Cerca de mil ancianos se han suicidado en la última década como resultado de las precarias condiciones que afrontan a diario.


El caso de Jorge Olivares de 84 años, que disparó en la sien a su mujer Elsa Ayala para después quitarse la vida, da cuenta de una realidad incómoda y cruda que nuestro país no ha sabido afrontar: el suicidio de adultos mayores como consecuencia de la precariedad de las instituciones que deben protegerlos.

Luego de 55 años de casados, el suicidio que terminó con la vida de la pareja fue premeditado por ambos al vivir en completo abandono. El mes pasado, un hombre de 73 años se quitó la vida ahorcándose y en noviembre del 2017, otro adulto mayor hizo lo mismo con cianuro.

Pero no hablamos de casos aislados: entre los años 2010 y 2015, 933 mayores de 70 años se han suicidado en Chile según constan los estudios efectuados por la últimas Estadísticas Vitales del Instituto Nacional de Estadísticas (INE).

Chile es el segundo país de la OCDE con las tasas más altas de suicidio después de Corea del Sur. De hecho, es la segunda causa de muerte en adolescentes después de los accidentes de tránsito. Lo estudios realizados también muestran un crecimiento sostenido de la situación y hasta ahora, el suicidio representa el 2% de todas las muertes anuales en nuestro país.

Sin embargo, la situación que viven los adultos mayores no se había visibilizado hasta la muerte de Jorge Olivares y Elsa Ayala. Las investigaciones correspondientes a su fallecimiento entregaron a su vez cifras alarmantes respecto a la situación de adultos mayores que cumplen con el perfil de la pareja: los mayores de 80 años son el grupo etario que más atenta contra su vida con una tasa de 17 por cada 100 mil habitantes.

La más alta en Latinoamérica.

Una de las causas principales para que los adultos mayores terminen con su vida es la falta de campañas de prevención enfocadas a su grupo etario (los recursos se destinan hacia jóvenes y adolescentes).

Lógicamente, otra de las motivaciones tiene que ver con el sistema de pensiones rigente, donde el promedio de los jubilados recibe poco más 430 mil pesos tan solo si cotizó durante 30 años, haciendo imposible costear el tratamiento para enfermedades propias a su edad.

El reportaje publicado por La Tercera donde se ahonda en profundidad la situación de los adultos mayores y sus precarias condiciones de vida pone énfasis en otra arista pendiente: la escasa cobertura para tratar problemas relacionados a la salud mental.

“Existe un bache muy grande en la pesquisa de salud mental en adultos mayores, casi el 50% de los medicamentos que se recetan para depresión son inapropiados para adultos mayores” explicó en el artículo José Miguel Aravena, director de la Sociedad de Geriatría y Gerontología de Chile.

Otro de los factores tiene que ver con la percepción que existe en Chile respecto a la vejez, donde se toma a los adultos mayores como personas incapaces que deben afrontar condiciones de vida poco favorables ante la displicencia de ciertas instituciones para mejorar su calidad de vida.

La soledad, la pobreza producida por las falencias del sistema pensionario e ignorar a este grupo dentro de las políticas públicas que abogan por una salud mental, llevan a que muchas personas terminen con su vida ante la desesperanza provocada por la situación. Tal como Jorge y Elsa.