Fueron apenas dos años, diez meses y una semana en que la Unidad Popular (UP) intentó transformar radicalmente el sistema político, económico y social en Chile.

Era la llamada “vía chilena al socialismo” que buscaba terminar con la pobreza y la dependencia al capital extranjero bajo un modelo de socialismo marxista, pero que también polarizó la sociedad chilena gracias a una derecha aliada con el gobierno de Nixon que temía por esta “segunda Cuba”.

A pesar del tiempo, los informes Rettig y Valech, las políticas de reparación, Punta Peuco, documentales e investigaciones, el tema sigue perturbando, doliendo, pensando cómo la derecha puede dormir tranquila ante la imagen de una Moneda bombardeada, tres mil ejecutados políticos y un millón de exiliados. Algo que —siempre es importante recordarlo— cambió Chile para siempre, desde la desconfianza y el lenguaje no verbal hasta lo fácil que son absorbidos los discursos neoliberales en las mismas clases sociales que fueron víctimas del Golpe.

La Unidad Popular (Sudamericana, 2020) del periodista e investigador Alfredo Sepúlveda es una prueba de esta necesidad de organizar, entender y explicar un periodo confuso, idealizado y del que muchas veces se prefiere hablar rápido para avanzar hasta el presente.

“El Golpe no fue un Dios del antiguo testamento que castigó a un pueblo poco devoto. Fue un proceso consustancial a la Unidad Popular, acaso la manifestación más cierta de que su estrategia era una paradoja”, escribe en la introducción.

“Se podría argumentar que la dictadura militar fue el reverso, el negativo de la Unidad Popular. De este modo la UP siguió viviendo durante la época del gobernante militar: fue una nube de polvo que flotó siempre sobre la legitimidad de Pinochet. No se puede explicar a Allende sin explicar a Pinochet. O viceversa”.

El libro, está dividido en 22 capítulos y abre en 1965, un año después de la tercera derrota de Allende como candidato presidencial. Esta vez obtuvo el 38% de los votos frente al 56% del ganador democratacristiano Eduardo Frei.

La derecha votó por éste ultimo, a pesar de un programa que incluía entre sus puntos una reforma agraria radical, pero que consideraba un mal menor ante la radicalidad de Allende, apoyado por el Frente de Acción Popular, alianza entre socialistas y comunistas. A pesar de la derrota, los socialistas decidieron apostar por una “unidad para preparar el camino de la revolución y consumarla”, siendo la “vía electoral” un camino tan válido para lograrla como la “vía insurreccional”.

Algo que terminaría convenciendo al PC o el renovado Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR) definido como “vanguardia leninista-marxista”. El último capítulo cierra con el discurso radial de Allende la mañana del 11 de septiembre de 1973 donde visualizaba un futuro donde “se abrirán las nuevas alamedas por donde pase el hombre libre” mientras los Hawker Hunters del ejercito sobrevolaban al palacio de gobierno.

 

 

Aunque hay mucho paper e investigación académica sobre la UP, no hay tanto libro de divulgación, como si lo hay en torno a la Dictadura. ¿Estás de acuerdo? Y si es así, ¿cual crees que es la razón?

No lo he pensado mucho. Ya en noviembre del 73, apareció “Anatomía de un fracaso”, de Filippi y Millas, que creo que, al menos en términos de ventas, es el libro “de divulgación” más exitoso hasta ahora.

En términos cronológicos y de recopilación de hechos está bueno, pero tiene el problema de que metodológicamente descansó en parte de la información con respecto a la Unidad Popular que iba revelando la junta militar (que, sabemos, era información manipulada de guerra psicológica), además que no entrevista a los vencidos. Se entiende al calor de lo que era ese año y la posición política que ellos tenían, de opositores a la UP, pero tiene ese gran problema del sesgo anti-UP.

Luego hay una infinidad de memorias, papers, libros de ciencia política o sociología y, ciertamente, de historia. Para mí, imprescindibles: “La Revolución Inconclusa”, de Joaquín Fermandois; y “La Conjura”, de Mónica González. No logré encontrar relatos periodísticos “neutros”, o más bien, centrados solo en la evidencia.

