar cuando entre al colegio”
Andrea Santíbañez (24) salió del colegio hace casi siete años y lleva seis estudiando derecho en la Universidad de Chile. Cuando iba en segundo medio, a sus 16 años, quedó embarazada y tuvo a su primera y única hija, Roberta (8). En esa época ni ella ni su mamá trabajaban y vivían de los alfajores que vendía en el colegio y de la pensión alimenticia de 450 mil pesos entregados por el papá, quien pese a no tener relación más allá de la sangre con ella era también responsable de su plan de salud, por lo que al momento del parto Andrea solo pagó la hospitalización de la recién nacida; una suma aproximada de 200.000 pesos.
Hoy relata que los elementos más caros para la crianza de una hija en Chile varían según su etapa de crecimiento. En un comienzo fueron los pañales, por los cuales llegaba a desembolsar mínimo 20 mil pesos semanales. Y a eso le tuvo que sumar un suplemento especial que le fue recetado a Roberta porque no crecía lo que debía para su desarrollo. “Tenía un valor de 30 mil pesos y me duraba solo una semana”, recuerda. Tan solo en esos dos elementos Andrea invertía 200 mil pesos al mes.
En 2021, mientras comenzaba a preparar su examen de grado, fue demandada por su padre para rebajar la pensión alimenticia, por lo que se vio en la obligación de conseguir un trabajo mejor remunerado. Desde entonces, y gracias a su desempeño académico, trabaja en un estudio jurídico donde tiene un salario que ronda los 700 mil pesos, de los cuales destina una base de 400 mil sólo en los gastos de su hija.
Roberta asiste a un colegio municipal, por lo que la matrícula y la mensualidad corren por cuenta del establecimiento. Y pese a que su hija cuenta con beca JUNAEB, Andrea recalca que una de las inversiones más grandes tiene que ver con el alimento. “Es caro comer en Chile y eso es un hecho”, sostiene. Sin embargo, uno de los costos que más le preocupa tiene que ver con la universidad y la falta de garantías estatales para una educación gratuita y de calidad. “Ahora no me imagino pagando un colegio, ni siquiera subvencionado compartido y espero que de aquí a 10 años haya gratuidad universal”, dice.
“Con la ayuda de mi familia”
Sofía Klein es cientista política y Javier Ureta es periodista corporativo. Tienen 25 años, trabajan en sus profesiones y optaron por convivir juntos apenas supieron del embarazo en diciembre de 2020, una decisión que pudieron concretar con el apoyo de sus familias.
Pascual nació en el Hospital Clínico de la Universidad Católica, un procedimiento que les costó 700 mil pesos, pero la cifra habría sido aún mayor si no tuvieran la isapre que cubrió parte importante tanto de esa operación como de las visitas al médico. Mensualmente pagan $240.000 por el servicio de salud, además de un seguro complementario. Según comenta la madre, el presupuesto para tener al bebé, “desde el parto, e incluyendo los elementos básicos para el nacimiento, rodea los 2 millones de pesos”.
Aquella cifra la costearon con el apoyo de sus padres, amigos y abuelos. Estos últimos también les han regalado pañales y distintos implementos, por lo que solo gastan 10 mil pesos por 30 pañales cuando es necesario.
Si bien ella se desempeña profesionalmente mediante teletrabajo mientras cuida al pequeño de 13 meses, asegura que si en algún momento recurren a una sala cuna, “una buena debe bordear los 400 mil pesos”. Cuando Pascual tenga que ingresar a la educación básica, cuenta que están dispuestos a pagar 200 mil pesos mensualmente, o más si se trata de uno particular. “En nuestro caso siempre hemos tenido mucho apoyo, por lo que se nos ha facilitado ser papás. Sin embargo, es caro tener un bebé”, reflexiona Klein.
“Nos va bien, pero no alcanza”
Constanza Bellolio (38) es mamá de dos hijos de 5 y 3 años. Además, tiene 5 meses de embarazo. Su marido, Ricardo, de 41 años, es gerente comercial de una empresa en Viña del Mar. Ambos tienen un buen pasar, o al menos así lo describen. Ella, ingeniera agrónoma y enóloga, dejó de trabajar para hacerse cargo de un emprendimiento, el que luego vendió por la pandemia y pasó a dedicarse 100% a sus hijos. Todos planificados.
Actualmente, un 80% de sus ingresos está destinado a ellos, calculan. Constanza dice que al mes gasta 300 mil pesos por niño solo en leche y pañales, sin contar alimento, ropa, y una infinidad de extras. A esto le agrega el gasto esporádico de jardín (que también es de 300 mil pesos por niño) y también, de manera intermitente, la ayuda de una asesora del hogar puertas afuera por 500 mil pesos cuando realmente ya no tiene tiempo para dedicarse al trabajo y a los niños simultáneamente.
Dentro de todos los gastos, que actualmente la tienen a ella y a su marido haciendo malabares, destacan los elevados costos de salud y educación que eligieron para sus hijos. El proceso de embarazo y parto tuvo un valor de 2 millones de pesos en la Clínica Alemana.
La hospitalización de su hija de 3 años por un virus sincicial costó exactamente lo mismo. Mientras, por el colegio particular de su hijo mayor gasta 400 mil al mes. “Eso sin contar la matrícula o cuota de incorporación, que en nuestro caso cuesta 350 mil una vez al año y 2 millones de pesos respectivamente”. Este es un gasto que se duplicará el próximo año cuando su hija menor entre al colegio, justo cuando nazca su tercer hijo y tenga que volver a comprar leche y pañales, ahora para 3.