Nos propusimos la intrépida misión de visitar y calificar los baños públicos de las neo-plazas públicas: los centros comerciales.

Una tienda que fabrica baños en Escocia se preguntó: ¿cuánto tiempo de nuestra vida pasamos en el baño? En el caso de las mujeres estarían 1 año, 7 meses y 15 días, los hombres, un mes menos.

En Chile, no solo vamos al baño en nuestros lugares de trabajo, casas, universidades y colegios, sino que, obviamente también meamos y cagamos en los centros comerciales.

Dos corresponsales de Pousta se embarcaron en la misión de conocer y analizar algunos baños de malls de Santiago. Acá la primera parte del recorrido.

Casa Costanera

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El recién inaugurado Casa Costanera es el sueño de la vieja cuica chilena promedio. Todo es súper fancy, lujoso y, además, muy vacío. Deben haber más guardias que público, pero esa es la gracia de este mall. Comprar tranquilo sin la “chusma”. Y bueno, los baños son exactamente lo que uno espera.

Son literalmente waters del capitolio. Aquí, en los baños de hombre, todo es excesivamente grande; en el lugar donde normalmente instalan 4 urinarios acá solo existe uno en compartimiento privado.

Los espejos son gigantes y si eres de los que te gusta hacer selfies en el baño, esto es como una especie de estudio de fotos. Baños grandes, jabón y papel higiénico en exceso, además de que siempre están vacíos. No nos sentamos en el water, pero no nos extrañaría que tuvieran algún dispositivo que los calentara.

Costanera Center

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Cambio radical en términos de afluencia de público: lo más notorio de los baños del Costanera Center es la cantidad de gente que los estaba usando al momento de entrar.

Parecía el baño de una disco en pleno carrete. El problema de algo que está tan repleto, y a pesar que adentro también había un señor haciendo el aseo, es que todo se siente mojado y sucio y no en el buen sentido.

De hecho, cuando traté de sacar algunas fotos para este reporte, el mismo caballero del aseo miró de forma muy extraña y dijo “¿Ud. es un degenerado?” Confundido, contesté que quería “atrapar un pokémon” y me fui.

Se agradece el detalle de colocar flores en la entrada, pero la verdad es que la cantidad de gente en los baños al mismo tiempo hace imposible valorar detalles como la música pop-ondera-standard-de-mall en el baño o los floreros de plástico.

Mall Plaza Egaña

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El Plaza Egaña fue para los ñuñoinos, reininos y peñalolenses la excusa perfecta para “dejar” de ir al Costanera.

Nos prometieron un mall amplio, cientos de tiendas y baños sustentables. La historia fue más agria que dulce, pues el centro comercial demoró un par de años en estar realmente terminado y los habitantes de las comunas aledañas no dejaron de ir al Costanera, que cada día pareciera estar más lleno. Al igual que su oferta comercial, sus baños son promedio. Están limpios, son amplios y siempre vacíos.

Un upgrade es que estos son de los modernos: tienen un sensor en las jaboneras para tirar el producto, el chorro de agua está programado y tienen secadoras de manos de pie, esas donde uno mete las manos y te salen mágicamente secas. Ese tipo de tecnología emociona a cualquiera. Pero si se corta la luz justo cuando estay en la máxima del secado da para pensar: ¿Dónde cresta quedó lo sustentable? #alóchilectra.

De los baños de mujeres (porque aún vivimos en un país separatista y binario) que revisamos, este era el que tenía todo lo necesario para ocuparlos sin que a cualquiera le diera una infección urinaria automática por posar el poto en la taza. Tenía papel protector, confort, basureros. Limpio e iluminado, tenía más cubículos que gente.

Lamentable lo del corte de luz, pero nada puede ser perfecto. Además ¿Cómo es eso de que sólo haya baños en los pisos 3 y 4? La media volaita.

Mall Plaza Vespucio

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Hace 26 años, el primer centro comercial de las cadenas Mall Plaza, el Mall Plaza Vespucio, abría sus puertas. Era el primer símbolo de la sociedad chilena de consumo, sus pasillos son tan viejos como sus baños, a pesar de que pasen por constantes renovaciones y ampliaciones, el mall huele a viejo, a deuda y a sueños a crédito. Es una impresión similar a la que dan sus versiones regionales o el Marina Arauco en Viña.

Para llegar a un baño tienes que recorrer y recorrer las baldosas. Es la versión del Mago de Oz del retail, en un camino amarillo que llega hasta un letrero con iconografía post 2000 que indica que llegaste a los baños. Pero puta que caminamos para llegar.

Entramos. No hay fila (debe haber sido por la hora) para los baños, pero había señoras instaladas en los waters o lavándose las manos. Los cubículos son promedio. Ni grandes ni chicos. No les quedaba papel para sentarse en la taza. Hubo que hacer un poco de equilibrio femenino. Nada del otro mundo.

Para lavarse las manos, todo normal. Jabón, grifo. No hay papel, ni menos máquina para secarse las manos porque estaban todas “en mantención”. Una pena, pero nada que no se haya esperado. Classic Mall Plaza.

Patio Centro

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CLAUSTROFOBIA.

El problema no es que estuvieran sucios, viejos, ni llenos. El problema es que literalmente una mujer de volumen mayor al promedio no cabe dentro de esas cuatro paredes. Pegada a una de las paredes, si se estira el brazo se puede tocar la pared del otro extremo con los dedos.

El Patio Centro no es un mall propiamente tal. Es un centro “comercial” que reúne un centro de salud, unas tiendas por fuera y un gran patio de comida. Si hay comida, hay baños. Y con mucha gente. Por la hora, estos estaban piola.

Pero hay algo extraño en que todo esté tan al aire. Las escobas estaban abajo de los lavamos, los productos de limpieza estaban donde supuestamente las mamás cambian a sus guaguas y no había jabón. A parte de la proeza de meterse a uno de los compartimientos y la prueba de equilibrio que hay que hacer adentro para no tocar la taza, simplemente no dan ganas de estar adentro. Puede ser la mezcla de olores entre el cloro y la orina se torne radioactiva. O el olor a fritura que viene del patio de comidas.

Es como ir al baño en una mini bodega. Podemos resumir la experiencia de los micro baños en tres tiempos: entramos, meamos y nos fuimos. Lo más rápido que pudimos.