Alejandra Matus es por lejos hoy día la mejor y más importante periodista de Chile.
Su historia es bastante conocida y reconocida. Ahora último, sus investigaciones sobre el manejo de la pandemia por parte del gobierno, que sacaron a la luz un subreporte en las cifras de fallecidos, obligaron al Ministerio de Salud a ser más transparentes con la información que entregaban a la ciudadanía con respecto al covid-19.
No obstante, durante los últimos días también ha sido noticia puesto que se estrenó Haydee y el Pez Volador, documental dirigido por Pachi Bustos, que relata el camino que tuvo que recorrer la activista de Derechos Humanos Haydee Oberreuter para obtener justicia por las torturas que sufrió por parte de agentes en la Armada durante la dictadura.
En ese camino apareció Alejandra Matus, quien en 2004 realizó un reportaje sobre mujeres torturadas en dictadura para la revista Plan B.
Gracias a esa publicación, el abogado Vicente Bárzana presentó por su cuenta y sin conocer a Haydee, una denuncia por crímenes de lesa humanidad. Toda esta cadena de sucesos culminaron cuando el juez Alejandro Solís desafió la ausencia de una ley que tipificara la tortura y sometió a proceso a los inculpados.
A pesar de que el reportaje de la periodista fue clave en esta historia, en un primer momento Oberreuter se sintió indignada por haber aparecido en la portada de la revista.
Matus cuenta a Pousta que antes de publicar el reportaje se lo mostró a Haydee, puesto que durante la conversación que tuvieron, ella solo tomó apuntes.
Yo hice algo que los periodistas usualmente no hacemos, que es mostrar la entrevista cómo la vas a publicar a tu fuente. Yo se la mostré básicamente porque como tomé nota, quería estar segura de que había captado bien la esencia de nuestra conversación y que ella se sentía representada por lo que había escrito. Ella la leyó, me hizo un par de correcciones de datos factuales, y quedó conforme con la entrevista”, señala
En esa línea, la periodista agrega que “yo no le dije que la iba a poner en portada porque eso no está dentro de la práctica periodística. La relación con la fuente, normalmente, termina cuando uno hace en trabajo y como yo tenía el doble rol de entrevistadora y además era la directora, me pareció que de todas las historias que llevábamos esa era la portada.
¿Cómo se maneja una situación así con una fuente?
No estaba en mi pensamiento que esto le iba a causar ningún perjuicio y nunca me enteré lo que había pasado. Al poco tiempo cerró el Plan B y la vida siguió.
Diez años después me llama Haydee y me dice que tiene algo que contarme. Nos juntamos en un café y ella me contó que a partir de la portada, alguien, que ella no conocía había, presentado este escrito y que el juicio estaba avanzando. En medio de la conversación me contó cómo había sido este episodio post reportaje, que ella se había sentido mal por la portada.
Me lo contó, pero no sentí el fuego cuando publiqué el reportaje. Tampoco sabía que iba a quedar en el documental lo que ella había sentido, pero cuando lo vi me hizo reflexionar si nosotros, si los periodistas, o el ejercicio del periodismo, en defensa de nuestra independencia para tomar decisiones editoriales, no pasamos a llevar la dignidad de las personas.
Sobre todo cuando se trata de personas que han sido vulneradas en sus derechos tan gravemente y que cualquier triza puede significar un dolor para una persona.
¿Se produce un desequilibrio de poder en estas situaciones?
Me imagino que hacerle una pregunta al presidente del FMI y ponerlo en portada no le provoca nada. Tal vez, le da gusto que sus palabras estén en portada. Pero hay un desequilibrio de poder entre el medio y una persona que ha sido vulnerada en sus derechos.
Eso me hizo plantearme, como duda, si también hubiera sido necesario, ya que había cruzado esa barrera de mostrarle la entrevista por delicadeza, también debería haber tenido la delicadeza de decirle que esto iba a ir en portada. No lo consideré y creo que fue un error mío.
¿Cómo fue ver el documental por primera vez?
No lo vi hasta que estuvo terminado. Se había presentado en algunos países y yo todavía no lo había podido ver. La Pachi nos mostró el video poquito antes de su estreno público en Santiago y quedé conmovida por el resultado.
Lo que más me gustó es que efectivamente es otra obra. Es una obra distinta. No es una traducción del reportaje a un video. Tiene mucha delicadeza y mucha construcción sutil de contenido. El manejo de los silencios me pareció muy bello, en el contexto de una historia que viaja al horror más profundo que una persona puede sentir.
¿Cómo fue para ti enterarte de que a raíz de tu reportaje se inició un proceso judicial?