Se intenta usar hechos para probar puntos a favor o en contra de la Unidad Popular. Evidentemente, puede que yo no sepa de un libro así, como te digo, la bibliografía sobre el tema debe andar en las decenas de miles de títulos. Voy a especular que la razón es que cuando uno entra en la UP corre el riesgo de coincidir con parte de los argumentos que los violadores de derechos humanos emplearon para justificar sus crímenes durante la dictadura. Pero la violencia política del periodo fue una realidad, y hubo responsabilidad de la UP en ella, y esta historia es complicada porque podría darle “armas argumentales” a los criminales de lesa humanidad.

Sin embargo, creo que sería una argumentación falaz, pues nada justifica torturar prisioneros desarmados, ni asesinar por la espalda. Al menos yo creo que la historia de la UP hay que contarla en su tiempo, perspectiva y circunstancias, y eso he intentado hacer.

 

Independiente de lo anterior, ¿por qué decidiste escribir un libro sobre la UP? ¿Fue algún pendiente de tus investigaciones anteriores como la Breve Historia de Chile?

Creo simplemente que hay que escribir en clave de divulgación histórica los tres grandes momentos de la historia reciente: UP, Dictadura y Concertación. En “Breve historia de Chile”, la UP me tomó como cien páginas, vi que con un poco más de investigación había un libro independiente ahí. Otra razón es que, aunque es un periodo reciente, tal vez por las razones anteriores está rodeado de una mitología que impide hablar en serio de él: tanto el mito socialdemócrata como el mito totalitario han servido más para hablar más del presente que de lo que efectivamente ocurrió entre 1970 y 1973.

Y también porque se cumplen 50 años de las dos elecciones que determinaron que Allende fuera presidente de la república.

Hablas en la introducción que la UP y la Dictadura son un cara y sello, deseo y negación, que es inadecuado creer que hubo un corte radical en la historia de Chile, sino que —si entiendo bien— están profundamente entrelazadas. Me parece que es una forma interesante de verlo, de indagar en la carne y hueso de esta “tragedia griega”. ¿Podemos hablar de eso?

Epistemológicamente la UP está rodeada de la dictadura. Pero en la realidad, lo que ocurrió no fue así, toda vez que la UP es previa a la dictadura. Entonces, creo que siempre que hablamos de la UP lo hacemos en función de Pinochet, el neoliberalismo y las violaciones de los derechos humanos. Pero esas no eran las discusiones ni las pulsaciones del periodo 70 – 73.

Te doy un ejemplo. El argumento hegemónico es que el socialismo y la derrota de la UP son las causas del neoliberalismo, como que este último es una especie de reacción a lo primero. “Sin socialismo, no hubiera habido neoliberalismo”. Pero la evidencia del periodo de la UP da cuenta de que en la derecha la tendencia más fuerte era el nacionalismo, que era bastante estatista y anti-globalización, y eran quienes hacían el gasto de enfrentarse a la UP en la calle y en menor medida en el congreso. El triunfo del neoliberalismo viene después, el 75, y es una pelea de corrientes dentro de la dictadura, cuando la UP ya no existe. Por eso digo en la introducción que la UP “tiene derecho” a una historia propia.

Lo que sí creo es que, viceversa, la dictadura sí tiene a la Unidad Popular, o más bien a Allende, como una nube de polvo, como un fantasma que flota sobre una legitimidad siempre esquiva.

Al reconstruir la campaña de Allende, ya hablas de algo que hace tiempo se presenta como novedoso: la posverdad. Por ejemplo la campaña del terror contra el candidato de la UP vinculándolo con las violaciones de derechos humanos en Cuba ¿Cuanto de ese anti-comunismo queda aún presente en la elite chilena?

Violaciones de derechos humanos en Cuba. Es verdad. La CIA armó una “spoiling campaign” destinada a socavar a Allende más que a ayudar a Alessandri, y el argumento publicitario fue ese: con Allende Chile sería Cuba, habría fusilamientos en la calle, el Estado quitaría los hijos a las familias, etcétera. Ahora, como todo, esto no viene de la nada.

Primero, porque Allende durante toda la década del 60 se infatuó con Cuba, de manera tal vez mucho más intensa que muchos en el PS. No solo viajó a la isla, sino que rescató guerrilleros y asumió al Che Guevara como ejemplo, y no mantuvo nada de esto en secreto, sino que lo decía a los cuatro vientos, en prensa escrita y televisión. Es verdad que, en el fondo, nunca compró el “combo” guerrillero que vendían los cubanos, pero también es verdad que, mientras la retórica pro-cubana le sirvió (en su periodo como senador), la usó.

