El nombre de la DJ Anna Cook está graffiteado por todo Chile. La pregunta sobre quién la mató se volvió el lema de la búsqueda de justicia de un homicidio cuyo caso lleva casi 4 años inconcluso, debido a la lentitud del sistema y a una serie de errores que nadie se explica en el proceso de la investigación. La joven lesbiana soñaba con ser conocida por su música, no por el horrible crimen que le quitó la vida y que hasta hoy sigue sin tener ningún responsable.
A Ana González Villarroel, más conocida como Anna Cook, la enterraron pensando que se había suicidado. La primera versión que llegó a oídos de su familia y amigos, fue que la joven DJ de 26 había sufrido una sobredosis la madrugada del 2 de agosto de 2017. Una de sus amigas más íntimas, Asmara Miranda, le escribió incluso un poema póstumo pensando en “que se le había pasado la mano con las drogas”. Lo mismo creyó la música y artista Elisita Balbontin, cuando en medio de una entrevista radial se enteró por un mensaje de texto que su amiga había muerto: “Como que no lo cuestioné, pero también era raro. Pensé ‘¿pero cómo se le fue la mano, qué onda?’”. Para nadie en su círculo cercano era un misterio que Anna consumía diversas sustancias recreativas, pero en este relato había algo que no les calzaba.
El día que la mataron, se suponía que la DJ viajaría a Angol con un amigo a hacer un show en vivo. Ese 2 de agosto de 2017, debió haber estado arriba de un bus camino al sur, no en una camilla completamente desnuda y sin signos vitales. La mañana de ese martes en que a Anna la llevaron a la urgencia del Hospital Salvador presuntamente fallecida, es todavía un misterio para su círculo cercano.
A los 26 años ya era conocida en la escena electrónica nacional, dirigía Vinyl Loop -un proyecto propio que se sustentaba mediante la venta de discos y que Anna pretendía transformar en un sello discográfico-, y después de haber vivido un año en Berlín estaba lista para consolidarse internacionalmente, ansiosa de poder pinchar discos en Los Ángeles, donde ya tenía una red de contactos que la ayudarían a concretar su sueño, según Elisita Balbontin. Ella recuerda que Anna tenía el camino listo. “Ya la estaban publicando en el sello 100% Silk, la querían invitar para allá. Juntaba dos pesos y se iba”, cuenta.
La noche anterior a su muerte, el 1 de agosto de 2017, hubo dos reuniones de amigos en la casa en la que Anna vivía hace un año. Se juntó durante la tarde con cuatro personas, mientras que Raúl Azócar, quien arrendaba las piezas al interior del inmueble, estuvo en otra de las habitaciones con Matías Troncoso, otro amigo suyo. En algún momento de esa noche, quienes estaban en el lugar declararon que Raúl y Matías habrían entrado a la habitación de Anna por un rato a saludarla.
Los acompañantes de Anna dejaron la casa cerca de las 2 de la mañana, ya que, según una llamada que ella habría tenido con su mamá esa misma noche, debía acostarse temprano para alcanzar a viajar la mañana siguiente. Esa fue la última vez que Anna Cook fue vista con vida. Y también la última vez que su mamá escuchó su voz.
Lo que ocurre al día siguiente aún es materia de investigación. Según la declaración de Raúl Azócar en la Policía de Investigaciones (PDI), esa mañana se levantó a las 6 am para asistir a una cirugía programada en un centro dental, donde estuvo hasta alrededor de las 13:00 horas. “No vi a nadie más en la casa ni sentí actividad”, dice textual la transcripción de su testimonio. Al volver, a partir de la información que maneja la parte querellante, Azócar habría ido a despertar a Anna, pero ella no se movió. Se fue a su escritorio, y un rato después volvió a la habitación de la DJ a intentar hacerla reaccionar. Al darse cuenta de que no respondía a estímulos, llamó a una amiga y según su testimonio, es ella quien le sugirió que fuera al hospital. A las 14:22 horas, Anna Cook fue recibida en el Hospital Salvador inconsciente y completamente desnuda.
A Kattia González, madre de Anna, la llamaron a eso de las 14:00 horas, mientras estaba en su casa. El mejor amigo de su hija la contactó, después de una larga odisea entre las amistades de la joven intentando conseguir su número de teléfono, y le dijo que Cook estaba grave en el Hospital Salvador. Cuando Kattia llegó a la urgencia del centro de salud, Anna ya había sido declarada fallecida. ¿La supuesta causa? Suicidio por sobredosis.
¿Errores u omisiones intencionales?