Nunca me lo imaginé. En mi caso en particular he publicado miles de artículos con cosas que me parecen importantes o que le han parecido importantes a los medios en los que trabajo, en los que no pasa nada. Que no tienen otra consecuencia más que la gente conozca un cierto hecho y muchas veces no va aparejado de la necesidad de justicia de las personas que cuentan esas cosas.
De hecho, cuando tengo que hacer entrevistas le digo a las fuentes que no se hagan expectativas exageradas respecto de lo que puede resultar de la publicación porque, a veces, la gente te da una entrevista o te cuenta algo, pensando que con eso va a cambiar el mundo. Muchas veces, me he visto en la situación de decirles que hacerlo público cumple un objetivo, pero no necesariamente y casi nunca significa la realización de la justicia.
No me lo esperaba. Menos me esperaba que una persona absolutamente desconocida en el mundo de los DD.HH. llevara esta causa. Cuando nosotras leímos Vicente Bárzana, ella también no sabía quien era. Yo le dije ‘busquémoslo, vamos a ver quién es para agradecerle’. Ella con razón de víctima y yo como periodista, porque Haydee me llevó en ese momento el escrito y era maravilloso. Estaba escrito con mucha sensibilidad, pero también con mucho fundamento. No era algo así como que agarro un papel y lo presento por si acaso. Fue algo meditado y muy bien argumentado.
El rol de la prensa durante la pandemia
¿Cómo evalúas el rol que ha tenido la prensa durante la pandemia en el país?
Me parece que los medios de comunicación como industria vienen hace tiempo en una crisis larga, primero que nada en una crisis económica que se ha desatado por la emergencia de los medios digitales.
Hoy día todos los canales están quebrados básicamente, y siguen subsistiendo por voluntad de sus dueños, pero gastan más de lo que producen. Los diarios de papel también están muy presionados y esto en un contexto de concentración de medios y en el caso de la televisión de uniformidad ideológica.
Casi todos los medios representan la misma línea editorial. Pero sumado a eso está el hecho de la crisis económica que en el caso de los diarios había comenzado una cadena de despidos hace tiempo, pero en diciembre del año pasado fue más aguda. En la televisión también, cada vez que llega la hora de hacer cuentas, le echan mano a los departamentos de prensa. No porque sean los que más gastan, sino porque son los que menos producen.
¿En qué sentido?
O sea, echar a un rostro que puede ganar mucho más, les cuesta más porque piensan que ese rostro trae avisadores y les rentabiliza el negocio, en cambio los departamentos de prensa en general cuando producen algo es un dolor de cabeza porque tocaron algo o algún anunciante que se quiere ir por esa noticia.
Entonces, todos los estímulos hacia esos departamentos de prensa en el último tiempo han estado dirigidos a no incomodar ni a los anunciantes ni al gobierno y, además, están empobrecidos, lo que hace que la pega se reduzca mayoritariamente a reproducir la cuñas. Tanto en la televisión como en los diarios a ir a buscar la declaración pública de las autoridades, cuando mucho la declaración pública de alguien que se opone, pero en el fondo lo que más se produce es confrontación de juicios no de hechos, de datos concretos.
Eso pasa más o menos colado cuando no estamos en crisis, pero cuando hay una crisis sanitaria, donde la demanda por información de calidad sube, la gente necesita certezas, necesita datos fiables para tomar decisiones, también para confiar en la autoridad en que las políticas que le están diciendo que no son fáciles sean aceptadas.
La gente necesita transparencia y confiar en esos datos.
¿Cuáles son las consecuencias de esto?
Los medios de comunicación en parte por afinidad ideológica y política de los dueños hacia el gobierno y, en parte, por temor a agitar aguas que podrían ahuyentar apoyos tanto comerciales como políticos y en el caso de un periodista en concreto terminar con su despido, adoptaron una actitud de cobertura oficialista asumiendo que de cubrir apegándose a lo que la autoridad señala es una manera de ser responsable y de no ir en contra de este espíritu “Teletón”, respondiendo a estos llamados de unidad por parte del gobierno, entendiendo que cualquier discrepancia con una información podía interpretarse casi como un acto subversivo.
Yo creo que todo eso llevó a la prensa tanto de la televisión y a la de los diarios a compartir esa misma línea, generando esta especie de burbuja o adormecimiento en que parecía que Chile estaba haciendo súper bien la pega de control de la pandemia.
Se te ha cuestionado por difundir tus investigaciones a través de Twitter, ¿por qué preferiste dar la información a través de ese medio y no publicar en otro lado?
