Para que dejes de contestar “no la he visto, pero me han dicho que es buenísima” cuando alguien la comenta.
A pesar de ser de lo mejor que ha sacado la tele chilena en mucho tiempo, la gente no la está viendo. Después de una efectiva y atractiva campaña publicitaria, la ficción no logró sacar más de 6,7 puntos de rating. No se ha transformado en trending topic, ni tampoco es tema obligado en el almuerzo de la oficina. O si. Pero el tema es: “No he visto Bala Loca, pero me han dicho que es buenísima”.
Así que aplícate.
“Bala loca”, además de tener un elenco de primer nivel (Alejandro Goic, Alfredo Castro, Ingrid Isensee, Mario Horton, Trinidad González, Fernanda Urrejola y Manuela Oyarzún en los protagónicos) logra algo que no pasaba desde las primeras temporadas de “Los 80”, que evolucionó de ser una enciclopedia audiovisual del país en dictadura a un estudio de personajes fracturados por una vida mundana de ciudadano de clase media y explicar qué mierda ha pasado en esta década en Chile.
¿Por qué “Los 80”, una serie que es en cierta medida un reflejo de la vida del chileno de clase media en dictadura, fue un éxito de audiencia? Todos los entendidos en el tema concluyen que es la identificación que la gente tiene del proceso que vivieron los Herrera lo que convirtió a la serie, emitida por Canal 13, en un éxito.
¿Y por qué “Bala loca” (aún) no lo es?
“Bala loca” podría perfectamente estar en Netflix a la par con cualquier otra producción del gigante del streaming. O HBO, como fue la concepción original de “Bala loca”: hacer una serie como las que salen por esa señal de cable. Como The Wire. Chilevisión tomó el riesgo y programó en horario prime esta joya, cosa contraria a lo que pasa de lunes a sábado en ese mismo horario y en esa misma señal.
“Bala loca” pareciera que transcurre en un Chile paralelo. De ficción pero más en la tecla de la no-ficción. Las calles son las mismas, las personas son las mismas, los problemas son los mismos. Con el quinto capítulo recién emitido la semana pasada, la serie está a mitad de camino y ya ha dejado varias “enseñanzas” en su emisión.
Acá están las que más resuenan en nuestras cabezas de tele:
El estado del periodismo
Puede que la manzana haya caído muy cerca de este árbol, pero es una serie básicamente sobre la labor periodística en Chile. Y como periodista a veces te puedes sentir un traicionero de la profesión o un privilegiado de la información. “Bala loca” se encarga en hacer tira (de una forma muy sútil) al periodismo del corazón en el que Mauro Murillo (Goic), el protagonista, estuvo inserto después de alejarse del periodismo de denuncia, en el cual trabajó durante la dictadura. La muerte de una periodista (interpretada por Catalina Saavedra) que estuvo investigando la supuesta colusión de las isapres, concreta su idea de que el reporteo independiente es el futuro.
En una movida que recuerda el nacimiento de tantos otros medios que comenzaron siendo de “denuncia” en democracia (The Clinic, El Mostrador y Ciper), el medio ficticio En Guardia reunirá a un grupo de periodistas que no se detendrán hasta sacar a la luz la verdad. Todo esto en contraste con los medios tradicionales, ligados a los poderes fácticos.
Además, el personaje de Fernanda Urrejola, Valeria Sánchez, es una muestra de lo que muchos de nosotros no queremos ser: el periodista empresarial. La escuela de la empresa de comunicaciones, que muchas veces en la universidad nos obligan a abrazar, convive con la realidad de hacer la pega y proteger a los poderosos de los balazos que les tiran desde la opinión pública.
Milicogate, AFPS y corrupción
Aquí vienen algunos SPOILERS.
En este mundo todo es coludible. En Chile se juntaron las cadenas de farmacias para subir los precios de los medicamentos, en Brasil la petrolera estatal, Petrobras, lavó 10 millones de reales y en Argentina el Estado habría obligado a pagar a sus acreedores una suma indeterminada en pesos tomando como referencia el dólar, pero a su valor futuro. Estos no son los únicos escándalos, ni por lejos. Hoy Chile no solo tiene el Caso Farmacias, sino que tiene a Penta, SQM, Caval, AC Inversions y Arcano. También tiene un problema profundo con la forma en que la accede a la salud, por eso la elección de que la serie se encargara de tomar como instituciones coludidas a las isapres, y como la gente ahorra para su vejez, acaso el tema país más candente del momento.
Al capítulo 5, se revela que el nivel de corrupción está presente en todos los estamentos de poder: políticos financiados por las empresas, las empresas pagando a la policía, la policía respondiendo a los militares, los militares sacando plata proveniente de las empresas del Estado.
Las sexualidades diferentes siguen siendo tema
El hijo de Murillo es gay. O por lo menos eso intenta averiguar. Y la mamá de Daniel, Ángela (Aline Kuppenheim), no está ni cerca de aceptar la remota idea de que su hijo no sea un niño heterosexual. En este intercambio de opiniones diferentes, Murillo termina acercándose a su hijo, enmendando un poco la relación quebrada que tenían. Esta es foto del Chile temeroso de Dios, Chile pacato, Chile hetonormado.
Dictadura de conciencia
En una conversación de almuerzo, alguien se lamentaba que la dictadura fuera lo único que teníamos para echarle mano los chilenos y hacer productos audiovisuales de calidad. “Los Archivos del Cardenal”, “Ecos del desierto” y, por supuesto, “Los 80” fueron los productos más exitosos en formato serie por la misma razón de la temática. Chile todavía no supera los 17 años sin democracia, aunque sea una obviedad majadera. Suena en nuestra tele, en nuestras marchas por la educación, las AFP y cualquier otra que se haya hecho para que dejen de coartar nuestra libertad y derechos.
En Murillo el fantasma le respira en la nuca. Su hermano fue asesinado en dictadura, la misma época en la que él luchó como periodista en contra de ésta, y este hecho no se olvida con facilidad. Menos si la persona responsable de su deceso va a quedar libre de toda culpa. En la que fue, probablemente, una de las escenas más fuertes de lo que va de la temporada, un médico que trabajó en dictadura y que sabía sobre el asesinato de Murillo, interpretado por Alejandro Sieveking, se pega un balazo para acallar la culpa de saber tanto, pero no poder decir nada. U otros que viven sin conciencia, como Julio Osorio (Hugo Medina), que solo les importa seguir recibiendo la pensión altísima de militar retirado.
Hágase el favor y no haga más el loco contestando “no la he visto pero me han dicho que es buenísima” cuando alguien que sí la vio le pregunte.