Kattia González siempre tuvo dudas respecto a las circunstancias en que su hija había muerto. Sin embargo, jamás se imaginó lo duro que sería enterarse de uno de los detalles más espeluznantes del crimen 8 meses después de perder a Anna: luego de periciar el cuerpo, un informe de la Fiscalía concluyó que en su boca había restos de líquido seminal y cabezas de espermatozoides. Anna Cook era lesbiana, por lo que no había forma de que ella hubiera consensuado algún tipo de relación sexual con un hombre. “La Anna era la lesbiana más lesbiana que he conocido. Nunca se habría metido con un hueón, menos le habría hecho sexo oral. Evidentemente fue una violación y después de eso la mataron”, dice con rabia su amiga Asmara Miranda.
En 2017 y hasta finales del 2019, dos abogadas del Servicio Nacional de la Mujer (SERNAM) patrocinaron a Kattia en el proceso judicial. En esos dos años, las diligencias que se hicieron respecto al caso fueron mínimas: sólo pidieron muestras de ADN a uno de los amigos a los que Anna invitó esa noche, a Raúl Azócar, y a la persona con la que ella viajaría la mañana siguiente -que no estaba presente en la reunión de la noche del 1 de agosto-.
A Matías Troncoso, quien sí estuvo en la casa junto a Azócar esa noche, aún no le piden la suya. Sin embargo, entregó una reducida declaración a la PDI, indicando que luego de tomar vino con Raúl, se retiró del lugar en bicicleta hacia su casa a eso de la 01:00 am, según la abogada que tomó el caso en octubre de 2019, Lily Candia.
Las evidencias de las muestras de ADN serían comparadas con los restos biológicos hallados en la boca de Anna, pero la toma original no era suficiente como para ser analizada. La Fiscalía informó que la toma había sido “agotada en el procedimiento”, por lo que nunca se comparó con los sospechosos.
Candia, y más tarde el perito criminalístico Jaime Brieba, se ofrecieron a ayudar a Kattia de forma gratuita en el proceso para continuar con las indagaciones e impedir que el caso fuese archivado. Junto con esto, se solicitó el cambio de la Fiscal Mitzy Henriquez, quien no daba cabida a la participación de terceras personas en la muerte de Anna.
Henríquez, en una reunión con Kattia y su abogada, les comunicó que cerraría la causa por falta de evidencia, desestimando por completo la orientación sexual de Anna, sin darle relevancia al hecho de encontrarse restos de semen en su boca; ni a las lesiones en el cuello de la joven, que son descritas por el SML como equimosis cervicales de 15 x 5 centímetros. Estos moretones indican que Anna podría haber sido asfixiada antes de morir. Este detalle no menor, posteriormente fue omitido en la autopsia realizada por la institución. Además, el mismo informe médico consigna que Anna tenía seis costillas rotas.
La versión de la sobredosis nació de Raúl Azócar, cuando la llevó a la Urgencia del Hospital Salvador, diciendo no saber su nombre real (por lo que fue ingresada como NN), siendo que vivía con ella hace más de un año; pero aseguró que la joven tenía depresión, epilepsia y que consumía drogas habitualmente. Al llegar al hospital, Kattia González habló con el doctor que atendió a Anna y afirmó que nunca tuvo depresión diagnosticada, ni mucho menos epilepsia, como había declarado Azócar en primera instancia. En esa oportunidad, y según la declaración del médico a cargo que le realizó reanimación como parte del protocolo, le llamó la atención los moretones en el cuello y cara, y que le parecieron extrañas las circunstancias en que llega: sin ropa y en brazos de alguien que decía no conocerla.
Tiempo después, y luego de realizarle exámenes toxicológicos, se determinó que Anna tenía dosis terapéuticas de Zopiclona en la sangre, pastillas que consumía regularmente para dormir. Estas cantidades, explica la abogada del caso, no habrían sido capaces de provocar ni un paro cardiorrespiratorio, ni menos la muerte, puesto que el informe realizado por el SML estipula que estas se trataban de dosis terapéuticas. En cuanto a la alcoholemia, el examen marcó 0,24 grs. de alcohol por 1000 ml de sangre, números que no alcanzan el mínimo legal para entrar a la categoría de bajo la influencia del alcohol, que es de 0,3 grs.
El protocolo empleado para realizar la autopsia según Lily Candia fue, a lo menos, incorrecto: “Cuando el SML tiene algún indicio de que alguna persona, especialmente mujeres y niños, con signos de violencia sexual, se hace una autopsia más detallada, con cierta cantidad de fotos por lado, más tomas de muestras. En este caso se hizo una autopsia precaria y no sabría responder el por qué”, relata.