No es que haya preferido porque cuando uno habla de preferencia es que tiene alternativas. Supongamos que alguien me haya pedido esto para un medio y yo haya dicho ‘no, voy a ir por Twitter’, ahí podríamos hablar de preferencia.
Yo me interesé en la pandemia desde enero. Cada cierto tiempo que encontraba una información interesante, sobre todo pensando en Chile, pensando en cosas que podían servir para alertar a los chilenos de lo que se venía, la publicaba en Twitter. La única cosa que hice en un medio escrito fue una columna que escribí en marzo en The Clinic que era una columna de opinión y luego seguí publicando en Twitter.
Cuando la pandemia llegó a Chile algunas cosas las empecé a reportear con los medios básicos del periodismo, pero además estando en cuarentena. Ni siquiera lo pensé.
Te mentiría si te digo que yo tuve un propósito, que quise innovar, lo hice porque era la herramienta que estaba usando hasta ese entonces porque me parece que además genera una relación directa con las audiencias y que la información es recogida por quien tiene que recogerla y no hice una mayor reflexión al respecto.
¿Crees que entre algunos periodistas se ha instalado esta suerte de cultura no criticar a las autoridades?
En estos llamados a la unidad, entendiendo unidad como obsecuencia, el que se sale de la fila es subversivo. A mí esa me parece una manera bien poco democrática de enfrentar cualquier cosa, particularmente una crisis. Las crisis, contrariamente a lo que la gente cree, lo que la autoridad necesita diversidad de información, necesita a los críticos.
La información crítica le permite ver aquello que no le permiten ver los aduladores que normalmente rodean a las autoridades.
Haber aportado información que alerta sobre la posibilidad, en el caso concreto mío, de que hubiera un subreporte de fallecidos, me parecía que era una información útil. Al igual que eran útiles las alertas y advertencias que se hacían desde el mundo científico y desde el mundo de los colegios profesionales y también desde la sociedad civil.
Distinta es la responsabilidad, por ejemplo, respecto de las notas sobre suicidio. Se han hecho estudios que muestran que es posible que haya una vinculación entre publicar informaciones sobre suicidios con personas que comenten suicidios.
Entonces, en ese caso en una publicación que hicimos en The Clinic sobre Katherine Winter, nos asesoramos por psiquiatras para determinar si este reportaje que se hizo sobre el bullying que ella sufrió antes de que suicidara, podría considerarse como parte de esos contenidos que inducen al suicidio y el psiquiatra nos dijo que no, pero, de todos modos, pusimos una alerta con números para llamar en esos casos.
Eso se llama responsabilidad con el efecto que puede tener una información.
Lo mismo que enterarte si alguien va a poner una bomba terrorista, aunque por lo general el periodismo hace una función distinta de ir a las autoridades, tu vas y le avisas a la policía porque hay vidas en juego. Pero en ese caso no me parece que calce en ninguno de esos casos que son extremos donde uno dice no voy a publicar o voy a omitir la información porque publicar esta información significa que va a provocar más daño que el bien que quiero producir.
A mí me parece que, por el contrario, la información que yo publiqué colaboraba con el propósito de ajustar las políticas públicas y ajustar el diagnóstico que se tenía en ese minuto para salvar vidas y proteger el máximo de vidas en una situación de crisis sanitaria.
¿Cómo crees que que el país podría avanzar en materia de libertad de expresión, tomando en cuenta el panorama de concentración mediática y afinidad ideológica que se da en los medios?
A mí me parece que libertad de expresión hay.
Libertad de expresión entendida como por ejemplo, desde la derogación de las leyes de desacato a partir del 2001, que eran las leyes que básicamente te metían preso por criticar a una autoridad, hoy día eso ya no sucede y digamos lo que se publica a diario, incluso las cosas ofensivas, que se publican por ejemplo en Twitter en respuesta a cualquier cosa, en otros tiempos habrían sido imposibles sin pasar por tribunales.
Yo creo que hay amplia libertad de expresión, lo que no hay son medios suficientemente robustos para hacer periodismo de calidad, en el día a día y no solamente periodismo de investigación que también cumple un rol muy importante, pero el periodismo de investigación no suple la necesidad de información diaria de calidad, en todos los tópicos y en todas las materias.
Hay incontables medios digitales nuevos, pero ninguno con la suficiente espalda financiera para tener departamentos de prensa, para tener periodistas profesionales cuya tarea es todos los días buscar información de relevancia pública y difundirla. Eso me parece que es grave, porque significa que hay muchas cosas que los chilenos debieran enterarse y que no se llegan a nunca enterar.