Antes de la campaña, si ves su registro de intervenciones parlamentarias, parece poner por los cielos a la forma cubana y por los suelos a la democracia chilena. Y además, venía de haber visitado nada menos que Vietnam del Norte, ¡en guerra! Desde luego que, comenzada la campaña, Allende modera el discurso.

Me cuesta compartir la premisa de tu pregunta, de que esta crítica a Cuba sea un “anti-comunismo”. El propio PC hasta el 73 no está para nada convencido del modelo cubano, y la visita de Castro fue un quebradero de cabeza para el gobierno. Por supuesto que nadie lo va a decir en voz alta, pero era así. El PC se “reconcilia” con Cuba recién en los años ochenta. Ahora, por supuesto que la elite chilena es “anticomunista”, pero no me parece que ello haya sido un impedimento serio: si el PC hasta 2018 estuvo en el gobierno.

Es inevitable destacar el rol del PC y la DC chilenos en este proceso, pero a la luz de tus investigaciones: ¿Hubo algo que te sorprendió en particular?

De la DC, yo no había visto que durante la UP se produce en ella una “derechización electoral”, y muy rápido. En las elecciones municipales de abril del 71, pierde a toda su izquierda (que se pasa a la UP), pero se mantiene igual en votos, porque los alessandristas moderados llegan a ella. Estoy hablando en relación a los resultados de la presidencial de septiembre del 70. Eso me dio una nueva luz para entender a la DC: ya no era un partido de centro, sino de derecha.

Del PC, la pelea que tuvo con el MIR durante, básicamente, todo el periodo: mucho más cáustica e irreconciliable de lo que uno supone.

¿Si tuvieras que mencionar tan solo un acierto y un error de la “vía chilena al socialismo”, cuáles serían?

Habría que pensar, antes, aciertos y errores en función de qué podemos considerar las acciones de la UP como aciertos y errores.

Si hablamos del desarrollo del país, creo que sin duda es el fin del latifundio y la nacionalización del cobre; aunque el primero se obtiene a costa de la propia sobrevivencia del proyecto político. La nacionalización del cobre otorgó al fisco unas entradas constantes que antes no tenían, y los militares nunca revirtieron esta medida por esto.

Con respeto a un error, miles, ya que el fracaso, en un régimen presidencialista como el que había, es también responsabilidad del gobierno. De partida, el no comprender que los aspectos técnicos de la economía eran primordiales, y dejar escapar una hiper-inflación que nunca se pudo revertir. Sin embargo, era un gobierno que estaba tan atado de manos por todos lados, que es difícil calificar de “error” algo que no hubiera podido hacer. Claro, si pacta con la DC y los militares en julio del 73, y “modera” la experiencia, se salva. Pero eso también hubiera sido el fin de la UP, porque el PS, creo, se hubiera retirado de la coalición. El problema con los análisis contrafactuales es que uno asume que si se hace A, el resultado será B, y que si no se hizo A, bueno, esa es la razón por la que B no ocurrió. Sin embargo, la verdad es que las posibilidades a A van de B a Z y más allá.

Con toda la evidencia que existe, ¿Por qué hay ciertos sectores de la derecha que siguen negando la intervención de Estados Unidos?

No comparto la premisa de la pregunta. No me parece que nadie serio —evidentemente que en redes sociales hay de todo, pero no me voy a referir a eso— niegue absolutamente la intervención de Estados Unidos. Lo que se sostiene —y yo suscribo— es que el rol jugado por Estados Unidos, o más bien la dupla Nixon-Kissinger— en la conspiración de los generales (la que triunfa el 11 de septiembre de 1973) no es un rol estelar, sino complementario. Importante pero complementario.

Es una locura decir, como se escucha en el extranjero, que el golpe de Pinochet es en realidad un golpe de la CIA y de Nixon. Eso sí se puede afirmar, en cambio, del fallido golpe de octubre del 70, que termina con la muerte del general Schneider. La intervención de EE.UU es fuerte, sin duda, y durante todo el periodo, y tiene muchas aristas, pero en el golpe final no es un protagonista estelar.

Dices que el 11 de septiembre también murió la democracia desarrollista chilena, protectora del crecimiento interno, ajena a la globalización ¿Ves relación o un eco en la demandas actuales del estallido social?

Lo que tienen en común es que creo que ha vuelto a existir una “demanda de modernidad”, como existió en los sesenta y ciertamente en 1970, interrumpida en el periodo dictadura-Concertación.

