La cruel verdad detrás del sistema de pensiones no es en sí el poco dinero que da para la jubilación, sino lo falso de su promesa.
Una mentira preciosa
Pregúntale al chileno promedio, ese que se levanta a las 6:30 para cruzar la ciudad en un sistema de transporte de mierda, para llegar a un trabajo que lo está matando, cuál es su sueño. Te aseguro que el de TODOS, es jubilarse y descansar (por eso el comercial de AFP Hábitat le resulta ofensivo a todo el mundo).
“Trabaja tanto tanto tanto como puedas, y cuando llegue tu vejez, recibirás todos y cada uno de los frutos de tu trabajo“, es la idea mental para ser obediente y en el mejor de los caso exitoso en la vida, que a una persona promedio y honrada en Chile le incrustan. Pero la cruel verdad detrás del sistema de AFPs, no es en sí el poco dinero que entrega en pensiones, sino más bien lo falso de su promesa, la que nos hizo posponer eternamente nuestras vidas con trabajos de mierda, y una vez llegada la jubilación (irónico resulta que tenga la misma raíz de “júbilo”) enterarte. Y que tardaste más de 60 años en darte cuenta.
El libre mercado en el papel, es una linda promesa, y lo considero la forma más racional de estimular el progreso y la supervivencia de ideas que cambian el futuro, pero en países como Chile, no es más que la repartija de un grupo de latifundistas donde a tí no te queda más opción que trabajar y acatar. La gente en Chile antes de ser y considerarse ciudadano, es un trabajador, un consumidor endeudado, o un esclavo 2.0 que gracias a su AFP obtendrá la libertad a sus 60 y tantos años.
Pero no.
El círculo virtuoso
En Chile, nuestro “libre mercado” es tóxico, no porque el modelo inherentemente lo sea, es porque el Estado nunca lo reguló, nunca lo orientó con inteligencia/sentido común, simplemente estimuló a la fuerza, a contrapelo, la máquina para darle más y más combustible, hasta llegar a este minuto, en el que no queda un leño más por quemar.
Okay, esto podríamos seudotolerarlo si me dicen que ocurrió durante dictadura, de hecho te lo creo y pensaría “que pena”, pero en serio, llevamos 26 años más con un Estado y un sistema que trabaja por y para las empresas.
Tal como lo consigna CIPER, los más de 10 millones de chilenos que cotizamos, somos “dueños” de compañías como Cencosud (16,55%), Colbún (17,63%), Endesa (15,33%), Enersis (12,69%) o CMPC (11,58%).
Entendiendo eso, las AFPS son la panacea para mantener bien repartido el fundo; por un lado, desde la gente sale el dinero que permite maniobrar e invertir a grandes empresas, pero por el otro, el gobierno es controlado (e inhabilitado) haciendo que nuestros gobernantes sean miembros de directorios o incluso presidentes de las mismas AFPS.
Me encantaría que la inteligencia con la que José Piñera diseñó este modelo francamente satánico, fuese usada para cosas que en verdad nos aporten a Chile, pero la respuesta a eso se nos dio ayer en TV abierta y por horario prime.
So what
Lo único relevante llegado este punto, es que el tema no puede no importarte.
Al momento de discutir el asunto AFPs, es que nadie, nadie se escapa de él: desde la señora que gana el mínimo hasta el zorrón, salen para atrás cuando hablamos de expectativas versus realidad.
Por ejemplo –y planeando todo desde una perspectiva optimista–alguien que gane desde los 20 años en adelante 2 millones de pesos (si, 8 veces más que el sueldo mínimo), cotizando en el fondo B (que es el que permite ganar más, pero sin ser el más riesgoso), tendrá una pensión que en un escenario “relativamente positivo” será de poco más de dos millones de pesos, con el gran problema de que todos sabemos el “valor real” que tendrán esos dos millones de pesos en 40 año más[1. Puedes simular tu pensión usando esta herramienta de la super intendencia de de pensiones].
Si hablamos de manejo de dinero, le tengo más confianza a mi ejecutiva de fondos mutuos, porque al menos ella no me vende “sueños” para cuando me jubile porque insisto, más satánico que el sistema en si mismo, es lo que te promete y te invita a postergar tu vida a cambio de nada.
Sea lo que sea que pase de aquí en adelante, lo único claro es que el “asunto AFP” se convertirá en un problema más largo y complejo que el de la educación, más incómodo que el del sistema de transportes e incluso más doloroso que el de la delincuencia, porque para arreglarlo, habrá que derramar lágrimas, mucho sudor y puede que hasta sangre. :(