Hasta un 70% de todas las relaciones homosexuales inició su relación a partir de una conexión vía Internet, reveló un estudio de la Universidad de Stanford. Este ensayo trae cifras y corazones.
Como cualquier otro estudiante de 24 años que vive en una ciudad busco el romance a través de Internet.
Cuando se estrenó Love y también Master of None de Netflix pensaba que toda esta parafernalia con perspectiva del amor se alejaba bastante de lo que pasa –o no me pasaba a mí, sobre el amor. Constantemente buscaba en la industria cultural experiencias que se asemejaran a las vivencias de frustración, internet, fracasos, amistad y amor por las que pasábamos con mis amigos.
En una de mis visitas a Santiago pensé que podía ser una buena idea descargar Tinder. En Concepción no funciona bien y estaba escribiendo la tesis, con dos amigos más, sobre amor moderno o romance moderno, contemporáneo. Aunque ese tema no me importó mucho cuando empecé a dar corazones verdes. Al día siguiente tenía que volver.
Concepción tiene una densidad poblacional más baja que otras ciudades con 214.234 habitantes, además un ímpetu religioso/conservador la envuelve y polariza los espacios de encuentro. Esta ciudad también elegió como concejala, alcaldesa y senadora a la política ultraderechista Jaqueline van Rysselberghe. Además la gordofobia y homofobia internalizada en los penquistas disminuye cualquier interacción online a través de aplicaciones de citas y permea vínculos sexoafectivos, pese a la democratización que entrega Internet.
Tiempo después estábamos en el mall con un amigo, almorzando, hablando de lo horrible que es la universidad para personas ansioso-depresivas y de cómo podíamos coordinarnos para irnos a trabajar con una lluvia que no paraba. Daniel fue a comprar waffles con helado y yo no paré de perder el tiempo y saludé a un match que nació del último viaje.
Esta típica dinámica ya era común, era un levantarse en la mañana para salir, o era tomar té al menos una vez al día. Hablar, preguntar en qué estás, cómo has estado, seguirse en otra red social, ver las fotos, seguir conversando. Fue lo que hicimos y todo parecía ir extrañamente bien. Se concretaban todas las ideas que se pasaban por mi cabeza, o todas las que alguna vez pensé que se podían ir dando. Hablamos por Whatsapp, por Facebook, nos seguimos en Twitter y ya no quedaban más.
No parábamos de conversar, día tras día. La situación era complicada. Mi último semestre en la u, a más de 400 km. de distancia, nunca nos habíamos visto, pero desde la mañana hasta la noche, hablando por Facetime transformaba la distancia. En ocasiones incluso al mismo tiempo por Facebook y Whatsapp, y era divertido, los temas eran distintos y no nos aburríamos pese a la brecha generacional millenial versus no millenial.
Eramos distintos y comenzábamos a entrelazarnos en una interfaz que se construía entre múltiples destinos posibles, todo podía pasar.
Terminé oficialmente el semestre en la Universidad y podía viajar la semana siguiente. Así lo hice, nos encontramos al otro día y dos días después se iría por dos semanas de vacaciones. Fuimos a caminar, comer, fumar, reírnos viendo stand up comedy mientras volábamos, con la marihuana que su hermana le regalaba, entre besos y cariño y romance moderno.
En la serie Girls (02×05), Hannah cuenta que Fiona Apple dijo en una entrevista a la New York Magazine que todos la creían loca, pensaban que había perdido la cabeza, pero que ella simplemente quería sentirlo todo. Conversando, pasando el tiempo, escribiendo y leyéndonos. Mensajes sin sentido, otros particularmente precisos, detalles, calles o mapas. Fotografías de lugares, selfies, configuraban un espacio virtual que aunaba, en este infinito, la conexión tecnológica de un romance moderno. Como diría Ankita Rao en motherboard “el amor en tiempos de iMessage”.
Rao explica que “el diseño de iMessage ha tenido un impacto significativo en la forma en que nos comunicamos, y construimos (o destruimos), las relaciones”.
Así como nos conocimos pensamos en terminar también por Facebook Messenger. Eran las nueve de la mañana y él estaba trabajando y yo listo para trabajar. De alguna manera parecía importante hacerlo a través de un lugar u otro contexto, pero la matriz de todo fue Internet, y no era necesario restarle importancia al medio por el que construimos la relación.