En la autopsia, por ejemplo, solo se examinó el lado izquierdo del cuerpo y no existen descripciones del lado derecho. Es por esto que, los moretones alertados por el médico que atendió a Anna, son completamente omitidos en el informe post-mortem. Las fotos del reporte también son insuficientes, ya que sólo se adjuntaron cuatro. Luego de ocho meses tramitando la entrega del resto de las fotografías, Candia recibe exactamente las mismas imágenes. No se sacaron más.
Luego de constatarse la muerte de Anna, testigos aseguran haber escuchado a Raúl Azócar decir que iría a ordenar la casa, otros escucharon que se fue a cambiar de ropa. Información relevante que se cuenta en la carpeta investigativa. Raúl dice que volvió a buscar el carnet de identidad de Anna, pero que no lo encontró. Esto alteraría claramente la escena del crimen, dice Lily. Como en primera instancia la causa de muerte de Anna Cook era una sobredosis, se hicieron pocas pericias relacionadas a la recaudación de evidencia en su habitación: no hubo recolección de huellas, ni tampoco análisis de material biológico encontrado en su cama, explica la abogada.
El celular de la joven, añade la abogada, también fue alterado hasta el punto de quedar inhabilitado. ¿Cómo? No se sabe. De él sólo se pueden extraer las llamadas entradas y salientes. El resto de la información: historial de mensajes, fotos, conversaciones de Whatsapp y acceso a sus redes sociales, fue borrada sin dejar rastro alguno.
El 25 de septiembre de 2019, dos años después de la muerte de su hija, Kattia González subió a su cuenta personal de Facebook una publicación titulada ACTUALIZACIÓN CASO ANNA COOK. El posteo que hasta la fecha ya ha sido compartido más de 3 mil veces, relata de manera extensa y detallada la cadena de errores y omisiones que tuvieron la causa a punto de ser archivada por la Fiscalía a fines del 2019.
Adjuntas al texto de larga extensión, están 10 fotografías de documentos claves para la investigación: la declaración del doctor que atendió a Ana al llegar a Urgencias del Hospital Salvador, el testimonio de Raúl Azócar, parte de la autopsia realizada por el SML, y un informe tanatológico. Al final del texto, Kattia González hace un llamado desesperado: “ESPERO QUE LO COMPARTAN, PARA QUE TODAS AQUELLAS PERSONAS QUE PENSARON QUE ELLA SE MATÓ O MURIÓ DE UNA SOBREDOSIS, LES QUEDE CLARO QUE NO FUE ASÍ, SEPAN LA VERDAD, Y ME AYUDEN POR FAVOR”.
Luego de enterarse de los crudos detalles de su muerte, los amigos de Anna Cook se organizaron para llevar su nombre a todas partes: rayaron las calles, hicieron poleras con su cara, cuyas ganancias van directamente a su mamá, y hasta contactaron a una vidente para encontrar respuestas. Uno de los momentos más mediáticos del caso sucedió el 8 de marzo de 2020, luego de que la frase “¿Quién mató a Anna Cook?” fuera proyectada junto a su rostro por horas en la Torre Telefónica como forma de homenajearla.
Víctima del lesbo-odio
Después de conocerse los detalles del informe tanatológico del SML que consignaba la presencia de espermatozoides en su boca, nadie en su círculo más íntimo tuvo dudas de que la última noche en que estuvo con vida, a Anna Cook la violaron. Es por esto que, desde su defensa, la tesis del lesbocidio es determinante para buscar justicia: “(El lesbocidio) es un crimen de rencor, si pensamos que ella era lesbiana y tuvo abuso sexual de parte un hombre a la fuerza, por supuesto que existe un odio hacia su sexualidad”, señala Candia.
El lesbo-odio no es una realidad desconocida en nuestro país. El último Informe Anual de Derechos Humanos de la Diversidad Sexual y de Género en Chile realizado por el Movimiento de Integración y Liberación Homosexual (MOVILH), señala que durante el último año la discriminación hacia las lesbianas aumentó en un 8,28%. Y en los últimos 18 años un 14,3% de los abusos cometidos hacia la comunidad LGBTQ+ fueron dirigidos hacia ellas.
En nuestro país el lesbocidio no está tipificado dentro del Código Penal. Sin embargo, dependiendo de las circunstancias, puede determinarse como un femicidio o como una agravante del homicidio por los criterios definidos en la Ley Zamudio. Recién el 2 de marzo de 2020, una modificación a la Ley Gabriela permitió que se definieran como femicidios los asesinatos “de un hombre contra una mujer en razón de su género”, siendo estas razones “la orientación sexual, identidad o expresión de género de la víctima”. Con este cambio, las defensas de las víctimas que sean mujeres lesbianas, bisexuales y trans no necesitarán recurrir a la Ley Zamudio para conseguir penas máximas, ya que según el MOVILH “es casi imposible demostrar la agravante de delitos motivados por orientación sexual o la identidad de género”.
