Las amistades son un romance, pienso que todos los buenos amigos se terminan gustando o se enamoran del otro, es un amor que envuelve la relación. Como Frances de Frances Ha describía la relación con su mejor amiga “Somos como una pareja de lesbianas que ya no tienen sexo”.
La universidad. Espacio de encuentros y desencuentros completamente trágicos. Los primeros días de universidad encontré igual de perdida en la Facultad de Ciencias Sociales a la que se convertiría en una de mis mejores amigas, y con la que también crearía nuevos lazos entre más estudiantes de Periodismo.
Antes de incluso pisar por primera vez la facultad ya existían dos grupos en Facebook con futuros compañeras y compañeros. Ahí conocí a Daniel, con quien crearía la relación humana más importante de mi paso por la U. Pero entre este viaje académico y la intensidad de una vida que ni Freud querría analizar, esta etapa de nuestras vidas se convirtió en arena movediza.
Nos hicimos amigos virtuales, algo en extremo fácil y cómodo para mí. Después llegó la primera semana de clases, la vida que continúa después de la enseñanza media, después de problemas minúsculos, de tareas sin hacer y profesores a los que no les importas realmente. Un liceo público de jornada completa, con profesores cansados, personal agotado, con gente que trabajaba y vivía en el mismo lugar, una crisis económica, una cárcel, comida tipo Orange is the New Black en esa temporada en la que Red ya no cocina y sólo calienta lo que encuentra en bolsas plásticas que envían.
¿Dónde estamos después del liceo? ¿Qué buscamos en la U? ¿Es realmente la universidad el lugar donde queremos o debemos estar justo después de cuatro años explorando la PSU?
Nunca pensé en la universidad con esa necesidad educativa potencial con la que nos dicen que debemos pensar en ella. Sino que más bien era el motor para desarrollar todas las ideas, mis planes y para poder buscar ahí algún tipo de libertad que no tenía, pero que quería.
Mezclando la vida virtual, caminando entre el campus de la Universidad de Concepción y viviendo el estrés de la sobrecarga académica, establecer relaciones sanas resulta un desafío del que debería quedar registro.
Veía Girls entre cada capítulo y cada día de clases, cada mes que pasaba y cada amistad que se integraba al grupo que formábamos entre los que se iban y los que llegaban a estudiar, entre quienes ya no querían más, entre quienes no entraban a clases y las que preferían no llegar y fumar algo por ahí, entre querer irse, pero no querer hacer nada para irse. Así estábamos, así crecíamos, y así nos íbamos dando cuenta de lo mucho que se agrandaba y achicaba este núcleo. Vivíamos un drama y un romance.
Mientras Hannah buscaba en un revista cortes de pelo para olvidar un rato su T.O.C. escribía lo que se pudo convertir en su primer e-book. Entra Marnie a su pieza mientras ella se esconde en un costado de la cama. En su computador la historia que correspondería claramente a su relación con Marnie: La amistad entre dos amigas universitarias es más grande y dramática que cualquier romance.
Las amistades son un romance, pienso que todos los buenos amigos se terminan gustando o se enamoran del otro, es un amor que envuelve la relación. Como Frances de Frances Ha describía la relación con su mejor amiga “Somos como una pareja de lesbianas que ya no tienen sexo”.
Así pasó. Terminé enamorándome de mis amigos, pero de una manera sana. Nunca stalker, nunca pyscho, nunca enfermo. Era un amor hacia las personas que hacían de mi vida a diario un lugar lleno de tranquilidad. Estábamos viviendo una tortura diaria, entre las clases y los certámenes.
Pero no todo podía ser tan de película de autoayuda. También me gustó y me enamoré del que después se convertiría en mi mejor amigo. Drama. ¿Qué estaba pasando? Drama porque le dije, porque no le gustaba de vuelta y sólo quería que fuéramos amigos. Drama porque me pasé rollos y no sabía cómo manejarlos.
“Como adultos aprendemos a esconder nuestros verdaderos ‘yos’ a los demás. Cuando era niño, le contaba a mis amigos mis secretos. Lloraba frente a ellos. No tenía miedo de decirle a nadie que era mi mejor amigo y que lo necesitaba. Pero cuando crecí aprendí a levantar muros. Aprendí que si me comportaba como realmente era a muchas personas podía no gustarle, a que si le contaba algún secreto a alguien, éste podía decírselo a otro. Aprendí a que si presentaba una imagen filtrada y feliz de mí mismo podía evitar muchos rechazos, ir a fiestas y eventos sociales, divertirme y luego llegar a casa y sentirme solo porque nunca nadie vería la persona que realmente soy”, explica Daniel Wendler, psicólogo y autor de Improve your social skills.