Diferentes personas, asustadas, no entendían la manera en la que por Internet existía la creación de sentimientos. Una profesora, en una clase, durante los primeros años de universidad dijo algo así como “ahora la gente se enamora por el computador (CMC), no se conocen, no se han visto, pero se quieren, se aman, pueden mantener relaciones a través de Internet… eso no es real (risas de mis compañeros)”
Pensé que no podía tener razón, que ya había conocido más personas que estaban viviendo una relación diferente con sus computadoras, dando otros usos, el online dating ha sido un boom! desde los 90. Las aplicaciones de citas, de sexo que hay para los teléfonos inteligentes pueden llenar gb y gb del disco. Este servicio, entonces, permite buscar y recorrer el mismo u otro camino de maneras siempre distintas. Michael J. Rosenfeld de la Universidad de Stanford encontró que parejas del mismo sexo desde 1985 se han conocido online de manera progresiva, y hasta un 70% de todas hoy inició su relación a partir de una conexión vía Internet.
Las mamás de mis amigos conocieron a sus parejas en algún cumpleaños, matrimonio, en el supermercado o en el colegio, la mía conoció a su actual pareja desde que eran niños. Era imposible pensar para ellas en conocer a alguien a través de otros espacios, otros lugares. Lo más parecido a esto que una de estas mamás hizo fue tener un grupo de amigos por correspondencia y escribirse con desconocidos de otros países.
Zygmunt Bauman en su libro Amor Líquido describe el fenómeno de la tecnología y de los computadores usados para tener citas como los asesinos de la habilidad humana de sentir, también escribe que están transformando el amor moderno en un juego destructivo de pc.
Pero no, no son sólo profesores, filósofos, escritores de 50+ años de edad quienes opinan en base a estos mismos argumentos, también pasa a menudo con quienes se conocen por alguna app. Katherine Gillespie de Vice, explica que a menudo las personas se avergüenzan de conocerse por Internet y se dicen “podemos decirles a todos que nos conocimos en alguna librería”.
¿Qué tanto Internet tienen las relaciones?
Pensar en conocer personas online facilita la idea del salir de tu zona de confort, como en este caso, también la idea de conocer personas que por tu familia, amigos, discos, trabajos u otros grupos de encuentro no conocerías; pero esto también puede provocar que el estrés te vuelva loco. Tener tantas opciones se vuelve complicado. Aziz Ansari en Modern Romance decía que somos terribles analizando todas esas opciones, todos esos perfiles, selfies. “La locura a la que estaba llegando no hubiera existido hace veinte años o incluso diez años atrás. Estaba maniáticamente revisando mi teléfono muy seguido, pasando por un tornado de pánico y sufrimiento y rabia, todo porque esta persona no me había respondido pronto, estúpidos mensajes en un tonto pequeño teléfono”, escribe Ansari.
30% de la población en Estados Unidos ha tenido alguna relación larga con alguien que conoció a partir de Internet, y un 40% conoce a alguien que usa páginas o aplicaciones de citas, según una investigación del Pew Research Center, a cargo de Aron Smith.
Otro estudio de la Universidad de Metropolitana de Manchester concluyó que las aplicaciones como Tinder tendían a acentuar las normas de género y entre los más de 50 millones de usuarios de la aplicación las conductas se perpetúan en una sociedad machista. Este puede ser uno de los más graves problemas del conocer a gente online, muchas han pasado por esto y entre los 10 billones de matches desde el funcionamiento de Tinder (2 billones más de la población actual en el mundo), esta puede ser una de las razones de cancelación de uno de ellos. De hecho en la investigación del Pew Research Center se concluyó también que más de la mitad de las mujeres encuestadas habían sentido miedo de juntarse con su match o de concretar una cita, mientras que sólo un 38% de los hombres se sentía de esta manea.
Pienso que esto también fue una de los puntos que provocó el quiebre entre mi match y yo, finalmente querer vivir fuera de prácticas heterosexuales entre feministas y no feministas tensiona espacios. ¿Cómo vivir fuera de la heterosexualidad en este contexto millenial de hiperglobalización en la era de la información y pornografía? ¿Qué tanto de Internet tienen las relaciones?