En cuanto a los crímenes de lesbi-odio, por ejemplo, el Dossier informativo 2020 de la Red Chilena contra la Violencia hacia las Mujeres documenta cinco de estos casos: Mónica Briones (1984), María Pía Castro (2008), Nicole Saavedra (2016), Anna Cook (2017) y Susana Sanhueza (2017). Cuatro de ellas no tienen justicia hasta el día de hoy.
Las causas de Mónica Briones y María Pía Castro fueron cerradas sin responsables, después de pasar 10 y 9 años respectivamente en tribunales. La de Susana Sanhueza fue cerrada luego de que el único formalizado fuera absuelto por falta de pruebas tras 4 años de investigación y un Juicio Oral. La de Anna Cook sigue en investigación y sin formalizados hasta el momento. Por otra parte, Víctor Pulgar -el único formalizado por la violación, tortura y homicidio de Nicole Saavedra- vive por estos días la Audiencia de Preparación de su Juicio Oral, en el cual la Fiscalía de Quillota pide presidio perpetuo calificado (esto, a 5 años de ocurrido el crimen).
La tranquilidad de una madre
Cada cierto tiempo, Kattia González vuelve a postear en su Facebook personal algo relacionado al caso de Anna. A veces es un escueto “Justicia para mi hija”, y otras veces repostea muestras de cariño y homenajes que llegan desde todo Chile: graffitis, pancartas en marchas y gráficas para redes sociales clamando justicia.
En el que era el Instagram de Anna antes de morir (@annacookmusic), una de sus amigas administra desde el anonimato y con el permiso de Kattia la cuenta para mantener viva la memoria de Anna Cook e informar sobre la causa. También abrió un sitio web para informar de las actualizaciones oficiales de la investigación: www.justiciaparaannacook.com. En él hacen un llamado a cualquier persona que tenga información a colaborar vía mail.
Cuando los medios la contactan para hablar del tema, es Lily quien responde en las entrevistas para evitar que Kattia tenga que revivir el dolor de haber perdido a su hija una y otra vez. Desde que trabajan juntas, han generado un vínculo más allá de la relación abogada-cliente y para Lily este proceso no se trata sólo de buscar justicia, sino que de darle tranquilidad a una madre que lleva casi 4 años buscando respuestas.
El grupo de amigos cercanos a Anna Cook -en el que están Asmara Miranda y Elisita Balbontin-, también ha hecho lo posible para acompañar y ayudar a Kattia en este camino. Ya sea buscando contactos de personas que puedan aportar a la causa, intentando llevar el caso a un matinal de televisión abierta para generar ruido, o escribiéndole de vez en cuando en Facebook para preguntarle cómo está. Esto ya no se trata sólo de encontrar a los culpables de la muerte de Anna, dice Asmara. “Esto tiene que ver con la calma de la Kattia. Una mamá no puede vivir así, y para ella esto se volvió algo eterno”, agrega.
Una de las primeras preguntas que Candia le hizo a Kattia González cuando tomó el caso de su hija, fue qué esperaba ella de todo esto. La respuesta fue clara: “hacer justicia”. En ese momento es que la abogada tuvo que ser franca y reducir las expectativas, admite que es difícil que el resultado de este caso deje a la madre satisfecha. Primero, aclara, es complejo buscar pistas de un crimen cometido hace tanto tiempo, donde las principales evidencias desaparecieron por el mal manejo de la investigación. En el caso de tener un autor confeso, esto no serviría como única prueba para encarcelar a alguien, porque se requiere fundamento que respalde su confesión. En estas circunstancias, se hace más difícil aún obtener una cadena perpetua.
Por último, enfatiza la abogada, está el hecho de que no hay nada que pueda traer de vuelta a Anna y eso, es un peso con el que Kattia tendrá que cargar toda su vida: “Creo que la justicia que ella espera no sé si algún día la va a tener, porque va de la mano con una tranquilidad que quizás nunca llegará. Puede ser que tener a un tipo preso la calme un poco, pero yo quiero ir un poco más allá”, revela Lily.
Lo que quiere la abogada, además de brindarle algo de tranquilidad a una madre desesperada, es sentar un precedente que ayude a cambiar el paradigma legal. Una de las razones por las que decidió involucrarse en esta causa fue justamente la impotencia hacia la desprotección ante el sistema, que las mujeres sufren todos los días, incluso hasta después de morir. Así como Anna Cook hay cientos de otras mujeres cuyas voces no serán escuchadas y que claman por justicia, dice Lily Candia. Aquí lo que está en juego no es solamente que Kattia pueda al fin dormir en paz. Lo que más recalca la abogada, es que Ana González Villarroel pudo haber sido cualquiera de nosotras.