Vale decir, lo común al 70 y a hoy es la inquietud de que Chile está al debe en el acceso a bienes que sociedades “verdaderamente modernas” tienen. En los sesenta y setenta estas demandas eran mucho más “humildes” que lo que son ahora. Por ejemplo, que hubiera escolaridad completa, que no hubiera desnutrición, que la gente no vistiera en harapos, que el país no destinara el 30% de los ingresos a pagar intereses de deuda, que hubiera alimentos suficientes.

Durante la elección de 1970 todos los sectores prometen un salto a la modernidad, y triunfa la propuesta de la izquierda, que identifica al marxismo, con su Estado de economía centralizada, con ella. En esto no hay un rompimiento brutal con el modelo anterior, que era también ajeno a la globalización, por ejemplo. Pero en la época se sentía que sí, porque se produciría, políticamente, el acceso de la clase trabajadora al poder, y la riqueza sería transferida desde la “burguesía” a ella; como antes había ocurrido con las capas medias que se hicieron su lugar desplazando a la aristocracia vasco-castellana agrícola.

Creo que hoy también hay una “demanda de modernidad”, pero distinta: acceso a la salud efectiva, pensiones que permitan la supervivencia, educación sin diferencias odiosas de calidad, repartición más igualitaria de la riqueza. Pero si ves detenidamente, las demandas de hoy por modernidad son por una modernidad dentro del capitalismo, no fuera de él. En el 70 la UP proponía que el capitalismo era el problema y había que terminar con él. Hoy la demanda generalizada parece ser en contra de un tipo, de una modalidad, de capitalismo, el “neoliberalismo”, no contra la totalidad de él. Lo pongo de esta forma: hoy un “Estado de bienestar” tipo Escandinavia es una demanda de modernidad; para la UP un “Estado de bienestar” a la sueca, socialdemócrata, era un espejismo que no resolvía nada.

Sigo con lo mismo: Algo que te haya sorprendido al momento de preparar este libro, sobre la figura de Pinochet, reconocida por algunos como supuestamente gris y algo oportunista como un defecto, pero también una virtud?

Creo que el libro derriba un poco —un poco— la idea de que Pinochet era super leal a Prats y Allende, y que se cambia de bando 48 horas antes de que el golpe, organizado fundamentalmente por Merino, se produzca. Las desclasificaciones de documentos de la CIA dan cuenta de que Pinochet, sin ser una figura central entre los militares anti-allendistas, ya desde el 71 anda dando “opiniones” que no son totalmente profesionales, por decirlo de forma elegante.

Dicho lo anterior, su participación real, concreta, en las conspiraciones anteriores a la de septiembre de 1973 es nula. Mucho más importantes en estas conspiraciones, al menos en el ejército, son generales como Arellano Stark, Alfredo Canales y el coronel Alberto Labbé. Pero es solo esa sorpresa y es una sorpresa menor. Si uno ve el periodo en su totalidad, Pinochet es una figura bastante satelital, que se mantiene bajo las órdenes de Prats hasta el final y que después, cuando ya es Comandante en Jefe, a finales de agosto, se da cuenta de que no tiene piso alguno entre sus colegas para mantenerse fiel a Allende. Aún así tiene bastantes dudas de sumarse el golpe hasta que tiene que ir Leigh a su casa y apretarlo.

Cierras con la idea de que el discurso de Allende finalmente no narra las cosas sino que “busca un lugar en la historia”? ¿Cómo crees que va el gallito en la memoria entre los fantasmas de Allende y Pinochet?

La condición de ejemplo político de Allende, para su sector, es indiscutible, sobre todo porque se hace mártir en una dimensión casi teológica. De verdad paga con su vida por aquello de lo que estaba convencido. Pinochet tuvo la ocasión de hacer lo mismo cuando estuvo preso en Londres. Si estaba convencido de que lo que hizo era moralmente necesario, entonces debía haberse inmolado, aceptar la extradición y ser juzgado en España, donde podría haber dado a conocer sus razones y aceptar lo que viniera.

Es lo que le dijo Cuadra que hiciera. Creo que si hubiera hecho eso, hubiera tenido un efecto similar, en sus partidarios, al que Allende tuvo en los suyos. En vez, no toleró el “martirio”, aceptó la ficción de la demencia —algo, si uno lo piensa, tremendamente indigno— y regresó a Chile a morir tranquilo.

*El libro La Unidad Popular está disponible en Ebook acá.