Así que apliqué ayuda del club cupido aka el mismo círculo de amigos que teníamos ambos en la U para buscar solución a este evento. Top #10 peores decisiones en búsqueda de consejos que he tenido.
Todos terminaron sabiendo y nadie supo qué decirme para manejar la situación porque cada uno tenía sus propios problemas en ese momento, como por ejemplo tratar de pasar todos los ramos mientras mantenían una vida social y hacían rendir la plata.
El llanto, la pena, las ganas de ir o no a clases, profesores mala onda, ver a Daniel, pensar que podía pasar algo en vez de relajarme y no esperar nada y vivir tranquilo. Un cúmulo de vida que potenciaba mi deseo por saber qué hacer.
Eso ya pasó, logramos de una manera indirecta y políticamente correcta hacer que todo funcionara de manera perfecta. Ahora somos los mejores amigos. Tenemos una excelente relación, después de los problemas que tuvimos por lo mismo.
La soledad, angustia, pena, rabia, llanto, melancolía y ganas de huir como una urgencia tensionaban las relaciones que manteníamos entre todos. Sin saber qué hacer con los problemas en nuestras casas, el amor, la amistad, la política universitaria, organizaciones sociales, escasos recursos para almorzar, además de pasar todo el día juntos nos ponían en el peor escenario de una película al más puro estilo de Casablanca. Alguien debía partir.
En el intermedio una amiga empezó a comerse al ex de otra amiga, del mismo grupo. Este grupo aguantó tantos quiebres como le fue posible. Problemas en trabajos, amistades demandantes, inseguridad, deseo, amor, drogas, fiestas. Nos separamos oficialmente, pero sigue unido por otras conexiones en una interfaz temblorosa.
Con nuestros amigos todos terminamos teniendo una relación sin sexo. Una profunda, dramática y gran relación sin sexo.
“Las relaciones personales son cruciales en la pre adolescencia, porque ésta es la etapa de la vida en la que el contacto con los demás es más importante para la construcción de la identidad. Tener amigos nos proporciona un sentimiento de pertenencia y aceptación. Hace que se vayan adquiriendo habilidades de afrontamiento, sentimientos de autoeficacia, sensación de satisfacción. La amistad amortigua el estrés y el impacto negativo de las cosas, al mismo tiempo que nos ayuda a madurar”, dice Marisol Delgado, psicóloga y especialista en psicoterapia por la European Federation of Psychologists Associations (EFPA) a El País.
Como decía Bauman, todo es líquido. Rápido e intenso, sin precisión, pasa entre nosotros como el aire que atraviesa los espacios. Como decía Krysti Wilkinson en el Huffington Post “Queremos la fachada de una relación, pero no queremos el esfuerzo que implica tenerla. Queremos cogernos de las manos, pero no mantener contacto visual; queremos coquetear, pero no tener conversaciones serias; queremos promesas, pero no compromiso real; queremos celebrar aniversarios, pero sin los 365 días de esfuerzo que implican. Queremos un felices para siempre, pero sin esforzarnos aquí y ahora. Queremos tener relaciones profundas, pero sin ir muy en serio. Queremos un amor de campeonato, pero no estamos dispuestos a entrenar”.
“El diseño de las relaciones es una consecuencia clara de la sociedad en que se está viviendo. En los modelos capitalistas las necesidades básicas se cubren, más o menos, pero lo difícil es autorealizarse. Impera la filosofía del individualismo y no del grupo, donde todo es efímero. Las cosas duran poco y las relaciones también. En la película Wall Street (1987) hay una frase muy significativa que dice Michael Douglas, “si quieres un amigo, ¡cómprate un perro!”, y resulta que en EEUU ya hay uno de estos animales por cada cuatro habitantes. En el mundo universitario es patente también esta competitividad más que interacción, y cada vez es más difícil encontrar estudiantes que quieran implicarse en la representación del alumnado. Lo que busca la mayoría es acabar la carrera cuanto antes, encontrar trabajo, casarse, tener una hipoteca y criar a unos niños”, dice Jorge García Marín, sociólogo y profesor de la Universidad de Santiago de Compostela al mismo medio.
Como continúa Wilkinson “queremos descargarnos a la persona perfecta para nosotros como si fuera una aplicación nueva; que puede actualizarse cada vez que hay un fallo, guardarse fácilmente en una carpeta y borrarse cuando ya no se utiliza. No queremos abrirnos; o, lo que es peor, no queremos ayudar a nadie a abrirse”.
¿Dónde estamos buscando? ¿Fue la Universidad el lugar correcto para encontrar relaciones fuertes?