Es necesario tensionar los espacios de educación, marchar, y no olvidar protestar, para mantener viva la problematización de cupos, lugares, puestos, el poder y quiénes lo ejercen.
“Una cosa es ser feminista y otra cosa es ser tonto grave”, decía Lorena Miki, la periodista de CQC quien fuera víctima de acoso callejero. En ese momento la situación da un vuelco para entender los lineamientos bajo los que se piensa el feminismo. ¿Hasta dónde llega? ¿Cuándo parte? ¿A quiénes le corresponde? ¿Quiénes lo definen?
Ya sabemos que hay “feministas” y “feministas”, y “feministas”, y sin comillas también. Feministas que a veces van en contra de otras feministas, y que se entrecruzan entre contradicciones y experiencias. Otras se pisan la cola al tratar de defender a los hombres heterosexuales privilegiados de sus amigos.
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Desde la demanda del derecho a voto y la despenalización (social y legal) del aborto que los movimientos de mujeres y los movimientos feministas han agitado el acontecer y la agenda mediática.
La resistencia ha sido un estado histórico en el que los cuerpos segregados por el heterocapitalismo han encontrado refugio de la violencia estatal (cobros extra en Isapre, limitantes laborales, y un largo etc.), de la colectiva (abusos sexuales, cristianismo, acoso, y un largo etc.), mientras han sido tildadas de tontas graves durante todos estos procesos.
“El feminismo fue muy criticado. Nadie quería decirse feminista. Les daba vergüenza a las mujeres, incluso. Decirse feminista fue muy ‘académico’. Se encerró mucho en el gueto académico. Muy textual, muy literario, pero de mucha reflexión. Muchas cosas que aprendí las aprendí ahí”, explica la escritora feminista e ícono de la literatura en Chile, Carmen Berenguer.
Poco a poco se han ido integrando más demandas. Hoy la Educación No Sexista es una de las que prepondera en el colectivo feminista como una extensión progresiva de las protestas por una educación gratuita.
Breve resumen de bolsillo
Primera ola: surge en el siglo XIX y XX, principalmente en Europa, después Estados Unidos y en algunos países de América Latina. Las luchas tenían relación con la igualdad de derechos en el matrimonio, luego en las urnas de votación.
Segunda ola: el reclamo de derechos familiares, sexuales, laborales, de reproducción.
Tercera ola: busca el empoderamiento y la emancipación de la mujer en su relación con el hombre, en consecuencia su libertad absoluta como ser humano independiente que puede asumir riesgos, obligaciones, pensar, criticar, reflexionar, exigir, gritar, abortar o no abortar, casarse o no casarse, tomar decisiones por su cuenta.
(Favor no confundir movimiento de mujeres con movimientos feministas, si bien tienen relación no son lo mismo).
Dentro de estas articulaciones, las redes se expanden, y el feminismo negro, el feminismo latino, los movimientos transfeministas, los feminismos queer y los post identitarios, entre otros, comenzaron a crecer y a configurarse en estas revueltas hasta posicionarse con la misma fuerza dentro de los movimientos reivindicativos.
Mientras los hombres entraban a los talleres de ciencias, las mujeres se juntaban a tejer sin poder tomar la decisión por sí mismas, sin poder elegir entre ser educadas bajo directrices de “señoritas”, poder o no usar un jumper para evitar abrir las piernas, tener que dedicarse a las letras por obligación y dejar los números de lado. A partir de la educación fueron guiadas en lineamientos que silenció cualquier reflexión respecto a la capacidad que conlleva habitar un cuerpo y enunciarse desde ese ahí.
La ex candidata presidencial, Beatriz Sánchez, reflexionó sobre la actual educación sexista en Chile. “Esto tiene que ver con la reforma educacional. En el paragua de la reforma entran varios temas de discusión”. Mónica Rincón, también periodista, decía que “No es raro que las menosprecien en el debate público y hasta las ridiculicen, de hecho las feministas que luchaban por el sufragio también en su momento se les descalificó”.
Lo grave es que el orden de género imperante -que tiene como uno de sus principales agentes socializadores al colegio-, encierra una jerarquización y entrega un mensaje claro: las actividades realizadas por los hombres son más valoradas socialmente. En consecuencia, el resultado académico de niños y niñas es diferente.
Alejandra Sepúlveda, directora ejecutiva de ComunidadMujer
No es lo mismo la educación no-sexista, la educación con enfoque de género o la educación feminista.
“Las feministas especifican que existe un currículum oculto y otro explícito en la educación. Mientras el currículum explícito expone los contenidos tradicionales que se piensan e imparten en las aulas, el currículum oculto corresponde a aquellas instancias donde se reproduce un rol y estereotipo de género sexista”, dice la periodista Vanessa Vargas Rojas.
La educación sexista, según Camila Bustamante, ex vicepresidenta y directora de comunicaciones de OCAC Chile, socióloga con especialización en género, educación y juventud, se identifica en dos aspectos. En cómo ocurre y en sus resultados. Esto refiere “A todas las dimensiones en las que se construye la educación de niños, niñas y jóvenes: las prácticas pedagógicas de docentes y académicos/as; los recursos que se utilizan, como libros y materiales; el currículo, es decir, la definición de qué tienen que aprender y en qué nivel o curso; la infraestructura; el lenguaje; entre otros”, explica.
Para Ana Luisa Muñoz, académica de la Facultad de Educación en la Universidad Católica, “La educación sexista es el sello discriminador que tiene la educación formal, y nos referimos a todos aquellos aspectos, tanto de violencia que se ejercen desde el currículum formal e informal, hasta otros aspectos de invisibilización de las mujeres que ocurren en el sistema educacional en general”.
La comunicadora social, Camila Londoño, dice que la educación con enfoque de género “permite reconocer que niños y niñas tienen el mismo potencial de aprendizaje y desarrollo, y las mismas posibilidades de disfrutar por igual de aquellos bienes valorados socialmente, oportunidades, recursos y recompensas, de manera independiente a sus diferencias biológicas y reconociendo la igualdad de derechos”.
La educación es un territorio de intervención política. “Un territorio de intervención política es un campo de fuerzas –cualquier campo de fuerzas– atravesado por relaciones de poder que gobiernan a prácticas, discursos, representaciones, cuerpos e identidades mediante sistemas de imposición, subyugación y exclusión de lo que no se ajusta a sus reglas de dominancia”, explica la crítica cultural Nelly Richard en el libro Por un Feminismo Sin Mujeres.
“Las universidades son territorios en los que se despliegan las máquinas de producción y reproducción del saber –un saber organizado en disciplinas; disciplinado por los ritos institucionales de la enseñanza de las profesiones y sus técnicas de competencia – que modelan una determinada relación entre conocimiento y sociedad según criterios de validez, utilidad y rendimiento técnico, científico y administrativo”, continúa la académica.
Es necesario tensionar los espacios de educación, marchar, y no olvidar protestar, para mantener viva la problematización de cupos, lugares, puestos, el poder y quiénes lo ejercen, y nunca olvidar que hay cuerpos que importan, para ti ¿Cuáles son los cuerpos que importan?.
Tal como decía la historiadora del arte, curadora y feminista Mariairis Flores, hay una ingenuidad feminista en creer que todo comienza con el movimiento actual. Es necesario comprender todos los procesos, entender que no es primera vez que a las feministas las llaman tontas graves, exageradas. También lograr entender desde dónde nacen esos dichos ayuda a aclarar que son sólo los hombres privilegiados tratando de aferrarse a la comodidad que sugiere vivir con un pene entre las piernas.